Usted está aquí: domingo 30 de septiembre de 2007 Opinión El hombre de su vida

Carlos Bonfil
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El hombre de su vida

¿Secreto en la montaña (Brokeback mountain) a la francesa? Algunos espectadores estarían tentados a esta conclusión luego de ver El hombre de su vida (L’homme de sa vie), de Zabou Breitman, una de las propuestas más interesantes del 11º Tour de cine francés todavía en exhibición en la ciudad de México. Pero aunque los temas de la atracción homoerótica y la insatisfacción conyugal autoricen en parte la comparación, la estrategia narrativa de Agnès de Sacy, la guionista, y la perspectiva final de Breitman, la joven realizadora, sugieren una concepción más delicada y compleja del acercamiento sentimental de dos hombres de 40 años, uno padre de familia, de vida plácida y rutinaria; el otro, un homosexual cínico y desenfadado, vecinos durante una temporada veraniega al sur de Francia, que lentamente y a partir de largas pláticas al atardecer, sobre el amor, la soledad, la vejez, la pareja, y también al ritual de correr juntos por las mañanas, consiguen un grado intenso de comunión afectiva y, al menos por parte de uno de ellos –tal vez del más inesperado–, también de deseo.

Lo interesante en la película es que dos mujeres, guionista y directora, intentan una aproximación a esta relación de ambigüedad erótica desde un punto de vista masculino, desterrando de paso algunos de los lugares comunes que suelen parasitar a este tipo de historias. No hay un hombre maduro cortejando a un adolescente displicente, y sometiéndose a un sinfín de vejaciones físicas y morales, ni tampoco un largo exorcismo de culpas y torturas interiores por una homosexualidad mal asumida. Hugo (Charles Berling), el vecino gay, y Fréderic, el marido cada vez más distanciado de su pareja, construyen una amistad en la que circula una fuerte carga de erotismo, misma que deben disimular mediante un flujo incontenible de la palabra. Como en un cuento moral de Eric Rohmer, los personajes hablan de todo y de nada todo el tiempo, discurren sobre la fragilidad de las relaciones amorosas, sobre la vejez y el fantasma de la soledad, y una y otra vez sobre la libertad, imperativo que dicta cada acto de la vida de Hugo, desde su desparpajo sexual hasta el distanciamiento con su padre, y también aspiración secreta, casi incontrolable, en Fréderic, el hombre para quien el matrimonio se ha vuelto la negación de toda vitalidad y entusiasmo. En una escena sobrecogedora, Fréderique (Léa Drucker), la esposa desdeñada, desnuda en un pasillo y vulnerable al extremo, le grita toda su frustración y rabia al hombre con quien ha compartido su existencia y que súbitamente se le revela como un ser desconocido. El título de la cinta anuncia de entrada la ambigüedad. ¿De qué hombre se trata, y en la vida de quién ha irrumpido? Tampoco es un azar que el marido y la esposa compartan fonéticamente el mismo nombre frente al intruso a la vez indeseable y deseado. A ratos la cinta se antoja reiterativa en sus disquisiciones morales y filosóficas; a ratos también ese posible defecto se vuelve virtud ante tratamientos muy obvios de la atracción homoerótica en el cine reciente. Lo cierto es que la realizadora ha obtenido lo mejor de sus actores, y en particular de Charles Berling (protagonista de Rídiculo, de Patrice Leconte), comediante polifacético que reúne candor y malicia, seducción y frialdad al caracterizar a Hugo, ese gran perturbador de las certidumbres domésticas.

La directora Zabou Breitman elabora en su segundo largometraje la crónica agridulce de amores no correspondidos en el marco de una provincia de placidez engañosa, muy lejos de los escenarios sonrientes de la comedia romántica y sus gastadas fórmulas de entretenimiento, presente también en este Tour de cine francés (Juntos, nada más o Seductor de lujo) como muestra de que el cine francés hoy más concurrido es el más convencional y el más rutinario. Por suerte existe, en un espectro cada día más amplio, la combinación de un cine comercial y de una arriesgada propuesta de autor, de la que la cinta de Breitman es una ilustración elocuente.

El hombre de su vida se exhibe hoy en Cinépolis Perisur y mañana en Cinépolis Diana.

 
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