Culmina en Vícam el encuentro hemisférico de pueblos indígenas
Instan a pueblos de América a “fortalecer alianza contra el capitalismo planetario”
CNI y EZLN reiteraron su solidaridad a los ocho pueblos de la tribu yaqui
Vícam, Son., 15 de octubre. La hospitalidad brindada por la población de Vícam durante cuatro días fue agradecida por un “pronunciamiento especial” del Congreso Nacional Indígena (CNI) y la Comisión Sexta del EZLN. Dirigido a todos los pueblos de la tribu yaqui, fue leído durante la clausura del Encuentro de Pueblos Indígenas de América la noche del domingo por Yolanda Meza, dirigente kumiai de Baja California. Refrendan solidaridad con sus exigencias históricas y llaman a los pueblos de México y América “a fortalecer su alianza” con la tribu “para enfrentar al capitalismo planetario que nos destruye a todos”.
Ahora que la manipulación política y mediática del gobierno de Sonora puso en evidencia las divisiones provocadas en la tribu, el pronunciamiento convoca, “de manera respetuosa” a la unidad de los yaquis. “En un marco de respeto” a su autonomía, el CNI y la Comisión Sexta invitan a los ocho pueblos y sus autoridades tradicionales “a la búsqueda de acuerdos que redunden en el fortalecimiento de sus luchas, sueños y aspiraciones por un futuro mejor frente al presente de muerte”.
Los pueblos y comunidades de México reconocen “la raíz común que nos une, así como la historia de dolor, resistencia y esperanza que nos nombra hermanos”, su larga historia de resistencia contra los exterminios desatados por el gobierno colonial y los gobiernos nacionales. Los nombres de Muni, Juan Ignacio Jusacamea y Juan Maldonado Tetabiate “están guardados en nuestros corazones”, así como la resistencia yaqui “al exterminio, la deportación forzada, la esclavitud y las feroces ofensivas militares desatadas por españoles, liberales, porfiristas y constitucionalistas”.
Actualmente, la tribu yaqui lucha contra “un injusto decreto expropiatorio que le privó de una significativa franja” de su territorio ancestral, ya disminuido por una resolución presidencial que excluye del reconocimiento territorial los asentamientos originales de los pueblos de Bácum y Cócorit. El movimiento indígena independiente reunido en Vícam admite “que la tribu yaqui obtuvo el reconocimiento de una parte sustancial de su territorio; sin embargo su río, el Yaqui, le fue robado para construir las grandes presas que riegan los campos ocupados por los intereses capitalistas que han crecido a costa de la destrucción, el despojo y la explotación”.
Este territorio “resulta crucial para los intereses del desarrollo capitalista impulsado por los sucesivos gobiernos nacionales y la oligarquía sonorense”. Estando “sabedores” dichos gobiernos “de la historia rebelde de la tribu”, han buscado su división y cooptación, “cuando no eliminación”, de sus autoridades tradicionales. “En cierta medida” el gobierno ha logrado dividir a los ocho pueblos de la tribu yaqui y a sus estructuras de gobierno. Frente a esa situación, “que resulta de la mayor preocupación para nuestros pueblos”, el CNI y el EZLN reiteran su solidaridad.
La vara con que se mide al poder
Por su parte, en un manifiesto sobre la vara de mando, símbolo vivo en las culturas indígenas, los mayos de la base Bathue Cohuictipo, no lejos de este territorio yaqui, expusieron los contrastes en el uso de la autoridad y el poder. La ilegitimidad gubernamental puesta en balanza contra las legitimidades comunitarias: “La oficina pública es el último recurso de la incompetencia; la mente desocupada es la oficina del infierno. Los expedientes son para el momento, los principios para las edades”. (Que lo digan estos campesinos que han padecido a la burocracia como sólo a los indios les toca: por largo tiempo.)
En voz de Alfredo Ozuna Valenzuela, figura de autoridad de los “yoremia” mayos, los delegados al encuentro escucharon algo que conocen por experiencia propia: “La implacable censura de la intervención de la autoridad gubernativa en las cosas públicas o privadas y órganos que las ejercen” incurren en explotar el territorio indígena, y “se juzgan dueños de la justicia, qué desfiguro, por condenarlo al hambre impidiendo tener la justicia de un pedazo de paz al pueblo mexicano”.
Para los pueblos el bastón de mando resulta en cambio difícil, incómodo, demandante: “No es necesariamente hoy un instrumento que nos hace bien; a quien necesita de él no le gusta usarlo, aun siendo útil todos prefieren evitarlo”. Hay bastones “ilusorios”, y quienes los emplean para apoyarse, mas “todos los bastones son buenos en tanto no tomen el lugar de nuestros pies, sólo sirven como ayuda, los pasos son siempre propios”.
De allí la pregunta: “Y nosotros, ¿qué bastón somos: buenos, firmes, seguros, rectos y derechos, serviciales y disponibles?” Es un instrumento simple y verdadero, “aun colgado en el parapeto de una ventana, de sus ojos, u olvidado por su usuario en un rincón del cuerpo de su pensamiento”. (El mandar obedeciendo, de los zapatistas chiapanecos, dicho de otro modo.)