Usted está aquí: lunes 1 de octubre de 2007 Opinión Melón

Melón

Luis Ángel Silva
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Peluquería París

Héctor Pérez Verduzco, conocido periodista de espectáculos apodado Mamonchico, decía que el ambiente artístico era el del cuento y el sablazo, a lo cual agrego: donde el afán de protagonismo dice “presente” en cualquier momento. Esto viene a colación por dos programas de televisión dedicados a José Alfredo Jiménez, donde incurrieron en inexactitudes, por no decir errores y, mucho menos, mentiras, para no herir susceptibilidades.

En mi querida Santa María la Ribera existe una peluquería con el nombre de París, en la calle de Enrique González Martínez, antes Chopo, entre Alzate y Díaz Mirón. Allí trabaja de dueño don Genaro, quien fue entrañable amigo de Fello, como era conocido el genial compositor antes de alcanzar la fama, en mi concepto muy merecida.

Esa peluquería tiene una clientela cautiva desde siempre, pero principalmente los sábados los sobrevivientes de generaciones de épocas que gozaron de los pabellones de Aliba, las palomitas y algodones de azúcar de don Mostachón, los tacos de Pachuca, las quesadillas de la señora Tenorio y tantos atractivos que tuvo mi adorada colonia, sobresaliendo la belleza de las féminas, que simple y sencillamente eran de liga mayor.

En aquellos años, éste, su asere, sólo podía decir cuando yo sea grande tendré una tan bella como las que pasan del brazo de “los grandes”, que nos permitían oír sus pláticas, hasta cierto punto, y cuando la cosa empezaba a ponerse buena, nos corrían diciendo “a casa que ya cantó Cri Cri”. Entre ese personal se encontraban Fello, los Gallegos, los Rábago, los Gallos, entre otros asiduos a las cascaritas, que tenían como campo de juego el Redondel que, por cierto, desaparecieron llevándose una historia invaluable.

En uno de esos programas se habló de una de las princesas que mencioné, de una manera que provocó malestar en don Genaro y en Miguel, pues, esa princesa no fue novia de José Alfredo: fue su amor platónico y la musa que le inspiró para escribir Ella, tampoco jugó con sus sentimientos y mucho menos fue al Blanquita a pedirle dinero.

Su nombre, Cristina, así la recuerdo, atravesando la Alameda en diagonal de Ciprés a Pino donde vivía, al salir de la secundaria 2, cruzando el Redondel, donde Pancho Luna (rip) y éste, su enkobio, peloteábamos. Suspendíamos nuestra práctica para saludarla y admirar ese rítmico tumbao que era su precioso caminar.

Sé por don Genaro que está casada con uno de los Gallos. Desde aquí, un recuerdo con el mayor respeto para ambos, que forman parte de mi feliz infancia, que me hizo pertenecer a mi querido Oviedo, equipo patrocinado por el Peque Sánchez, dueño de un historial extraordinario en el futbol amateur, que en sus últimos años fue el Oviedo de Texcoco, en la segunda división, y tuvo en sus filas en diferentes épocas a José Alfredo, don Genaro, Mario Ochoa, Enrique y Luis Gallegos, el Platanito Hernández, Cantinflas Sánchez, Pancho Valle y la Tota Carbajal.

Aunque nacido en Guadalajara, Tony Camargo también vivió en Santa María la Ribera. Pero, uno de los mejores músicos que ha dado México, Luis González Pérez, vio la luz primera en este bellísimo rincón del Distrito Federal, así como David Ferruzca, que tuvo mucho que ver en el desarrollo artístico de muchos soneros. Así que permítame, monina, hablarle de uno que no llegó a la fama.

Nos conocimos en la primaria El Pensador Mexicano. Durante varios años dejamos de vernos y nos volvimos a encontrar por medio del son, en el cabaret Atzimba, ya desaparecido, donde él actuaba. Su nombre, Jesús Martínez Aguiñaga, apodado El Guarapo, me imagino porque cantaba muy dulce. Trabajamos una muy corta temporada, también tocaba el bajo y hacía una verdadera creación de Tu ausencia, de Martha Rangel. No llegó a la fama por esas cosas que pasan en la vida, no por falta de calidad.

Por supuesto, Jesse Guarapo, como lo bauticé, forma parte de mis soneros favoritos, y escribió un guaguancó con tremendo swing llamado Hermano veracruzano. Para darle fin a estos recuerdos, una atenta recomendación: si tienen interés en saber cómo fue la vida de José Alfredo Jiménez antes de llegar al estrellato, vean a don Genaro en su peluquería, que él les dirá cómo fueron las cosas, porque las cosas son como son y cuando las cosas son, no son más que como son las cosas. ¡Vale!

 
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