La evidencia contradice la creencia de que el ritual tomaba poco tiempo: experto
Ofrenda revela datos sobre sacrificio de niño consagrado a Huitzilopochtli
El menor estaba vestido como el dios en la parte que le corresponde del Templo Mayor
Ampliar la imagen La Ofrenda 111 encontrada en el Templo Mayor Foto: Héctor Montaño/ INAH
Los restos óseos hallados en junio de 2005 en la llamada Ofrenda 111 del Templo Mayor de Tenochtitlán corresponden a un niño de sexo aún no determinado y que fue sacrificado mediante cardioectomía (extracción del corazón) por vía abdominal.
El pequeño, que fue sepultado en posición sedente, gozó en vida de buena salud y alimentación y quizá era originario del centro-norte del país, según estudios de su dentadura.
Su sacrificio se debió a la ampliación del edificio, tal vez para augurar el resultado de una futura batalla, y estaba vestido como Huitzilopochtli o como alguno de los esclavos ofrecidos por los comerciantes.
Estos son algunos de los primeros resultados de la investigación interdisciplinaria encabezada por el arqueólogo Leonardo López Luján sobre esa ofrenda, que incluye objetos de diversos materiales y restos animales y vegetales.
Los resultados fueron presentados durante el seminario internacional Nuevas perspectivas sobre el sacrificio humano entre los mexicas, que se realizó hace unos días en el auditorio Eduardo Matos Moctezuma del Museo del Templo Mayor.
Hallados por accidente al excavar un pozo para abundar en la comprensión de las modificaciones de la plataforma de la gran pirámide doble, en la parte correspondiente a Huitzilopochtli, los restos del niño causaron sorpresa y desconcierto porque las únicas víctimas infantiles (fueron 42) se habían descubierto en 1980 en la llamada Ofrenda 48, en el extremo opuesto del edificio, es decir, en la mitad asociada a Tláloc.
Desazón y cosmovisión
En su conferencia de 12 cuartillas, López Luján dedicó una parte a reconstruir el procedimiento sacrificial que le causó la muerte al pequeño, lo que generó cierta desazón entre los asistentes, la mayoría especialistas.
Es necesario despojarse de concepciones contemporáneas y occidentales para poder entender la cosmovisión mesoamericana y los sacrificios humanos, como bien aconsejaría el arqueólogo Salvador Guilliem Arroyo en otra de las conferencias.
Leonardo López Luján describió algunas “modificaciones culturales” que sufrió el cuerpo del pequeño al momento de la muerte, como fracturas y numerosas huellas de cortes por el lado interno de las costillas, hechas con un instrumento de obsidiana muy afilado.
Antes, agregó, los cortes hechos por el sacrificador habrían comenzado por el abdomen y seguirían con el diafragma, con el posible “colapsamiento” de los pulmones, lo que facilitaría la maniobra. Ya en la diminuta cavidad torácica, con una mano buscaría jalar el pequeño corazón y, con la otra, cortar las arterias y otras conexiones.
Aunque ese procedimiento es el de mayor rapidez y menores dificultades anatómicas, López Luján precisó que, aún así, habría requerido de al menos 10 minutos, producido heridas fatales y, con ello, la muerte mucho antes de llegar al corazón.
“Esto contradice a las fuentes históricas que afirman que el procedimiento era tan veloz que la víctima presenciaba cómo latía su corazón extirpado”, dijo.
Función oracular
Leonardo López Luján también abordó las relaciones simbólicas que había entre los sacrificios infantiles y el culto al dios Huitzilopochtli.
No todos los sacrificios de niños, dijo, se vinculaban a las divinidades de la lluvia y la fertilidad, pues muchos padres en dificultades entregaban a sus hijos a cambio de la propia salvación.
Los pequeños también eran sacrificados antes de las confrontaciones bélicas con una función oracular o porque la guerra es un motor del universo, agregó.
Mencionó además la imagen de Huitzilopochtli niño, como en la fiesta de Pachtontli, y la relación de ese dios con los infantes en el mito de su nacimiento.
La Ofrenda 111, dijo, ofrece indicios del niño sacrificado como posible personificador de Huitzilopochtli, al portar un anillo de madera sobre el pecho, ajorcas de cascabeles en los tobillos y alas de gavilán en los hombros, además de estar acompañado por dos pequeños aerófonos.
Aunque López Luján agregó que otra posibilidad es que el pequeño estuviera ataviado como uno de los esclavos que eran sacrificados en honor de Huitzilopochtli en la fiesta de Panquetzaliztli.