Los medios del buen juez
Da gusto saber que el gobierno de la República se interesa por los medios electrónicos. Por su desarrollo tecnológico, por sus estándares de calidad, por sus contenidos.
Y da gusto porque, ante tal claridad de objetivos y principios planteados hace unos días por el presidente Calderón y su secretario encargado de la política interna, sólo tendremos que esperar muy poco tiempo para que los medios electrónicos gubernamentales de los que son responsables sean claro ejemplo de sus palabras y muestren, en los hechos, la pauta a seguir.
Me parece que esto significa –y es digno de celebrar–, que el gobierno federal invertirá recursos suficientes para digitalizar todos los mal llamados medios públicos, para que ninguna estación de radio comunitaria, por ejemplo, quede al margen de la conversión tecnológica y, en el futuro, pueda seguir transmitiendo su programación.
Imagino que otro paso indispensable para dar certidumbre a esta “apuesta” por México será contribuir decididamente a la construcción jurídica del concepto de medios públicos. No más medios gubernamentales, no más medios concesionados o permisionados al servicio de una administración como cualquier oficina de prensa gubernamental. Medios públicos autónomos, con presupuestos suficientes para garantizar su operación sin condición alguna y con las herramientas indispensables para que puedan generar recursos adicionales.
La transformación de medios gubernamentales en públicos sería una muestra irrefutable de cómo se puede “querer más a México”, como ha pedido el secretario de Gobernación. Medios, vamos, como la BBC de Londres, que muchas veces ha documentado una realidad distinta a la que ha ofrecido el propio gobierno británico.
La calidad técnica ha sido uno de los “cocos” de los medios electrónicos gubernamentales. Han existido programas con estándares de calidad internacional pero, por desgracia, no representan la media de las producciones. Que una de las prioridades gubernamentales en materia de medios electrónicos sea la calidad técnica de las producciones es un buen augurio para las estaciones de radio y televisión patrocinadas por el gobierno. Significa que se establecerán mínimos de calidad claramente identificables y una actualización constante de los trabajadores de esos medios.
Eso significa que disminuirán notablemente las tomas fuera de foco, los “audios” distorsionados por zumbidos, el uso de imágenes que no corresponden al guión, las idas a “negros”, el inicio de series con el capítulo dos o tres, y los rostros “quemados” por luces mal dirigidas. Cuando esto se logre, cuando nuestros medios gubernamentales cumplan con los estándares técnicos que el mercado internacional demanda, estoy seguro que más que comprar documentales sobre Frida Kahlo podrán producirse, exhibirse y exportarse con facilidad.
El secretario de Gobernación fue explícito durante su participación en la Semana de la Radio y Televisión, cuando dijo que la sociedad “construye sus opiniones con base en lo que los medios incluyen”. El México que hoy necesitamos, dijo, es el de “ciudadanos mejor informados, que encuentren espacios sanos de entretenimiento, pero también espacios de reflexión, de cultura, de aprendizaje…”
Esto garantizará, me parece, que los programas con temas fundamentales en la vida nacional como los contenidos de la educación básica, el aborto, la eutanasia, el condón, la intolerancia religiosa en el país, los curas pederastas, la educación laica, la pobreza, la ley del libro, la migración, el sobrecalentamiento global, la contaminación del agua, los feminicidios, la industria criminal de la pornografía infantil, la homofobia ejercida en el Vaticano contra sus propios fieles, serán temas frecuentes en materia de información y de reflexión en los nuevos medios públicos.
Es de suponerse que para tan ardua labor en la producción de contenidos de altísimo nivel (no el que fingió el presidente Fox para tener rating entre los analfabetos, según Rubén Aguilar) se requerirá de comités editoriales de indudable calidad y equipos de profesionales de radio y televisión y no espontáneos con más ocurrencias que ideas o funcionarios becados con el puesto. Imagino que la superación de una maquillista no significará, en este esquema, que tenga un programa de televisión ni que un “periodista” –que dude si un tsunami es o no noticia– cuente con un espacio en radio.
Supongo que esos comités editoriales de cada medio se opondrán, por ejemplo, a las campañas sucias y de odio contra políticos y partidos, y que se opondrán también a esas otras campañas sucias que han provocado problemas de salud pública y que nos han llevado a ocupar los primeros lugares mundiales en obesidad infantil y diabetes. Que los nuevos canales públicos no promocionen comida chatarra será prueba inequívoca de la voluntad política de esta administración por mejorar las cosas.
Gracias a esos comités multidisciplinarios imagino que se erradicarán, sin problema de los medios públicos, los nocivos conceptos de “cultura buena onda”, “ligth” o “alivianada” que han prevalecido y envilecido no pocos espacios de radio y televisión. No tendrán cabida ocurrencias del tipo de “vamos a hacer una MTV de la cultura” ni la versión mexicanizada y tartamuda de una Oprah conducido, tal vez, por qué no imaginarlo, por una modernísima profesora con look del siglo XIX que pretenda, con textos de otros, ser famosa.
Es positivo que el Presidente y su secretario de Gobernación refrenden a estas alturas su interés en los medios electrónicos. Es magnífico que cuenten con algunos para dar clara muestra de sus propósitos. Servirán, ya sirven, para comprender de qué les están hablando a los ciudadanos que pagan sus salarios y proveen con recursos a los que serán, en breve, espero, medios públicos autónomos.