La hipótesis continuista
En el proceso de cambio de rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) han surgido señalamientos en la prensa escrita que especulan sobre la existencia de un plan o propósito oculto para favorecer a uno de los candidatos. Se dice que el proceso que dirige la Junta de Gobierno “es una farsa”, que se trata de algo “decidido de antemano” en el que los “dados están cargados” en favor de un aspirante que representa la continuidad. El común denominador de lo que podría llamarse la “hipótesis continuista”, según la cual el doctor José Narro Robles sería el beneficiario de un proceso amañado, es que se ignora lo que realmente pasa en la más importante institución de educación superior e investigación del país y del mundo, a la que algunos analistas muy respetables otorgan el mismo tratamiento que a una secretaría de Estado, un partido político o un sindicato.
Pero si bien hace falta un conocimiento detallado del actual proceso de cambio de autoridades universitarias, lo que hay de sobra es, al parecer, un doble propósito. En algunos casos no queda claro si se pretende desacreditar a un candidato –algo que en el caso de Narro no ha ocurrido, pues la propia comunidad universitaria se ha expresado en la etapa de la auscultación ampliamente en su favor–, o se trata de dañar la imagen del rector saliente, el doctor Juan Ramón de la Fuente.
Es importante observar con atención que se trata de minimizar o distorsionar los logros del rector, que han sido reconocidos no sólo por los universitarios, sino por la comunidad académica internacional y la mayor parte de la sociedad mexicana. Cabe preguntarse: ¿para qué? Si se trata de formular hipótesis, se puede proponer entre las posibles explicaciones que De la Fuente representa para el futuro de México algo más que un rector que deja su cargo.
Dentro de una visión esquemática, ante un relevo de autoridades se plantea la disyuntiva entre continuidad y cambio. A manera de reflejo se responde casi siempre –especialmente fuera de la universidad– por el cambio. Pero si algo está funcionando bien, ¿por qué cambiar? La mayoría de los candidatos a la rectoría han reconocido los logros alcanzados por la institución durante los pasados ocho años y han señalado, como consta en las diferentes entrevistas publicadas en los medios de comunicación, que hay que mantener la posición alcanzada por la UNAM durante la gestión del rector De la Fuente. Todos, incluido Narro Robles, han identificado áreas en las que existen debilidades y en las que hay que poner mayor atención. Es absurdo pensar que hay que partir de cero. Para quien conoce la Universidad Nacional, la continuidad como algo peyorativo no tiene ningún sentido en este proceso.
Dentro de la hipótesis que se analiza, la Junta de Gobierno sería algo así como un conjunto de 15 “peleles” –para usar un término en boga– que harán lo que alguien les diga que hagan. No me imagino a Manuel Peimbert o a Francisco Bolívar Zapata, por citar sólo a dos de sus integrantes, esperando recibir instrucciones. Este órgano de gobierno universitario tiene una tarea de enorme responsabilidad, que consiste en examinar las propuestas de la comunidad universitaria, los programas de los candidatos y la realidad del país para llegar a una resolución que sea la de mayor beneficio para la UNAM y para México. No es que desconozca las críticas al procedimiento que marca la Ley Orgánica (en las que yo mismo he participado), en la que la única facultada para la elección del rector es la Junta. Hasta el subcomandante Marcos propuso en su más reciente visita a Ciudad Universitaria su derrocamiento; pero creo que no existen hoy, especialmente después de las elecciones del 2 de julio, puntos de referencia creíbles para proponer votaciones “democráticas”.
Quienes afirman que José Narro Robles es el delfín de Juan Ramón de la Fuente no están bien informados. Se trata de un universitario que compite por cuarta ocasión por la rectoría, es alguien que conoce en detalle la universidad. La hipótesis del continuismo falla. Quienes tratan de ver a De la Fuente a sus espaldas, porque existe una amistad que los une desde hace muchos años, se equivocan. Es como pensar que la cercanía de José Sarukhán con José Antonio de la Peña o la amistad de Jorge Carpizo con Diego Valadés les resta independencia. La responsabilidad de un rector es con la UNAM y con México, no con sus amigos.