La fractura, por las Leyes de Reforma
El pasado 21 de septiembre se cumplieron 15 años del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre el Estado mexicano y el Vaticano, las cuales fueron interrumpidas desde mediados del siglo XIX a causa de las Leyes de Reforma.
Para la jerarquía católica mexicana, mediante la modificación de los artículos 3, 24, 27 y 130 de la Constitución –en 1992– se reconoció la personalidad jurídica de las iglesias y el valor social de lo religioso, y, como consecuencia inmediata, se aceptó la personalidad jurídica internacional de la Iglesia católica, que en el Vaticano tiene su representatividad en medio de las naciones, cuyo gobernante es el Papa.
Desde entonces, ambos gobiernos han establecido representación diplomática recíproca: el Estado mexicano tiene un embajador en Roma y, a su vez, el Papa tiene como representante en México al nuncio apostólico.
Para el Estado mexicano, en tres lustros se ha construido una relación fructífera, caracterizada por un alto nivel de diálogo y una productiva colaboración en diversos ámbitos, particularmente en foros multilaterales.
El mes pasado, el gobierno de México refrendó su compromiso de continuar su trabajo –de manera coordinada con el Vaticano– en temas como la defensa de los derechos humanos, la proscripción de la pena de muerte, la migración, el sentido social de la globalización, el desarme y la paz, así como la seguridad internacional.