Avances contra la legislación Marlboro
En 70 días más nadie podrá fumar en los restaurantes, cafés y bares de Francia. Hasta hoy en esos lugares hay zona para fumadores activos y pasivos. Desde hace años está prohibido hacerlo en las oficinas gubernamentales, pero a veces las cámaras de televisión captan a jueces fumando apurados en los pasillos de los tribunales. Tampoco se permite en las escuelas, universidades y hospitales, en el sistema de transporte, los almacenes y centros comerciales. Quienes se oponían a la prohibición de fumar en restaurantes, cafés y bares fueron derrotados, comenzando por sus dueños, quienes alegaban baja en sus ventas. El gobierno demostró que la gente seguiría yendo a disfrutar la rica comida y los vinos que hacen de Francia una potencia. Una encuesta demostró que 90 por ciento del turismo provenía de países donde ya estaba prohibido fumar en los restaurantes y bares y que le molestaba llegar a comer donde sí se permitía.
También fue derrotada la campaña de ciertos grupos pro libertad absoluta y respeto a las garantías individuales, quienes argumentaban que era muy el gusto de cada quien enfermarse y que el gobierno no debía impedirlo. Se supo que quienes la encabezaban dependían de los servicios de salud del Estado, que son buenos, y por lo tanto les resultaba cómodo enfermarse con cargo al erario.
Las primeras causas de muerte en Francia son el cáncer, los infartos y males del corazón. El tabaco figura como el eje de esos dos azotes. El Estado, la sociedad, dedica millones de euros a tratar a los enfermos vía la seguridad social. Eso mismo ocurre en Estados Unidos, donde el tabaco mata a 400 mil personas cada año y es causante de una de cada cinco muertes.
Igual que en el resto de los países desarrollados, el tabaco mata más que el alcohol, los accidentes de tránsito y la violencia. El tratamiento de las enfermedades originadas en el tabaquismo está a cargo de los sistemas de salud pública. Y pese a las medidas para reducir su consumo, logrado en buena proporción, la adicción no termina, en especial entre los jóvenes y las mujeres, atraídos por la publicidad.
Una industria como la del tabaco, muy poderosa en Estados Unidos, con legisladores a los que sólo les falta llevar la etiqueta Marlboro, Winston, Reynolds o Parliament en la solapa de su traje, de todas formas sigue perdiendo terreno a nivel gubernamental. Recientemente el congreso del vecino país puso al tabaco bajo control de la Agencia para la Administración de la Alimentación y los Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés). Ello permitirá a esta agencia regular los niveles de alquitrán, nicotina y otros componentes muy dañinos del tabaco. Cada cigarrillo contiene unos 4 mil productos químicos, de los cuales por lo menos 40 provocan cáncer. Las tabacaleras conocían muy bien esos daños y las sustancias que causan adicción, pero escondieron esa información muchos años. Sanciones millonarias y mayor regulación oficial hacen que dichas empresas se vean obligadas, cada vez más, a promover menos consumo de cigarrillos y evitar así enfermedades que acaparan la mayor parte del gasto social en medicina; también a no inducir al vicio a los más jóvenes y las mujeres, y reducir ciertos componentes del tabaco muy perjudiciales, como el alquitrán y la nicotina.
A la nueva legislación la llaman Marlboro porque beneficia a la Philip Morris, la mayor empresa en su tipo de Estados Unidos, que controla buena parte del mercado mundial a través de sus marcas Marlboro, Parliament y Chesterfield. Y, además, la que más investiga para reducir el contenido de sustancias tóxicas en los cigarrillos. Así la bautizaron sus competidoras, como Reynolds, fabricante de Lucky Strike, Camel y Winston, que organiza concursos y promociones para tratar de competir con la Philip Morris, especialmente en países como México, donde está el mejor mercado de las tabacaleras, porque los gobiernos las protegen, cuando la prioridad debía ser cuidar a los ciudadanos.
La ciudad de México es hoy ejemplo en muchos campos. Ojalá pronto también en evitar los males del tabaquismo, adelantándose así a las normas que ahora se estudian en la Cámara de Diputados y a las que se oponen los legisladores Marlboro.