Recorre con comitiva federal la zona afectada; hay 75 mil damnificados en 25 municipios
Responde Herrera Beltrán con promesas ante daños de Lorenzo
Detectan fugas de petróleo en ductos
Continúan patrullajes militares para evitar saqueos
Ampliar la imagen Vista aérea del municipio de Álamo, Veracruz, inundado por las lluvias del huracán Lorenzo Foto: Miguel A. Carmona
Poza Rica, Ver., 30 de septiembre. Entre el lodazal y riachuelos de aguas pantanosas se escucha el grito que martilla y recuerda otros tiempos: “¡Fidel! ¡Fidel! ¡Fidel!” No es un mitin de campaña, aunque parezca: es un recorrido por las colonias afectadas por el huracán Lorenzo hace dos días.
Sombrero de paisano y botas de bombero, el gobernador está vestido para la ocasión, inmejorable para vigorizar su ego. Fidel Herrera está acompañado del secretario de gobernación, Francisco Ramírez Acuña, y otros miembros del gabinete federal. Eso no lo inhibe.
Camina entre el lodo con el aire de quien tiene el poder de cambiar todo con un chasquido de dedos. Reparte abrazos, besos y palmadas en medio del tiradero que lo rodea en la colonia Las Gaviotas.
Parece un rey Midas que convierte todo reclamo en una promesa y en un espaldarazo para su gestión. Asegura que en breve desaparecerán el lodazal y la destrucción y responde a quienes le recriminan la falta de apoyos y soluciones de fondo.
Un hombre le recuerda que hace seis años también les prometieron fortalecer el muro para contener el río Cazones.
Herrera asegura que ahora sí se van a componer las cosas. Promesa difícil de cumplir, ante los datos que proporciona el responsable de la Comisión Nacional del Agua, José Luis Luege, sobre las colonias afectadas: “La Florida se fundó en 1998 y lleva nueve inundaciones; o sea, una cada año”.
Luege advierte que levantar un muro no es la solución, pues el agua alcanzó una altura de dos metros en las casas. “No hay más que reubicar a la gente”, dice en entrevista. Es difícil saber si la gente lo aceptará. Entre las colonias hay una construida por el Infonavit a la orilla del río.
Entre la comitiva federal, que recibe peticiones de dinero para reparar los destrozos que dejó Lorenzo, hay algo claro: la construcción de estos asentamientos requirió la corrupción, en algunos casos de autoridades de los tres niveles de gobierno.
Pero Fidel ve en cada desgracia una oportunidad de derrochar demagogia y populismo.
Le piden agua potable, protección ante la crecida de los ríos, seguridad, apoyos para el campo, para liquidar adeudos con el Infonavit… de todo.
Fidel palmea y llama a sus colaboradores, todos de camisa roja, identificada con el priísmo. Ordena que atiendan al demandante en turno y que le resuelvan el problema. “¡Narciso!”, llama al responsable del agua en el estado para que atienda a una mujer.
Al lado del gobernador, Ramírez Acuña parece un político novato, poco acostumbrado a escuchar los mismos reclamos. Sus promesas parecen poco creíbles, aunque intenta remarcar que la mayor parte de los recursos vendrán “del señor presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa”, quien, les asegura, está atento a la desgracia de los veracruzanos.
El secretario no tiene la magia, porque antes de prometer tiene que averiguar qué pasó, valorar los daños. La respuesta conduce a la desesperanza, por realista que parezca, cuando al lado hay un político que no se detiene en detalles para ofrecer soluciones casi al instante.
La campaña para renovar las alcaldías ya concluyó. El PRI arrasó y es momento, ahora sí, de colaborar ante las desgracias. Las diferencias surgidas entre el gobierno estatal y el federal durante las secuelas del huracán Dean no se repiten.
Esta vez los funcionarios federales no llegaron sin avisar –como en su momento recriminó Fidel– y parece haber coordinación cuando se ve al gobernador de chofer de la comitiva federal: Beatriz Zavala, secretaria de Desarrollo Social; Francisco Mariano Saynez, de Marina, Ramírez Acuña y Luege Tamargo.
Hacia el final de la gira vienen los balances: cerca de 75 mil damnificados en 26 municipios. Tanto el gobierno federal como el estatal ofrecen poner en marcha sus respectivos programas de empleo temporal para acelerar la reconstrucción.
Ramírez Acuña señala que se atenderá a los damnificados y rechaza que falte personal militar, como dijeron los colonos.
En la reunión, las propuestas para evitar que el río Cazones se vuelva a desbordar son más prudentes. La Conagua deberá calcular viabilidad y costos.
Una vez lejos de los damnificados, del lodo y la destrucción, surgen los elogios mutuos.
No hubo pérdidas humanas ni pérdida total de viviendas, sólo de enseres menores que se repondrán con programas federales y estatales.
Regaño a funcionarios locales
Tras la partida de la comitiva federal Herrera Beltrán regañó a la mayoría de los miembros de su gabinete, quienes prefirieron permanecer en un local con aire acondicionado que ir las a colonias inundadas.
Como escarmiento, Herrera les ordenó distribuirse en la zona afectada y quedarse hasta que se supere la emergencia.
Decenas de colonias y comunidades siguen anegadas y se mantiene la emergencia en 92 de los 212 municipios de la entidad.
Los municipios más afectados son Cazones, Gutiérrez Zamora, Nautla, Coatzintla, Álamo y Poza Rica.
Esta última, la ciudad más próspera del norte del estado, tiene 12 colonias inundadas, entre ellas los fraccionamientos de clase media La Florida y Las Gaviotas. En ambos hay casi 2 mil viviendas donde el agua alcanzó hasta metro y medio de altura.
El río Cazones invadió calles, parques y casas; arrastró vehículos y animales domésticos, horas después que sus habitantes huyeron a casas de familiares, templos y refugios abiertos por la Secretaría de la Defensa Nacional.
Cinco afluentes del Cazones que cruzan la ciudad se desbordaron en el centro de la ciudad, al igual que en colonias marginadas de la periferia. El agua descendió casi de inmediato en vialidades, no así en colonias como José Maria Morelos, Ampliación Morelos, La Quebradora, Sector Villahermosa y Las Granjas.
En algunos sectores hubo fugas de petróleo de los ductos que atraviesan la ciudad, y el hidrocarburo se mezcló con el agua anegada.
El Ejército mantiene activo el Plan DN-III y realiza patrullajes para impedir saqueos.