Desde Otras Capitales
La hoyada
Ampliar la imagen Laderas de la hoyada, en La Paz Ximena Bedregal Foto: Ximena Bedregal
La Paz. Bajo un cielo azul intenso de luminosidad cegadora y rompiendo la infinitud del altiplano andino, se encuentra el gran hueco, la hoyada, de Chuquiagu, nombre aymara de La Paz, de cuyos cerros cuelga la ciudad formando una intrincada y vistosa textura de ladrillo, adobe y brillante calamina.
Abrazada por nevados eternos y a los pies del imponente Illimani, esta telúrica ciudad de altura y profundidad se despliega entre los 4 mil y los 3 mil 200 metros de altura en forma de lagartija.
A diferencia de casi todas las ciudades, las clases pudientes se ubican en los barrios más bajos, donde hay más calor y oxígeno.
La falta de espacio ha hecho que su parte central sea un conjunto de altos edificios de clase media, que asemeja un pequeño Nueva York, y los nuevos barrios ricos de las partes bajas se construyan en mesetas logradas a base de despuntar los cerros.
Los barrios pobres en cambio cuelgan de las laderas en pequeñas terrazas donde, vía autoconstrucción, se levantan viviendas que parecen romper todo equilibrio y que en cada época de lluvia lamentan derrumbes y víctimas.
Las principales coordenadas para orientarse y recorrer la ciudad son las palabras “arriba o abajo”. Diariamente los habitantes de las laderas este y oeste de los cerros bajan y suben hasta 965 escalones para recorrer 200 metros en callejuelas de escaleras que, llenas de puestos de ventas, atraviesan toda la ciudad y exigen a sus habitantes no sólo buenas piernas sino mejores pulmones.