Una nación con Alzheimer
Después de varios ires y venires y toda suerte de rumores, finalmente se designó al coordinador de los festejos del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución.
Estamos tarde, la mayoría de los países de nuestra América desde el año 2000 instalaron sus comisiones conmemorativas. A partir de 2008 se realizarán una serie de actos, no sólo publicación de obras de revisión histórica, sino obras públicas monumentales y de infraestructura, por ejemplo, en Buenos Aires se reabrirá el Teatro Colón; en Santo Domingo se construye el Metro. En México, a los gobiernos neoconservadores les cuesta trabajo celebrar los triunfos revolucionarios.
Frente a una acelerada globalización, el fortalecimiento de la identidad nacional en las nuevas generaciones es un imperativo. La conmemoración de nuestros centenarios es una coyuntura propicia para promover el conocimiento de la historia que nos constituye como nación. Hoy los jóvenes preparatorianos reprueban historia tanto como matemáticas, prueba palpable del error de haber suprimido historia y civismo en el primer año de secundaria, cuando el adolescente necesita del conocimiento de ambas para ubicarse en su momento histórico y en su comunidad.
Además de fortalecer la enseñanza de la historia, hay una acción fundamental que todos los mexicanos debemos exigir: la preservación de nuestro patrimonio documental. Es urgente sacar al Archivo General de la Nación (AGN) del Palacio Negro de Lecumberri, donde los testimonios de nuestra historia están en peligro de perderse.
La cárcel de la dictadura porfirista, inaugurada como parte de los festejos del centenario de la Independencia, es el edificio más inadecuado para albergar el patrimonio documental de México, ya que no cumple ninguna de las normas internacionales para su preservación.
Lecumberri recibió el nombre de Palacio Negro no sólo por los horrores que sucedieron en la prisión, desde el asesinato del presidente Madero hasta la prisión de Siqueiros y los estudiantes del 68, sino porque su fachada se ennegreció cuando las aguas negras del canal del desagüe que queda en sus inmediaciones se desbordaron.
El continente no corresponde al contenido. En las 876 celdas del Palacio Negro hay variaciones de temperatura y humedad cotidianas y diferentes en cada una de ellas, condiciones contrarias para la conservación de los documentos. Además, el edificio está ubicado en una de las zonas más contaminadas de la ciudad de México, de los ácidos nítrico y sulfúrico que destruyen al papel. Al estar a más de un metro y medio por debajo del nivel de la calle, el riesgo de inundaciones es permanente.
Desde que el Archivo General de la Nación pasó a la ex penitenciaria, dejó de recibir fondos por falta de espacio, por lo que los diferentes ramos quedaron interrumpidos. Aunque se ha construido una galería más, ésta es sólo un paliativo, no resuelve las condiciones adversas referidas.
En el AGN está todo los que somos como nación, los documentos de la Independencia, la Revolución, los símbolos patrios, nuestra constitución vigente. Son las escrituras de nuestra historia, nuestra memoria. Un pueblo sin memoria es como una persona con Alzheimer, no sabe de dónde viene ni a dónde va.
No puede haber una celebración del bicentenario de nuestra Independencia, y del centenario de la Revolución, mientras sus documentos se están desintegrando.
* Historiadora. Facultad de Filosofía y Letras-UNAM