Usted está aquí: miércoles 31 de octubre de 2007 Espectáculos Salón Palacio

Salón Palacio

Carlos Martínez Rentería
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El Tupperware, legendario bar madrileño

Madrid, 30 de octubre. Parece extraño que un bar se llame Tupperware, pero si se compara la utilidad de esos recipientes herméticos, dentro de los cuales los alimentos perduran conservando su auténtico sabor, con este mítico bar fundado en los mejores días de la Movida Madrileña, se entiende su nombre. El establecimiento ha logrado mantener una esencia anacrónica y a la vez muy viva, convirtiéndose en referencia obligada del famoso barrio noctámbulo de Malasaña. En una de las paredes de este pequeño bar hay un mural de Los Beatles y en una pantalla se transmite permanentemente aquella película en blanco y negro filmada en Londres, en la que el Cuarteto Liverpool se prepara para un concierto. Los inofensivos intentos de rebeldía de aquellos músicos de los años 60 conviven con las juventudes contemporáneas de Madrid, que lo mismo bailan música tecno que con los ya seniles representantes de la Movida, como es el caso de Antonio Vega y Nacho García Vega, mejor conocidos como Nacha Pop, banda emblemática de aquellos tiempos, que se presentó esta semana en el Palacio de los Deportes de la capital española.

Los jóvenes no están de acuerdo con la conservadora prohibición del llamado Botellón (beber libremente en algunas plazas y glorietas), pero si de beber se trata sobran lugares y el consumo de otras sustancias prohibidas es relativamente fácil, pero son mucho más caras que en México. Otros bares de Malasaña son La Vía Láctea y El Barco; este último es de los que cierran más tarde, o más temprano, justo a las seis de la mañana. Imposible sería enumerar los bares recorridos con la guía de nuestros generosos anfitriones Jaime y Miguel, ambos ex becarios de la embajada de España en México, con quienes conocimos la Caracola (saludos a su entrañable propietario Diego), el Estocolmo, Carajillo y Siroco, entre otros.

Generación.Monográfico.net

Programar una presentación en viernes al mediodía es casi una invitación para que no llegue nadie y si además la difusión es nula, pues resulta un fracaso. Sin embargo, la presentación del libro Generación-Monografico.net, las transgresoras más longevas de México y España, reunió en uno de los salones barrocos del majestuoso palacio –que alberga la Casa América– a unas 15 personas que fueron testigos de un provocador performance de la Congelada de Uva, quien se había introducido un Niño Dios de porcelana en la vagina (muy bien envuelto en un condón) y lo sacó frente a todos. Hubo algunas preguntas y se vendieron los ejemplares suficientes para comer un abundante menú español con un par de cañas.

Precisamente fue en la Casa América donde se celebró hace tres semanas el Festival Viva América, entre cuyas actividades se montó la exposición colectiva Iberoamérica Global (entre la globalización y el localismo), que aún está abierta al público y en la que México está muy bien representado con una instalación de Teresa Margolles, quien reproduce a mano sobre una pared varios narcomensajes como aquel que dice: “Por hacer una llamada anónima a las autoridades”.

El bar Covadonga, La Integral y la Historia de un incendio

Caminando por la calle de Atocha de pronto en una esquina, justo frente a la estación del Metro Antón Martín, encontramos el Bar Covadonga. No sé si tiene alguna relación filial con nuestra cantina Covadonga de la colonia Roma, tampoco entré, pues se halla en reparación, pero de cualquier manera no pude evitar la nostalgia ante tal descubrimiento. Cruzando esa avenida, sobre la calle del León, está una muy particular tienda llamada La Integral, cuya fachada de madera aún conserva los anuncios originales: “Pan caliente, hornada de tarde, Confitería, Sucursal Echegaray 5”, pero en realidad ahora es un espacio alternativo donde se venden dibujos, pinturas y arte-objeto de artistas contemporáneos, así como ropa de diseño, libros, discos y revistas del underground madrileño, así como otras curiosidades, sin faltar máscaras de luchadores mexicanos, que son la fascinación de moda. En esta terribly cool shop (como dice en su tarjeta de presentación) se inauguró una muestra pictórica, a la que asistí. Había una mesita con litronas de cerveza (lo que aquí serían caguamas) y algunas botanas. El lugar es tan pequeño que la mayoría estábamos en la calle. Ahí conocimos al escritor madrileño Servando Rocha, quien recientemente publicó el ambicioso y bien editado libro Historia de un incendio, arte y revolución en los tiempos salvajes: de la Comuna de París al advenimiento del punk. Sumergirse en él es un viaje alucinado y felizmente romántico.

 
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