Reciben vítores mientras reparten despensas en poblaciones de Chiapas y Tabasco
Calderón, Granier y Sabines se dejan consentir por damnificados de inundaciones
El Presidente insiste en que la ayuda no debe ser botín político; anuncia fondo de mil millones para Chiapas
Baja el agua y cambian las demandas: la gente pide casas y empleos
Ampliar la imagen El presidente Felipe Calderón entregó despensas en Arroyo Seco Miraflores, municipio de Tacotalpa, Tabasco Foto: Notimex
Villahermosa, Tab., 9 de noviembre. Al bajar las aguas en Tabasco y Chiapas, el presidente Felipe Calderón y los gobernadores de estas entidades se dejaron consentir por los damnificados. Como si estuvieran en mítines proselitistas, en los albergues que visitaron hallaron filas de desamparados que lanzaron porras, aplausos y agradecimientos tras recibir bolsas de despensas de manos de los funcionarios públicos.
Hoy esta historia se repitió en cuatro municipios. Calderón, en medio de todo ello, pidió hacer de la solidaridad a Tabasco una expresión de humanidad y “no un botín político”, aunado al anuncio de que destinará mil millones de pesos para la reconstrucción de Chiapas y la reubicación y concentración de comunidades, dado que “no es posible” atender a tantos pobladores dispersos.
A dos semanas de que se presentaron las inundaciones en esta zona del sureste, los ríos están regresando a su cauce, pero lejos de resolverse los problemas, lo peor está emergiendo. Ahora lo que pide la gente no es comida ni un albergue donde dormir, sino casas, escuelas, mobiliario, empleo, dinero para reponer sus cultivos.
La gira comenzó en tierras tabasqueñas. Además de los integrantes del gabinete, acudió el empresario Roberto González Barrera, dueño de Maseca, quien aprovechó para anunciar una donación adicional de 50 millones al Fondo Tabasco. Y en Ixhuatán, Chiapas, el embajador de Estados Unidos en México, Antonio Garza y su esposa, la multimillonaria Mariasunción Aramburuzabala, saludaron al Presidente mientras acompañaban a directivos de la Cruz Roja estadunidense.
En un hangar del aeropuerto de Villahermosa, las autoridades federales y del estado ofrecieron un diagnóstico bastante más alentador del que dieron en días anteriores: la gente comienza a regresar a sus casas, no hay epidemias sanitarias y el ciclo escolar, según indicó la secretaria de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota, no se perderá gracias a un esquema flexible de recuperación de clases.
Lejos de la postura crítica que expresó en días anteriores, el gobernador tabasqueño, Andrés Granier, auguró “mejores tiempos” y prometió la creación de un Consejo de Reconstrucción que vigilará el uso del fondo de apoyo.
Aunque el propio Calderón reconoció que falta hacer más eficiente la distribución de la ayuda y minutos antes regañó al secretario de Salud, José Angel Córdova Villalobos, porque cuando le preguntó si se podía fumigar la entidad otra vez si se registran más lluvias, el titular de Salud respondió tajante: “Sí, nada más que todo el procedimiento cuesta 27 millones de pesos”.
La respuesta del Presidente no se hizo esperar, pues instruyó a Córdova a que “simplemente esté atento a la posibilidad de lluvia” y que no escatime esfuerzos por esta situación presupuestal.
En un nuevo mensaje político, insistió que no hay espacios para oportunismos partidistas o de grupo. “Debemos usar esos recursos (la ayuda) de manera responsable, de manera eficiente, honesta, desinteresada e imparcial, hacer de esto una expresión de humanidad y no un botín político de la ayuda en Tabasco”.
Y de ahí, luego emprendió su periplo por municipios de Tabasco y Chiapas. Rodeados siempre de enjambres de fotógrafos y de camarógrafos, Calderón, Granier, y en su momento el mandatario chiapaneco, Juan Sabines, posaron junto a los damnificados, a quienes les ofrecieron toda clase de ayuda y les entregaron despensas.
Un ejemplo de esto se dio en el Centro Deportivo Méndez de Atasta en Villahermosa, donde el mandatario fue recibido con gritos de “¡Felipe, Felipe!”, y la gente se avalanzó hacia él para agradecerle la ayuda que habían recibido.
Aunque por un momento, el gesto de Granier se tornó más serio que de costumbre y en el teléfono dio órdenes precisas para que sus colaboradores evitaran que los damnificados recibieran doble despensa en su casa de la Quinta Grijalva: “Solamente marquen los dedos gordos de la mano derecha para que sepan que mañana no se les da”, exclamó.
En Tacotalpa, Tabasco, también hubo una gritería cuando aparecieron los funcionarios: “Se ve, se siente, Andrés está presente”, se escuchó, y de inmediato el secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña levantó la ceja. Pero luego sonrió porque la porra no era para el perredista, Andrés Manuel López Obrador, sino para Granier.
Pero en los municipios chiapanecos de Ixhuatán y de Berriozábal, los recorridos por los albergues fueron más allá. Tras las vallas metálicas, la gente tenía ensayadas las porras y las coreaba al paso de las autoridades que después dedicaron hasta media hora a la entrega de víveres y el saludo de los damnificados.
Lo anterior no ocultó la otra cara de la tragedia registrada en el sureste. Como las aguas bajaron, el desastre apareció en toda su dimensión. En Tacotalpa, los campesinos denunciaban la pérdida de sus cosechas ante un desesperado secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas, quien se acercaba a ofrecerles que pronto habrá un programa para ellos.
En la escuela José María Morelos todo está destrozado: los mesabancos enterrados en el lodo, el equipo de Enciclomedia quedó inservible y la biblioteca también. Eso hizo que el director de la Comisión Nacional de Agua, José Luis Luegue Tamargo, reconociera que todavía falta lo más difícil: dar techo y empleo a gente que lo perdió todo.