Usted está aquí: lunes 8 de octubre de 2007 Cultura Atrapa Monteverdi L’Orfeo 400 al público del Cervantino

El montaje podrá verse hoy en Bellas Artes

Atrapa Monteverdi L’Orfeo 400 al público del Cervantino

Merry MacMasters (Enviada)

Ampliar la imagen Aspecto de la ópera Monteverdi L’Orfeo 400   Aspecto de la ópera Monteverdi L’Orfeo 400 Foto: Yazmín Ortega Cortés

Guanajuato, 7 de octubre. La magia del canto de Orfeo deambuló a lo largo de dos horas por los sentimientos humanos, bajó al inframundo y subió a los cielos al público, que anoche acudió al Teatro Juárez para emprender el viaje en el tiempo que significa presenciar la ópera L’Orfeo, que Claudio Monteverdi escribió hace cuatro siglos.

La producción del New London Consort, intitulada Monteverdi L’Orfeo 400, es “muy flexible”, no utiliza escenografía y el vestuario es tan austero que se podría confundir con la ropa de calle actual. “Esta obra no se concibió originalmente como un circo y no lo vamos a convertir en eso ahora. Nos hemos enfocado con mucha intensidad en las personalidades individuales y emociones de los personajes”, expresó Philip Pickett, director de la orquesta participante en el 35 Festival Internacional Cervantino.

De hecho, es una producción “muy abstracta”, aseguró sir Jonathan Miller, responsable de la dirección escénica. Gracias a esa abstracción, nada distrae y la atención del espectador se centra en los cantantes y la orquesta, integrada por un conjunto fascinante de instrumentos de época.

Inclusive, ésta se anuncia como la orquesta monteverdiana, “olímpica e infernal, de violines, violas, cellos, viols, contrabajos, cornetts, sackbuts (antecedente del trombón moderno), registradores, laúdes, chitarrones, arpa real (pequeño órgano portátil), órganos de pipa y clavicordios”.

L’Orfeo del dúo Miller/Pickett rompe con la idea de la ópera como un género elitista, con el público sentado lejos de la acción, de manera pasiva y sin involucrarse, al hacer que algunos de los cantantes se muevan por los pasillos que dividen los asientos.

Pero, ¿qué nos hace entrañable L’Orfeo de Monteverdi? Es el hecho que “uno tiene que reconciliarse con la irreversibilidad de la muerte. Es decir, cuando un ser querido muere, no se puede recuperarlo. Y, L’Orfeo constituye la representación más elocuente de la futilidad de tratar de revertir la mortalidad”, reiteró Miller, neurólogo de formación, durante la conferencia magistral que, junto con Pickett, dio el viernes 5 en el Salón de Actos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Guanajuato.

La relación de Miller y Pickett con L’Orfeo se remonta a muchos años. A principios de los 70, Pickett, quien empezó como trompetista, trabajó en una producción de L’Orfeo de la compañía Kent Opera, donde el director era precisamente Miller.

En 1991, Pickett fue invitado por la disquera Decca a grabar L’Orfeo, al refrescar su memoria acerca de la partitura, se dio cuenta de que conocía la música muy bien, sin embargo, no había investigado los antecedentes de la ópera. Dicha empresa lo llevó a “muchas áreas esotéricas de investigación, descubrí cosas acerca de la ópera, de Monteverdi, del libretista Striggio y del ethos neoplatónico de la obra que cambiaron por completo mi perspectiva.

“De modo que al final surgió algo muy iconoclasta y único. Así que de verdad pienso que descubrí muchas cosas acerca de esa ópera, muchos significados, inclusive, escondidos, mucho símbolos y mucha información acerca de lo que debería de suceder en la función, que me llevaron a producir lo que me parece lo más cercano posible a como pudo haber sido interpretados en tiempos de Monteverdi”.

En 2003, el London’s South Bank Centre invitó a Pickett a preparar una nueva producción de L’Orfeo. Tan fuerte fue la impresión de trabajar con Miller, que de inmediato Pickett le pidió que colaborara.

La visión de Miller imperó en todo momento. Según el mito, apuntó Pickett, cuando Orfeo regresa del inframundo, tras perder para siempre a su amada Eurídice, “deambula con su pena por las montañas durante años. Una lectura correcta de la partitura de Monteverdi nos indica que Orfeo debe moverse de un lado al otro del escenario, una y otra vez, mientras canta. Esto era poco común en su momento. Si el cantante se movía era para expresar locura, desesperación o alguna emoción intensa semejante.

“Hoy día, hacer que Orfeo se mueva mientras canta, no significaría nada para el público, porque estamos acostumbrados a que los directores pidan a sus cantantes realizar todo tipo de asuntos mientras actúan. Entonces, Jonathan, con su increíble visión, hace que Orfeo –interpretado por Mark Tucker, cuya dimensión aumenta mientras transcurre la obra– vaya al frente del escenario, donde permanece en una sola postura durante la totalidad del quinto acto.”

Monteverdi L’Orfeo 400 se presentará hoy a las 20 horas en el Teatro de Bellas Artes.

 
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