El presidente busca un tercer periodo de gobierno pero ahora en calidad de premier
Putin apuesta su permanencia en el Kremlin a una copia del “modelo alemán” en Rusia
Moscú, 1º de octubre. El modelo alemán –un Canciller Federal o jefe de gobierno fuerte, respaldado por la mayoría en el Parlamento, y un presidente débil, formalmente jefe de Estado pero en realidad una figura decorativa–, parece inspirar el plan que procurará instrumentar el titular del Kremlin, Vladimir Putin, para seguir al frente de Rusia después de su segundo periodo presidencial, el cual concluye el próximo marzo.
Al mismo tiempo, dependiendo de quién resulte finalmente ser el “sucesor”, igual ni siquiera será necesario reformar el sistema político y, aunque sería un espectáculo bochornoso, el nuevo presidente podría renunciar poco después de asumir el cargo para despejar el camino del regreso triunfal de Putin al Kremlin, con la “legitimidad” de haber arrasado en las elecciones legislativas.
Por lo pronto, el mensaje de este lunes no podía ser más claro: Putin va a encabezar la lista de partido de Rusia Unida, el claro favorito en las legislativas de diciembre próximo, y admitió, por primera vez, que no excluye ser primer ministro a partir de 2008, “si se dan dos condiciones”.
Más que condiciones son formalidades. La primera es que Rusia Unida gane las legislativas, cuando hay indicios de que, al beneficiarse de todos los recursos del Estado en detrimento de sus rivales, aspira a tener en la nueva Duma mayoría absoluta, como mínimo, y hasta podría alcanzar la mayoría calificada de dos tercios.
Y la segunda supuesta condición, la cual depende exclusivamente del propio Putin, quien tiene la última palabra a la hora de escoger relevo, es que el nuevo presidente sea “una persona decente, capacitada y moderna, con la cual pueda trabajar como en un solo equipo”.
Ahora se entiende mejor por qué, al sustituir como premier a Mijail Fradkov el mes pasado, Putin optó por un casi desconocido Viktor Zubkov, de 66 años y hombre de su plena confianza, sin aspiraciones políticas propias.
Es evidente que Putin, acostumbrado a ejercer el poder sin contrapesos en los ocho años recientes, no aceptaría quedar supeditado jerárquicamente a nadie, ni siquiera a Zubkov; éste, en cambio, ya cumple órdenes del titular del Kremlin y si es designado como “sucesor”, difícilmente podría objetar o impedir que la nueva Duma recorte sus facultades en favor de Putin como primer ministro.
Parece menos probable que Serguei Ivanov o Dmitri Medvediev, señalados hasta hace poco como finalistas en la carrera por la sucesión de Putin, acepten desempeñar el papel de comparsa, diseñado a la medida de Zubkov, limitándose a cumplir tareas ceremoniales y representativas, en el supuesto de que llegaran al Kremlin.
Aunque por la manera en que elogiaron el nombramiento de Zubkov como primer ministro, cualquier cosa se puede esperar de ellos.
Ya que ni Ivanov ni Medvediev ascendieron a jefe de gobierno, se esperaba que al menos uno de ellos encabezara la lista de partido de Rusia Unida, con lo cual ratificaría sus aspiraciones sucesorias.
Pero Putin apostó por el escenario que más se ajusta a sus intereses de seguir gobernando, sin forzar un tercer periodo presidencial consecutivo, prohibido por la Constitución, y sin tener que modificar ésta.
Como número uno de la lista de Rusia Unida, y desde el Kremlin ya que la legislación electoral local no lo obliga a renunciar a la jefatura de Estado ni tampoco a solicitar su ingreso a dicho partido, Putin se va a atribuir en diciembre como logro personal un triunfo en las urnas, que ya está asegurado de todos modos.
Así, poco antes de dejar la presidencia, Putin tendrá más fuerza que cualquier eventual sucesor y con ese amplio margen de maniobra podrá afianzarse en la cima del poder.
En el entorno de Putin hay varios clanes, con proyectos de gobierno propios, que sin embargo podrían replegarse y apoyar una suerte de “tercer periodo presidencial bajo otra modalidad” en caso de que no haya consenso en torno a un verdadero sucesor y la promoción de un candidato que no sea el suyo pudiera poner en riesgo la posición de privilegio que, en términos de poder político y económico, les otorga la cercanía con el actual titular del Kremlin.