El libro es un intento para comunicarme de otra manera, expresa la periodista
María Victoria Llamas da cauce a su vocación literaria con Qué le cuento
La proliferación en radio y televisión de programas sobre chismes de la farándula, hace tres años dejó sin trabajo a la conductora y periodista María Victoria Llamas. Le dijeron que programas como los que hacía –de servicio social– ya no le interesaban al público. Entonces empezó a trabajar en algo que desde hace tiempo venía posponiendo: hacer literatura. Era su asignatura pendiente.
Nacida en la ciudad de México (1940), hija de exiliados republicanos españoles, Llamas ha sido también guionista de programas culturales, poeta, entrevistadora, intérprete y traductora.
Ahora acaba de publicar un libro, Qué le cuento (Grupo Editorial Norma), en el cual da cauce a su vocación literaria. De las razones y el proceso para escribirlo, habla en entrevista.
–¿Qué parte de María Victoria Llamas se expresa ahora en estos cuentos?
–Empecé a escribir hace como ocho o 10 años para plasmar vivencias que no quería olvidar y tenía necesidad de contar. Empecé por tres cuentos del exilio, porque mi punto de vista siempre fue el de la otredad, me sentía Gulliver siempre viajando. Adentro de mi casa se hablaba un lenguaje y afuera otro; adentro de mi casa se comía de una manera y afuera de otra.
“Las niñas en el colegio pedían dinero para gastar y mi madre me decía: ‘So tota, si todo el dinero es para gastar’. Entonces empecé con esos cuentos, que no son necesariamente autobiográficos, para mostrar cómo vivíamos la diferencia del idioma, que era una diferencia cultural.
“No recuerdo si fue Mark Twain o Bernard Shaw quien dijo que Estados Unidos e Inglaterra eran dos países divididos por el mismo idioma. Siento que entre España y México pasa lo mismo.”
Cambios en el lenguaje
Más tarde, prosigue María Victoria Llamas, “se me ocurrieron otras cosas, las fui guardando en un cajón; hace un par de años se me ocurrieron otras y cuando volví a verlas reunidas vi que había suficiente para un volumen. Mi sorpresa fue que ahora las editoriales no quieren publicar cuentos. Afortundamente los de grupo Norma fueron muy educados y corteses, y me dijeron que sí, sin haber publicado antes con ellos”.
–¿La literatura era un pendiente en su vida?
–Sí, aunque nadie los lea, me los debía a mí misma. Y como ya no estoy en el periodismo ni en la radio ni en la televisión porque mis programas los sustituyeron con un programa de chismes o de futbol, pues este libro es un intento de comunicarme de otra manera.
–Entonces, ¿la literatura es su salvación?
–Más que salvación, es una necesidad. Escribir, no tanto publicar, es una necesidad. Sentarme a revisarlos, corregirlos, cambiarlos, era una necesidad. Creo que comunican, y de eso se trata.
Qué le cuento contiene 17 relatos y una sección de “Cuentos más que breves”.
Los temas son variados. Además de los del exilio, hay dos dedicados al terremoto de 1985: “Esa mañana yo estaba al aire en Televisa Chapultepec, con Lourdes Guerrero. La antena en lugar de caer sobre nuestras cabezas, cayó sobre la calle. Fuimos de los pocos sobrevivientes, porque la mayoría de quienes estaban en Televisa murió”.
Tiempo después, “mi hermana María Eugenia me regaló un disco que publicó Sanborns de audios de momentos importantes de la historia de México, y ahí viene el último fragmento del programa donde yo empiezo a leer y luego habla Lourdes Guerrero. Entonces uno de los cuentos sobre el terremoto termina con las palabras textuales que dijo Lourdes en ese momento”.
También hay cuentos sobre la indecisión, la identidad, la pasión, la intensidad, sobre las citas a ciegas que a veces son citas con el destino y que tú no sabes que van a serlo”.
El cuento que da título al libro es el más largo, “es una especie de reflexión que creo que todas las mujeres hacemos cuando nos estamos arreglando frente al espejo. Empezamos con un monólogo interno, alucinante y esquizofrénico. Pensamos: dónde dejé el rubor, que antes le decían colorete, ah y porque en esa época a los hombres que estaban muy guapos no les decíamos cueros, sino mangos… Y mi mamá se enojaba cuando yo decía piocha, gacho o chicho… A nosotras nos decían apretadas, porque no nos dejábamos manosear, porque a las que se dejaban las desfloraban…
“En fin, es sobre el lenguaje, los cambios ocurridos en éste. Antes a los hijos de madres solteras se les decía naturales. Y hoy dices, ¿pues qué hay de otros? ¿Hay artificiales? Hay otras palabras que ya no se usan, como amancebado, amasio, etcétera. Ya nadie habla así.”
Qué le cuento contiene dos prólogos: uno de Germán Dehesa y otro de Víctor Hugo Rascón Banda. Ambos participaron en la presentación que se efectuó hace unos días en el Museo Casa del Risco.