El candidato a la rectoría afirma que la universidad no ha llegado a la cima
Valadés, por una reforma presupuestal para dotar de más recursos a la UNAM
La institución tiene prohibido rezagarse, dice el aspirante y niega ser del “grupo Carpizo”
Ampliar la imagen El ex director del Instituto de Investigaciones Jurídicas, Diego Valadés, en la entrevista Foto: Marco Peláez
Todos sus argumentos y propuestas parten de su formación como abogado constitucionalista. Diego Valadés Ríos, aspirante a la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), propone: “Nuestra institución puede formular proyectos de reformas legales, en materia presupuestal, para que el Congreso de la Unión las valore”. Se refiere, así, a la necesidad de modificar la Constitución para que el Estado mexicano atienda su responsabilidad con la educación pública y dote a las instituciones superiores de presupuestos multianuales.
Indica que “no es sensato” que los poderes Ejecutivo y Legislativo regateen el futuro de los jóvenes. “Abogo por la responsabilidad del Estado mexicano en cuanto a suministrar a las universidades públicas los recursos necesarios para su desarrollo y no comparto la tesis de buscar fuentes alternas de financiamiento; es conveniente que las instituciones generen ingresos complementarios, pero no se puede argumentar que lo que se adquiera por un lado se les va a quitar por el otro”.
El ex procurador general de la República considera que la UNAM tiene prohibido quedarse a la zaga pues trabaja “con algo que se va modificando y enriqueciendo sistemáticamente: el conocimiento”. Por esa razón precisa que si fuese designado rector para el periodo 2007-2011 y si al término de su gestión se mantuvieran niveles de desarrollo similares a los de este año, entregaría una universidad “rezagada y en involución”.
Orgulloso de haber sido alumno del profesor emérito Héctor Fix Zamudio y admirador del poeta Rubén Bonifaz Nuño y de los revolucionarios Francisco I. Madero y Salvador Alvarado, el doctor Valadés plantea que su proyecto comtempla impulsar la excelencia académica para atender los dos compromisos de la UNAM: el desarrollo nacional y el bienestar social, conceptos que, dice, no se relacionan con la concentración de la riqueza, sino con la equidad cultural, social, económica y jurídica.
Contrario a otros, el ex procurador general de la República aduce que su desacuerdo con el incremento de las cuotas universitarias va más allá del conflicto 1999-2000, pues así lo cree desde su formación. Niega pertenecer al denominado “grupo Carpizo” –al ex rector sólo lo une amistad y “afinidad profesional” – se dice parte, como todos, de un solo gremio: “la UNAM”.
–¿Cómo encuentra hoy a la UNAM y cuáles son sus necesidades?
–La veo consolidada, trabajando sin interrupción, en una posición de optimismo porque ha sido objeto de múltiples reconocimientos nacionales e internacionales. Tiene que seguir evolucionando, no puede quedarse en la posición que tiene hoy, que es muy buena. Pero lo que es muy bueno hoy puede no serlo en algunos años. “Es una institución que debe renovarse continuamente porque justamente trabajamos con lo que evoluciona de continuo: el conocimiento”.
–¿Cuál sería su proyecto?
–Los temas en docencia, investigación y cultura. Lo que lleve ante la Junta de Gobierno, en el caso de ser convocado, será una plataforma a partir de la cual será necesario construir con el apoyo y acuerdo de la comunidad las acciones que se realicen en la casa de estudios. Nunca he creído en las soluciones singulares, unipersonales, que sólo parten de una visión individual de los problemas. Todo cuanto se haga tiene que estar en torno a un eje conceptual: la excelencia académica con un compromiso del desarrollo nacional y el bienestar social.
–¿Cómo consolidar esa excelencia académica?
–Déjenme que haga un símil. Una sociedad puede ser democrática en un momento dado, pero si no sigue evolucionando en el orden de sus instituciones eso que era magnífico se acaba por convertir en precario. Nuestro nivel en excelencia académica en este momento es satisfactorio, pero si no seguimos evolucionando, se entregaría una universidad rezagada, involucionada.
