“No había de otra: quedarse en la plataforma o enfrentar las olas”, relata sobreviviente
Ampliar la imagen Alfredo Cruz Ruiz, uno de los sobrevivientes del accidente en la plataforma Usumacinta de Pemex, convalece en el IMSS de Campeche peche Foto: Cortesía de La Crónica de Cam
Campeche, Cam., 28 de octubre. Durante más de 18 horas Alfredo Cruz Ruiz estuvo amarrado a la balsa mandarina en la que él y sus compañeros evacuaron la plataforma Usumacinta tras la fuga de gas ocurrida el martes pasado. Cuando a las 10 de la mañana del día siguiente fue rescatado, sintió que volvía a nacer, según su testimonio.
Las olas de ocho metros y los vientos de más de 130 kilómetros por hora lo aporreaban una y otra vez y prácticamente le destrozaron la oreja derecha, por lo que fue hospitalizado en la clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social de la ciudad de Campeche, donde este viernes le implantaron un nuevo órgano.
En la cama 240 del citado nosocomio, Alfredo, de 59 años de edad, de los cuales 13 ha trabajado en las plataformas marinas, señala: “Ojalá todavía tenga trabajo en la empresa Perforadora Central. Aún tengo fuerzas para regresar a las plataformas”, señala, acompañado de su esposa, Amada Damas.
Fue “poco después de la una de la tarde del martes (cuando) una fuerte marejada y el viento empujaron la plataforma Usumacinta sobre el pozo y degollaron las válvulas. Empezó a salir gas, pero no perdimos la calma”, dice.
Recuerda que cuatro compañeros arriesgaron la vida y bajaron a ver cómo controlaban la fuga del pozo Kab-101. “Desafortunadamente quedó una pequeña fuga. Pensamos que ya había pasado el peligro, incluso nos disponíamos a limpiar. Por eso se echó a andar la planta de emergencia”.
“Pero la fuga fue creciendo hasta ser incontrolable, venía directo del subsuelo, ya no había manera de controlarla y había que tomar una decisión: quedarnos ahí o enfrentar las olas. Teníamos temor de que al bajar a las mandarinas, el viento y la marejada nos estrellaran contra la plataforma, pero no había de otra, así que nos decidimos a bajar y meternos a los botes; yo iba en el número dos.
“Empezamos a navegar hacia tierra, tratando de no alejarnos mucho de la plataforma por si llegaban otros barcos a rescatarnos, pero eso nunca pasó. El único que había cerca creo que estaba salvando a los del bote uno, que incluso es más moderno; yo iba en uno de los antigüitos, tipo canoa (cerrados), con el que tratábamos de llegar a tierra.
“Íbamos bien. Pero nos agarró una marejada grandísima, una ola demasiado grande, y nos revolcó, nos dio varias vueltas y nosotros dimos tumbos adentro de la embarcación; creo que fue ahí donde me lesioné la oreja, la frente y la cabeza.
“Les decíamos a los compañeros que fueran saliendo por las escotillas, pero quizá el miedo o no se qué no los dejó, y los que nos arriesgamos a salir nos aferrábamos al bote. Cuando venían las olas nos separaban del bote; era tanta la fuerza de las olas que nos arrancaba de donde estábamos sujetos y empezamos a dar volteretas. Ahí fue donde empezaron a quedarse compañeros que ya no podían regresar al bote; los que podíamos regresábamos, pero uno o dos se quedaban en el camino cada vez que nos revolcaban las olas; creo que son los que murieron.
“Varios pedían auxilio pero ni quién nos escuchara, y se fueron quedando, otros seguíamos nadando hacia el bote, tratando de aferrarnos. Mis compañeros, no sé si no sabían nadar bien o no les daban ya las fuerzas, realmente no sé qué pasó, y ahí quedaron, a la deriva”.
A pesar de que quedó destrozada, Pemex ordenó reparar la mandarina que recaló el miércoles a unos kilómetros de Ciudad del Carmen. En vez de adquirir otra, dijeron fuentes de la empresa, el personal trasladó este artefacto a sus instalaciones en Carmen.