Usted está aquí: jueves 25 de octubre de 2007 Cultura Las edades de la inocencia

Olga Harmony

Las edades de la inocencia

En algunos casos resulta muy difícil determinar la edad de los niños que pueden presenciar tal o cual escenificación teatral y yo no me voy a ocupar con extensión del tema, porque una teatrista mucho más calificada que yo en estos menesteres piensa publicar un pequeño ensayo acerca del mismo. Me limitaré a dar algún ejemplo. Los jurados de la última convocatoria de Alas y raíces pensamos que la excelente escenificación de Boris Schoeman y el espléndido texto de Alphonse, la obra de Wadji Musaward, requerían espectadores púberes y adolescentes. Empero, quienes vieron la función con niños de todas las edades afirman que éstos mostraban gran interés por lo que ocurría en escena, lo que muestra esa dificultad de la que hablaba.

De igual manera, y gracias a la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, pudimos ver la versión del Teatro Mladinsko al cuento de los hermanos Grimm Blanca nieves y los siete enanos, para adultos y niños mayores de 12 años, que llegó al Festival Cervantino precedida de la fama de tener tintes muy oscuros y subversivos. Para nosotros, que no tenemos la carga de la guerra que sucedió en la antigua Yugoslavia, el montaje resulta un tanto decepcionante, ya que la lucha de la maldad contra la pureza –implícita en el mismo cuento– se da casi como una ilustración del original que podrían ver niños de cualquier edad. Es verdad que Blanca Nieves tiene, en el momento de vestir el simbólico corsé rojo, una especie de despertar a la sensualidad, y que los enanos, muy bien delineados en sus respectivos personajes y con gran capacidad de expresión corporal, obligan a la muchacha a realizar faenas domésticas, pero ni el desarrollo de la historia ni el grotesco final impedirían el disfrute de los infantes, que posiblemente no repararan en esos detalles y vieran en la sensual escena del corsé simplemente a una adolescente presumida que gusta de vestir una prenda nueva sobre su albo ropaje. A pesar de los antecedentes que se tienen de este teatro esloveno y de lo que la prensa publicara con tanto entusiasmo, el espectáculo no es del orden de lo que hemos visto de teatro de la antigua Yugoslavia y de la misma compañía Mladinsko.

En cambio, Arrullo para los niños despiertos, la comedia musical de Gabriela Huesca y Berta Hiriart se muestra como un ejemplo de lo que puede ser muy válido para niños de todas las edades. Si las canciones de Gabriela Huesca –muy bien cantadas por la propia autora– no son pegajosas y recordables, aunque las letras tienen mucho encanto, la amorosa relación entre madre e hija (encarnada con mucha gracia por Rocío Leal) y las travesuras de la niña, que sin duda están en lo escrito por Berta Hiriart y en la dirección de Perla Szuchmacher, ambas talentosas creadoras de teatro infantil que vuelven a hacer mancuerna, divierten en grande a su público. Como es ya costumbre en el teatro para niños del INBA, la producción es impecable, con la escenografía de Edyta Rzewska, el delicado vestuario de Maribel Carrasco y los arreglos musicales y el video de Arturo Marruenda. El sencillo texto de la enfermedad de una niña y la paciencia que le tiene la madre nos habla de los terrores nocturnos producidos por la fiebre y de la manera en que la dulzura maternal los destierra, como queda desterrada la enfermedad gracias a sus cuidados. Aunque texto y espectáculo resulten un tanto menores que el anterior de Berta y Perla, Adiós querido Cuco, que tanto gustó a los pequeños, la mezcla de ternura y juegos, que incluyen una divertida corretiza, no deja de ser muy adecuada para los espectadores, sobre todo por lo bien realizadas que están todas sus instancias.

Reparador de sueños de la compañía Imaginerías, dirigida por Humberto Ibarra que hace una mixtura de teatro negro, técnicas de clown y circenses, propone la idea de las imágenes que un niño tiene al soñar, sobre todo con lo presentado en teatro negro, que no deja de maravillar a los niños de diferentes edades, así las rutinas se extiendan un tanto excesivamente y la parte inicial, antes de los sueños en teatro negro, no sea tan brillante, a pesar de que se cuenta con un diestro elenco (Alaide Ibarra, Eric López, Karina Sánchez, Alejandra Zenteno, Raúl Jiménez, Bruno Benítez, Omar Soto y Karina Solano). La realización de los muñecos y los objetos de utilería es de la diseñadora Adriana Olivera, muy bien manipulados en cuanto al teatro negro, y el vestuario se acredita a Verónica Hernández Soto.

 
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