Usted está aquí: lunes 29 de octubre de 2007 Cultura Ámbar Past y el Taller Leñateros

Elena Poniatowska/ II y última

Ámbar Past y el Taller Leñateros

Ampliar la imagen Festejo por el aniversario de la publicación de Conjuros y ebriedades Festejo por el aniversario de la publicación de Conjuros y ebriedades

“De la tierra nos inspiramos: fotocopiamos el fósil de una hoja tropical, la superficie de un caracol marino –continúa Ámbar Past–. Retomamos técnicas de impresión manual: xilografía, cestografía, petalografía. Reinventamos el unicornio para que su cuerno pueda perforar el orificio de una cámara de cartón, según una técnica árabe del siglo XII, descubierta por el pintor Carlos Jurado, maestro y consejero ritual de los Leñateros.”

–¿Pero, Ámbar, a poco tenían tiempo las mujeres y los hombres de trabajar en el Taller Leñateros? ¿No tenían hijos que cuidar?

–Eran sirvientas, lavanderas, vendedores ambulantes y desempleados y ahora son dueños de su propia empresa. Graban y traducen las canciones que cantan, y de sus voces nació la publicación de mil 650 ejemplares del libro bilingüe tzotzil/español de 200 páginas, con 60 serigrafías de pintoras tzotziles y tzeltales Conjuros y ebriedades, cantos de mujeres mayas. Es el primer libro escrito, ilustrado y confeccionado por el pueblo maya en más de 500 años, desde que las primeras Madrespadres mayas hicieron sus códices sagrados, y en su hechura participaron 150 hombres y mujeres y niños.

Ámbar Past resuelve su vida con sus sueños y el Taller Leñateros se hizo con la materia de los sueños. Por eso primero se llamaba Taller de los Sueños y no Leñateros. El rostro de cartón del libro de Conjuros y ebriedades sale de un sueño. Es una cara de cartón color de la tierra que tiene dos cejas y bajo esas dos cejas ojos con ojeras y una boca de gruesos labios encima de la barbilla muy bien formada. Sin embargo, no es una máscara sino un rostro que sale de la eternidad, forjado con molde y prensa mientras la pasta del cartón está fresca. El libro no sólo te mira, el libro canta, el libro te toca con su textura como tú lo tocas cuando lo tienes en las manos. Te pesa y te duele como un cuerpo. Es un libro que toma la temperatura del mundo; resiente el clima, si es húmedo, el libro se sensibiliza a la humedad; si hace calor, transpira. En su textura se ven los fragmentos de bagazo, los pétalos prensados, el rastrojo, el color de las mejillas se acentúa en los pómulos, su fibra ya no es la del papel, recuerda la propia condición humana, están allí los humores y la linfa, ¿cómo es posible que el desperdicio se convierta en algo tan hermoso? Suda el libro entre las manos, hecho con lo que acostumbramos tirar a la basura, por eso mismo respira y palpita. Dentro del espeso cartón color de tierra y de árbol destacan palitos y fibras vegetales, como si fueran fósiles insertos en su trama. Conjuros y ebriedades se confeccionó con el mismo papel de los códices mayas, está cargado no sólo del conocimiento y de la sabiduría heredada de siglos sino del cuerpo de los artesanos. El libro es carne de su carne, hueso de sus huesos, sangre de su sangre.

El rostro de cartón respira, mira a través de la ranura de sus ojos, habla con su boca abierta dentro del papel y si lo tomamos entre las manos, los ojos nos ven.

Alquimista, Ámbar Past convierte todo lo que recoge en alimento. Al igual que Sor Juana en su sueño, los Leñateros ponen a hervir en grandes ollas trapos viejos y rastrojo y lo transforman en poesía. Su trabajo es distinto al de cualquier impresor, porque los talleristas heredaron su sabiduría de los astrónomos y los matemáticos mayas. Hacen ciencia. Por eso son capaces de levantar pirámides de papel. Sus libros son de brujería y al mismo tiempo son sagrados. Sólo con abrir Conjuros y ebriedades queda uno bajo el sortilegio. No te muevas, aquí estoy, dice el libro, ya para ti no hay escape, ya estás dentro de mí, no te queda sino abrir mis páginas y poseerme.

Conjuros y ebriedades es uno de los cien libros más bellos del mundo.

A Ámbar le contaron que para que muriera el árbol de durazno de un enemigo había que plantarle en frente un palito de pino. Si la mujer del dueño del árbol de aguacate está embarazada, debe darle tres mordidas a tres aguacates para que no se eche a perder la fruta. Para liberar un campo de maíz de tejones y ratas que se comen el grano, un muchacho y una muchacha desnudos tienen que darle tres vueltas al campo o regarle al borde ajo y tabaco. El ajo quita dolencias, evita catástrofes, detiene al rayo. Con la orina de una mujer se puede curar a un envenenado y con ajo y tabaco y una vieja falda envolver una pierna lastimada que amanecerá como si nada. Para estar seguro de que una pistola va a dispararse, hay que meterle trece chiles tostados y calentarla un ratito en el comal. Quitarle el aire a una mula es fácil, basta ponerle la cola en cruz, pasarle una moneda por la cola y recorrerle tres veces la barriga con un morral de mujer. Xpetra pide permiso para usar su cuerpo como lodo para fortalecer y emparejar los muros de su casa. Ámbar apunta y apunta y apunta y el libro va creciendo en poderes mágicos y encantaciones.