“Cuando hablo de desarrollo nacional no me refiero al proceso de concentración de riqueza, de generar capital humano para la prosperidad de algunos. Lo que me interesa es que los universitarios tengan instrumentos de trabajo, participación e inserción en todos los ámbitos de la vida nacional: social, privado, público. Ese desarrollo tiene que ser con equidad cultural, social, económica y jurídica. Si no pensamos en que todo eso corresponde al desarrollo nacional y al bienestar de la sociedad seríamos entonces una universidad de elite”.
–Usted propone un sistema de presupuestos multianuales. ¿Con qué objetivo?
–Es un planteamiento que tenemos que compartir con otras instituciones públicas de educación superior. La responsabilidad de un rector de la UNAM es con su comunidad, pero la responsabilidad de todos los universitarios que participamos en el sistema de enseñanza pública también debe ser solidaria; hay que dar claras expresiones de cohesión de todo el sistema universitario nacional porque compartimos los mismos intereses, tenemos los mismos problemas y buscamos las mismas soluciones.
“Este tipo de presupuestos es porque tenemos que fijar objetivos de largo plazo, preparar a los jóvenes para que cuando se gradúen cuenten con un horizonte de desarrollo a partir de los elementos de información y formación brindados en la universidad. Debemos prever el desarrollo del país, esa es una responsabilidad que nos toca a las universidades. Pero con un presupuesto anual, la UNAM no se puede comprometer a actualizar sus equipos en sus áreas de investigación a largo plazo”.
–Pero el propio gobierno no sabe cómo tratar su propio presupuesto.
–Esta universidad puede formular proyectos de reformas a la ley de presupuesto, dársela al Congreso con todos elementos considerativos que lleven a los legisladores a la conclusión de que tenemos la razón. Es lo que ofrezco en mi condición de abogado. Una institución educativa debe contar con proyectos de desarrollo para cinco años, para analizar sus necesidades y antes de ese término comenzar a planear el siguiente quinquenio. Esta idea de planificación universitaria es indispensable si queremos atender cada día en mejores condiciones académicas a los jóvenes.
–Existe un problema en la docencia: el envejecimiento de los cuadros y la falta de actualización…
–Se puede ver de dos formas. Pensémoslo como problema pero también tiene ventajas. La solución está en aprovechar adecuadamente la experiencia acumulada de cada profesor, a esto se le llama capital académico. Un profesor de 40 años es muy valioso, es toda una inversión.
–¿Cómo califica la labor de Juan Ramón de la Fuente?
–Como profesor le pongo 10, por supuesto. Los resultados son llamativos e importantes, pero se acumularon a lo largo de ocho años. Hoy contamos con una universidad mejor a la de 2000, como aquella fue mejor a la de 1990 y así sucesivamente. Al terminar su gestión, el doctor Guillermo Soberón nos dejó cinco Escuelas Nacionales de Estudios Profesionales, hoy son facultades. Cuando don Pablo González Casanova concluyó su gestión en 1973 nos dejó los Colegios de Ciencias y Humanidades. Hoy los vemos como parte normal de la UNAM, pero en 1970 no existían. Es un conocimiento agregado; lo que no podemos hacer decir es que ya estamos en la cima y no hay más: si así lo hiciéramos daríamos un muy mal servicio.
–¿Cómo percibe el proceso de sucesión?
–Muy bien. Respeto mucho a los colegas que han sido mencionados y estoy seguro que tan respetables como ellos serán los que también surjan en las próximas semanas. Esto habla bien de la universidad, significa que tiene muchas opciones.
–¿Pertenece a algún grupo?
–No creo en la idea de los grupos. Una cosa es que uno se rodee de aquellos con los que tiene una afinidad profesional para la realización de la tarea, y otra que tenga un grupo. Esa es la maravilla de la universidad.