Jaque al Rey
La mesa está servida. El entremés fue el intento de persecución judicial contra el editor y el dibujante de la revista Jueves que en una de sus ediciones puso la caricatura de Felipe de Borbón y de su esposa, Letizia Ortiz, copulando en la postura conocida como “de perrito”. Los autores de la polémica portada, el dibujante Guillermo Torres y el guionista Manuel Fontdevila, serán juzgados en la Audiencia Nacional el próximo 13 de noviembre por injurias a la Corona. Se pide para los acusados 10 meses de cárcel, conmutables por una multa de 3 mil 600 euros por cabeza.
Los intentos por aplicar las sanciones previstas en el Código Penal vigente, lejos de amilanar a los antimonárquicos, han multiplicado las protestas, cientos de fotos de las caras reales han ardido en las calles, y Felipe de Borbón y su mujer fueron recibidos en la inauguración de la Feria del Libro de Barcelona con la consigna “¡España, mañana, será republicana!”
La tarea de cagarse en el Rey había correspondido, por tradición, a izquierdas marginales y grupusculares que empiezan a no serlo tanto. Pero en los días que corren los pobres Borbones se encuentran entre dos fuegos, porque algunos sectores de la ultraderecha, tal vez rencorosos por las posturas democráticas de Juan Carlos, se han unido al coro de denuestos en su contra. Es el caso del cavernario Federico Jiménez Losantos, quien desde los micrófonos de la cadena COPE, voz de la derecha clerical, acusó al Rey de tener negocios turbios y de ejercer la censura, pidió que abdique al trono y se lo deje a su hijo Felipe. Ante el escándalo, la emisora salió en defensa de la libertad de expresión de su locutor.
Los dos partidos principales, el PSOE y el PP, han optado por proteger a la familia real y el estado de ánimo en la península sigue siendo mayoritariamente favorable a la monarquía. Los “populares” incluso gestionan la adición al himno nacional, hasta ahora puramente instrumental por razones de desacuerdo, de una letra que sin lugar a dudas le dé su lugar a la corona. Puede ser que las de estos días sean escaramuzas pasajeras, que el jaque al rey se desvanezca sin consecuencias. Pero bien podría ocurrir que el propio monarca se diera cuenta que su trabajo es ya impresentable e injustificable, negociara una buena pensión de retiro y la ciudadanía española decidiera abstenerse, con piedad y discreción, de cubrir el puesto vacante. La época es propicia. A fin de cuentas, Fidel Castro dejó sus graves responsabilidades de Estado, se volvió articulista (creo que nadie tuvo la cortesía de darle la bienvenida al gremio) y no se cayó el mundo.