Desde el otro lado
Ver para creer
Los recientes incendios en el sur de California desplazaron a 2 millones de personas, y con ellas miles de historias de angustia y zozobra, algunas difíciles de creer, ya no digamos entender. Había quienes huyeron no de las llamas, sino de la actitud de algunas autoridades y grupos de personas que se dedicaron a “cazar” migrantes en los momentos en que era más necesaria la solidaridad y la comprensión.
Así se informó en algunos diarios estadunidenses y en las páginas electrónicas de organizaciones defensoras de derechos humanos. “De acuerdo con el director ejecutivo de la oficina de la Unión Estadunidense por las Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) en San Diego, el sheriff de ese municipio ordenó verificar las identificaciones de aquellos que regresarán a sus hogares, con la expresa intención de entregar a las autoridades migratorias a los que por sus características fueran sospechosos de ser indocumentados (sic). El sheriff decidió anteponer intereses políticos a la decencia humana, lo que es una penosa mancha para el condado, en esta tragedia de proporciones históricas”, concluye la nota. En forma similar se han manifestado otros grupos de ayuda humanitaria y de defensa de los derechos humanos, sorprendidos por la actitud del sheriff del condado y varios grupos de fanáticos caza-inmigrantes.
Había gran preocupación entre esas organizaciones, porque en los momentos más críticos muchos de los trabajadores temían acudir a los refugios por la presencia de los agentes que la oficina del sheriff apostó para detener a quienes carecieran de documentos. Incluso algunos que viven en los cañones que circundan el valle se negaron a salir por temor a ser detenidos y deportados.
Poco se dijo de la precaria situación de quienes trabajaban en los valles agrícolas y la suerte de ellos y sus familias durante los incendios. Hoy se sabe que muchos perdieron todas sus pertenencias. Les será difícil reponerlas, debido a que temen presentarse a los sitios en los que se da ayuda a los damnificados, por la siempre inminente posibilidad de ser identificados y detenidos por carecer de documentos migratorios.
Esta vergonzosa situación rebasa la necesidad de aplicar las normas migratorias. Tiene mucho que ver con la fobia que en esa región de California prevalece en contra de quienes, con o sin documentos, son factor esencial de su éxito económico. Al final de cuentas, de un lado están quienes podrán recuperarse de sus pérdidas, gracias a la protección que otorga la sociedad y sus instituciones, y del otro los desarraigados de siempre, que sólo cuentan cuando hay que recoger la cosecha.
La comparación se vuelve inevitable: en momentos en que Tabasco se debate entre la angustia y la tragedia, sería impensable que a las autoridades se les ocurriera pedir identificaciones a quienes acuden a los refugios en busca de ayuda, por el solo hecho de parecer extranjeros.
Nuestra solidaridad con Tabasco.