Contra James Watson
Ampliar la imagen El doctor James Watson en imagen de archivo, mayo de 2007 Foto: Reuters
Resulta desilusionante que a estas alturas de la historia aparezcan declaraciones racistas, como las hechas en pasados días por el doctor James Watson, y ratificadas en su artículo Cuestionar la inteligencia genética no es racismo (La Jornada, 20/10/07). Es necesario atacarlas, yendo a la raíz del problema.
Una de las características de las seudociencias que afirman que las conductas del ser humano están determinadas genéticamente es la de la comisión de al menos dos falacias. En la primera, se afirma correctamente que todos los seres humanos tenemos un código genético; luego, sin argumentar claramente por qué, se sostiene que éste constituye la esencia de los seres vivos y los humanos, para concluir que todas las características de éstos provienen directamente del código genético y, por lo tanto, todo lo que sea o parezca ser común a los seres humanos está determinado por los genes.
En la segunda falacia se parte de otra premisa correcta: todos los seres vivos somos producto de la evolución, se sigue con otra premisa en la que se afirma que la evolución se lleva a cabo gracias a las variaciones, las cuales se heredan; a la selección natural y a las adaptaciones que de ella resultan, pero extrayendo la conclusión de que todas las características de los seres humanos –morfológicas, fisiológicas, conductuales y culturales–, son propiedades biológicas resultado de la selección natural.
La conclusión del primer razonamiento es falaz porque del hecho de que el código genético sea común para todo ser humano y determine características, no se desprende que todas las características estén determinadas genéticamente, en particular los comportamientos y los rasgos culturales. En el segundo razonamiento, el que la selección natural y la adaptación sean mecanismos universales de la evolución biológica (lo cual ha sido puesto en duda en varias ocasiones) no implica que todas las características, como las culturales, sean producto de la evolución por selección natural.
Al juntar estos dos razonamientos falaces quienes como el doctor Watson se ponen del lado del determinismo biológico, concluyen que todas las desigualdaes y las injusticias sociales tienen una explicación biológica, lo cual hace inútil cualquier tipo de acción social que se lleve adelante para superarlas: las discriminaciones de clase, raza o sexo no serían más que manifestaciones de leyes biológicas. Si obreros y campesinos, mujeres o afroestadunidenses ocupan un lugar inferior en la escala social, es porque sus genes, en comparación con los de empresarios, hombres y anglosajones no los capacitan para superarlos en capacidades y habilidades. Así, de nada valdrán normas de justicia ni movimientos sociales ni revoluciones. La justicia y la libertad son imposibles, lo determinaron los genes hace millones de años.
A todas estas falacias lógicas se les oponen numerosos argumentos que los deterministas biológicos, como el doctor Watson, jamás han comprendido. Imposible tratarlos todos aquí. Señalaré uno fundamental.
Nada en el universo tiene sentido por sí solo. Aislados, los genes no hacen nada. Son las relaciones las que constituyen y producen los fenómenos, tanto de la materia inanimada como de la materia viva. Los genes son genes no en sí mismos, sino porque se relacionan con otros componentes de la célula y del organismo, pero sin que alguno de ellos tenga una prioridad ontológica sobre los demás.
En la evolución todos han aparecido gradualmente condicionando su estructura y su función recíprocamente. Sólo adquieren su papel relevante en la medida en que se relacionan unos con otros, no en la medida en que existen como si tuvieran una misión predeterminada en la evolución. No tiene sentido la existencia y la aparición de ácidos nucleicos sin las proteínas con las que se relacionan ni al revés. ¿Por qué se insiste en que los ácidos nucleicos son lo esencial? No está demostrado eso por ningún lado.
Pero desde luego, al ignorar esto personas como Watson piensan que automáticamente se pueden conectar características como el color de la piel, con características como la inteligencia y la capacidad intelectual. ¿Dónde está la conexión? ¿De qué manera los genes que determinan una cierta cantidad de síntesis de una proteína que da color a la piel se conectan con otros que otorgan capacidades intelectuales? ¿Dónde están esos genes? Esa es la exigencia elemental que se debe hacer a quienes, como el doctor James Watson, son expertos en biología molecular.
Mientras no se muestre en los hechos esa relación, esas afirmaciones racistas son meras especulaciones vulgares, aunque provengan de un destacado Premio Nobel.