A veces un conjuro es un cuento, otras es sólo una canción, como la canción de cuna que Petra Tzon Te’Vitz publica en Conjuros y ebriedades:

¡Vayan, olol, vayan! Yu’un ta me Xyakub atot...

¡Duérmete, pichita, duérmete!

Tu tata ya está borracho.

Y si me viene a pegar,

me voy a escapar al monte...

Una mujer conjuradora no es bruja o curandera. En el mundo maya la medicina, tanto mágica como terapéutica, es asunto de hombres. Los Padresmadres son la imagen perfecta de Dios, eterno porque se concibió y parió a sí mismo e hizo al mundo, y a hombres y mujeres distintos a quienes separó, para que no se creyeran dioses y conocieran el dolor del amor y el del parto. Una conjuradora nace con el don. Desde niña arma en el suelo círculos mágicos aparecidos en sus sueños con florecitas y palitos. Habla con sus muñecas de trapo y las cura del moco invocando a Kajval Hermano del Trueno. Le pide que le busque un novio con caballo y milpa. “En muchos conjuros se desea que el animal de uno no muera o no se enferme o lo robe y se lo coma alguien”. La cosmogonía maya indica que cada persona nace con su animal paralelo: hay quien tiene una serpiente compañera con cabeza de tijera y sabrá el arte de la costura, o un jaguar con cabeza de pajarillo silbador y será valiente, audaz y tendrá talento para la música y el canto. “Si tu animal enferma, enfermarás, si muere habrá que llamar a su alma, metérsela a un animal similar para que tú no mueras”.

El conjuro más recomendado de este libro está en la página 131 y su título es terrible, “Hechizo para Matar al Hombre Infiel”, lo invoca la tzotzil Tonik Nibak e inicia sus versos diciendo:

Que pague con su carne.

Y que no pase de mañana o pasado.

Que Trece Diablos Mujer,

que trece Diosas de la Muerte...

Borren su nombre...

Y termina con una maldición atroz:

Que se atragante con un frijol.

Dale chorrillo, sécale su semen.

Hazle chiquita chiquita su verga.

Que no se vaya a escapar.

Agárrenlo. Mátenlo en su cama.

Estudiosos, escritores y artistas como David Huerta, Carlos Jurado, Eduardo Galeano, Carlos Montemayor, Francisco Toledo y el premio Nobel de Literatura José Saramago han celebrado los libros del Taller Leñateros. La edición 2007 de la prestigiosa Antología de poesía latinoamericana de la Universidad de Oxford, Inglaterra, incluye tres selecciones del libro Conjuros y ebriedades, cantos de mujeres mayas.

Hasta la capital fueron a dar los miembros del Taller Leñateros y cuando visitaron Bellas Artes, el Museo Nacional de Antropología y el Museo Tamayo, el público, al ver sus enaguas, sus huipiles y los listones de sus sombreros preguntaron si eran parte del espectáculo. Recibidos con júbilo en todo el Distrito Federal, los leñateros ganaron nuevos admiradores. El subcomandante Marcos los felicitó con emoción, Durito con verdadero júbilo y la comandanta Esther (quién hizo un discurso deslumbrante en el Congreso) fue la mejor representante de las mujeres mayas, ya sean alfareras, tejedoras, madres de familia o admirables zapatistas, como ella.

Roma, Barcelona, Montreal, Tokio, Nueva York y Washington elogian los libros y revistas. España, Francia, Italia, Noruega, Canadá, Guatemala, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Colombia, Venezuela y Puerto Rico los celebran. Bibliotecas y museos los atesoran. El Colegio de México tiene ejemplares; así como la British Library, en Londres; la Casa della Poesia en Salermo, Italia; el National Museum of Women in the Arts. en Washington, y las universidades estadunidenses de Harvard, Princeton, Yale, Darthmouth, Swarthmore, Arizona, Utah, Delaware, Minnesota, Florida y California.

Conjuros y ebriedades es un libro grande, 25 centímetros por 25 centímetros y, según Ámbar, pesa casi dos kilos. Su lenguaje es luminoso y fuerte, como lo es Ámbar y su equipo de Leñateros. Si usted, querido lector, lo toma entre sus manos, le crecerá un árbol en la cabeza.

Todo caminante en los Altos de Chiapas coloca una piedra a su paso, testimonio de su presencia y de su andar. Los Leñateros cuentan que por eso crecen los cerros. La piedra sobre el montón es el balance de los años, el tributo al principio del siglo, la ofrenda para empezar de nuevo.

 
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