Un Milagro Cultural
Entrevista con el artífice de una cruzada nacional para masificar la música en Venezuela
Nuestro proyecto busca revertir “la tragedia del centralismo”: Abreu
El fundador de la sinfónica Simón Bolívar subraya las aportaciones de Carlos Chávez y Eduardo Mata al arte sonoro de ese país
Recomienda extender ese ideal en toda Latinoamérica
Ampliar la imagen El alumno y el maestro: Gustavo Dudamel, anteayer, en Monterrey, y José Antonio Abreu, en Berlín Foto: Pablo Espinosa y Eva Usi
Berlín. La crítica alemana no escatimó en elogios al director Gustavo Dudamel y su Orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar durante su reciente gira por Alemania.
Dudamel, de 26 años de edad, es visto como un fenómeno que ha logrado despertar en el público alemán el interés en la música de Beethoven, imprimiendo a sus interpretaciones una pasión, vitalidad y frescura contagiosas.
El director de orquesta y otros jóvenes talentos musicales venezolanos surgieron de un proyecto iniciado en 1975 por el economista, compositor y conductor José Antonio Abreu.
Considerado un icono de la música en Venezuela, fue fundador de esa sinfónica y de la Fundación del Estado para el Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles, red en la que participan actualmente 290 mil niños y jóvenes que dan vida a 57 orquestas infantiles y 125 juveniles.
Cuando Abreu comenzó el proyecto había en Venezuela dos orquestas integradas por emigrantes europeos, ahora, el país de 27 millones de habitantes cuenta con 22 sinfónicas profesionales.
De la pobreza material al gozo
Abreu es el impulsor de un renacimiento cultural en Venezuela, llevando la alegría de la música a innumerables niños provenientes de las comunidades más vulnerables y excluidas de la sociedad venezolana. Un proyecto cuyos orígenes están vinculados profundamente con México, con dos grandes figuras de la dirección orquestal: Carlos Chávez y Eduardo Mata.
“Teníamos que garantizar el acceso de todo niño, todo joven de clase baja y popular a la formación instrumental y vocal. La manera más adecuada para hacerlo era promover una red nacional de coros y orquestas juveniles e infantiles, y así se consiguió”, dice Abreu en entrevista con La Jornada.
“En el seno de la orquesta o del coro, el niño se inicia en la vida social de una manera maravillosa. Pasa de una pobreza material dolosa y solitaria a una vida gozosa, llena de esperanza.
“Con el entrenamiento de su instrumento y el apoyo de sus maestros, el niño inicia un camino ascendente y el sistema se encarga de llevarlo a lo largo del escalafón académico a la dignidad profesional”, señala.
–Cuando comenzó el proyecto, ¿se imaginó usted que tomaría estas dimensiones?
–Desde el principio fue concebido como un proyecto nacional. No era para la ciudad de Caracas. Latinoamérica siempre ha sufrido la tragedia del centralismo. Las capitales concentran gran parte de la vida artística.
“Nosotros no queríamos que Caracas monopolizara este proyecto, sino que todas las ciudades, todas las provincias, las periféricas, las más pobres, tuvieran tanto acceso como el centro del país.”
Desde entonces el sueño del visionario músico consiste en extender este ideal en toda América Latina.
“Bolívar decía que América Latina era una nación de repúblicas, que América era una nación de repúblicas, porque el término América Latina entonces no existía. Nosotros formamos parte de esa gran nación y, por cierto, los primeros países con los que establecimos contacto fueron Colombia, México y Trinidad.
“En México tuvimos el privilegio de contactar desde el principio con dos grandes maestros: Carlos Chávez y Eduardo Mata.”
Lección de latinoamericanidad
–¿Cómo sucedió?
Al maestro Carlos Chávez lo conocimos el mismo año de la fundación de la orquesta, en 1975, cuando el presidente de México (Luis Echeverría) realizó en julio de ese año una visita de Estado en Caracas. Escuchó a la sinfónica y la invitó a México.
“Fuimos a tocar a la ciudad de México, Puebla y Cuernavaca. Estando en Bellas Artes llevamos la tocata para percusión del maestro Chávez. No soñábamos con encontrarlo. Al final del concierto, él estaba oculto en el público y vino a saludarnos. Yo lo invité a visitar Venezuela esperando que él tuviera la buena voluntad de venir a mi país y darnos alguna fecha. Pero me dijo: ‘Si ustedes necesitan mi aporte yo se los voy a dar inmediatamente’.
“En menos de dos semanas estaba el maestro Chávez en Caracas. Estuvo un mes trabajando con la orquesta sin parar todo el día, en un salón de ensayos muy incómodo, porque apenas estábamos empezando. Dirigió un concierto con la orquesta en el Teatro Municipal de Caracas, que fue una apoteosis impresionante, un éxito enorme.
“Al año siguiente fuimos invitados al Festival Mundial de Orquestas Juveniles en Escocia, y cuando se nos preguntó quién dirigiría el concierto, nosotros dijimos que invitaríamos al maestro Chávez, y así fue. Nuestra primera gira internacional fue conducida por Carlos Chávez.
“Se estableció entre él y la orquesta una relación de profundo amor, de veneración. La muerte de Chávez fue para nosotros un duelo que no ha concluido. Dejó una lección magistral de aptitud artística, de latinoamericanidad, de maestría sin límites y, por supuesto, de altísimo humanismo.
“De manera que el nombre de Carlos Chávez es para nosotros una gloria, un patrimonio moral y artístico eterno. Para la orquesta y para Venezuela.”
Nuevo mensaje de AL al mundo
–¿Y Eduardo Mata?
–Eduardo Mata, quien era alumno de Chávez desde que vino a Caracas, empezó a trabajar con la orquesta y estableció una relación tan importante con la Simón Bolívar que a los pocos meses decidió grabar con Dorian Records varios discos con la sinfónica, seleccionando el mejor repertorio latinoamericano. De manera que él se convirtió, a los cinco años de fundada, en el gran director de la orquesta en el mundo. Tuvimos un éxito enorme en la venta de los discos de Mata, inclusive uno de ellos obtuvo un premio en Alemania.
“Entonces menciono a Chávez y a Mata, porque son dos figuras que para nosotros encarnan la presencia más vigente y más entrañable de México en nuestro corazón.”
En América Latina lo que más falta es formar maestros. “No pueden ser simples instructores. Tienen que ser apóstoles, hombres y mujeres consagrados de corazón a la tarea”. El sistema fundado por Abreu se está aplicando en Venezuela en la educación básica, con el objetivo de que cada escuela genere un coro y una orquesta.
“Es una gran meta para una educación integral avanzada, revolucionaria en América Latina, que pueda ser utilizada luego como medio de integración continental”, afirma.
“Este proyecto nos enorgullece, porque además del aporte que hace musicalmente en América Latina, trae un nuevo mensaje al mundo. Que el arte puede y debe ser, además de valioso por su dimensión estética, una herramienta insuperable, incomparable de desarrollo humano, y en esto yo creo que América Latina va a ser pionera. Ya algunos humanistas de finales del siglo XX habían previsto que una de las profundas transformaciones del mundo en el siglo XXI la iba a dar la masificación, la democratización de la educación artística”, concluye.