María Noel Lapoujade presentó La imaginación estética en la mirada de Vermeer
Llama especialista a iniciarse en la búsqueda de la luz por medio del arte
En su libro, la filósofa y académica de la UNAM se mete en la obra del pintor holandés
La música, la pintura y cualquier creación positiva nos vuelve más humanos, indica
Ampliar la imagen La joven de la Perla, conocida como la Mona Lisa del Norte, cuadro de Johannes Vermeer
La pintura es filosofía que entra por los ojos. Con esa convicción, la filósofa María Noel Lapoujade prácticamente se mete en la obra plástica del pintor holandés Johannes Vermeer (1632-1675) para “extraer luz”, en el sentido más amplio del concepto.
Coincidieron en señalar lo anterior Elsa Cross, Rita Eder y Jan-Cornelius Schulz, quienes presentaron hace unos días el libro La imaginación estética en la mirada de Vermeer (Editorial Herder), de Lapoujade, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Aunque la primera parte es árida, como reconoció la propia autora, el resto del texto es “un claro en el bosque. Este libro me expresa, pues me he tomado diversas libertades: de estilos, puntos de vista y métodos”, agregó la especialista.
Afirmó que los lectores “van a encontrar una multiplicidad, diversas lecturas: como un libro de estética, de relaciones entre estética y epistemología, o como un trabajo que tiene detrás una metafísica del arte”.
La vida humana como valor supremo
Autora del clásico Filosofía de la imaginación (Editorial Siglo XXI, 1998), María Noel reiteró que en La imaginación estética... “hay una filiación de una metafísica del arte, porque pienso que éste, ya sea música, pintura o cualquier creación humana que podemos llamar arte, es una vía real más plena para que el hombre se vuelva humano, porque mediante el arte se manifiesta como creador, no como destructor.”
Si bien a veces esta creación es transgresora, continuó, “es hacia la vida. Claro, también habrá formas de arte que consisten en la destrucción, pero esto no me permito concebirlo como tal. Para mí, el valor supremo de lo humano es la vida, digna y plena.
“En este libro también podemos intentar otro tipo de lectura, concebirlo como una especie de vía de iniciación en la búsqueda de la luz. Una iniciación ardua, larga, difícil, pues como decía Platón, difíciles son las cosas bellas.
“Una búsqueda de la luz en todo sentido, desde el punto de vista de la óptica, de la física, de la pintura, metafórico. La luz como la iluminación interior. La luz hacia el huerto del alma. En eso está la riqueza que uno hace como un trabajo, pero también como una manera de expresarse.
“Es un libro que trabaja, que hila, que teje la luz, desde el inicio hasta el fin. Si tuviera que elegir una palabra para definir el libro, diría, precisamente, luz, en la complejidad infinita de sus sentidos.”
Para la escritura de su texto, Lapoujade utilizó “el método reductivo, o síntesis regresiva kantiana, o si lo quieren poner en el terreno de la mística, el que consiste en una vía del despojamiento, es decir, partir del volumen, del cuerpo con carne, con huesos, con vida, para irlo despojando reductivamente hasta llegar a un elemento sólo en apariencia simple que es el punto.
“En esa búsqueda llegué a reducir las coordenadas espacio temporales al punto y al instante. En el punto está contenido el espacio-tiempo y cuando lo volvemos corpúsculo deviene la perla.
“La perla, aparte de su realidad material es un concentrado de energía y de vida, una expresión complicada del mundo, del universo que está ahí comprimido. Esos son los elementos filosóficos que me movieron con la teoría de la imaginación estética, y a desplegar el pensamiento filosófico para, de alguna manera, anclarlo, expandirlo, desarrollarlo y encontrarlo en la pintura de Vermeer”, concluyó Lapoujade.
En la velada literaria estuvieron también presentes el director de la Facultad de Filosofía y Letras, Ambrosio Velasco Gómez, quien dio la bienvenida a los presentadores, así como Claudia Lucotti, quien moderó la mesa.
Al final de las intervenciones fueron interpretadas la Obertura: Ballet, Anónimo del Siglo XVI, y la Suite Abdelazer, de Henry Purcell (1659-1695), por el Quinteto de Alientos de la Escuela Nacional de Música de la UNAM, bajo la dirección de Francisco Viesca, con las ejecuciones de él mismo en el oboe, Héctor Jaramillo en la flauta, Juan Carlos Barajas en el clarinete, Fernando Torres en el corno francés y Lorena González en el fagot.