Usted está aquí: martes 25 de septiembre de 2007 Opinión Proyección de la UNAM

Javier Flores

Proyección de la UNAM

En algunas semanas la Junta de Gobierno de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) hará pública la convocatoria para integrar la lista de quienes podrían ocupar el cargo de rector. El doctor Juan Ramón de la Fuente concluye en noviembre su segundo periodo al frente de nuestra máxima casa de estudios. Lo primero que puede decirse es que quien finalmente resulte electo, después del proceso que está por iniciarse, tiene ante sí un compromiso enorme.

La responsabilidad del nuevo rector puede sintetizarse de la siguiente manera: mantener a la UNAM en el lugar donde la deja su antecesor y hacerla avanzar aún más. Es impensable retroceder… ¿Quién dijo yo?

No voy a referirme por ahora a las listas de aspirantes que seguramente habrán de modificarse, como en otras ocasiones, a partir del resultado de la consulta, sino a las aportaciones principales del rector De la Fuente. Tampoco voy a hacer un listado exhaustivo de sus logros. Su aportación principal ha sido, a mi juicio, haber devuelto a los universitarios el orgullo de serlo y dar al país la enorme satisfacción de contar con una institución ejemplar, pieza fundamental para el desarrollo de México.

Juan Ramón de la Fuente recibió una institución sumida en un grave conflicto. Pero las amenazas en contra de la UNAM no eran sólo las de carácter interno; logró superarlas a partir de un intenso trabajo mediante el cual supo convocar y unificar a todos los universitarios. También tuvo que enfrentar, en distintos momentos, las asechanzas externas, hizo retroceder a los enemigos de la educación pública, de la que ha sido uno de los principales defensores en la historia de nuestra nación.

Su fórmula ha sido siempre demostrar que es compatible la educación de masas, pública, laica y gratuita, con elevados índices de calidad. Logró así colocar a la universidad en un primer plano. El nombre de la Universidad Nacional Autónoma de México fue escrito, con letras de oro, en el Congreso de la Unión. La UNAM, de acuerdo con algunas evaluaciones internacionales, es la mejor universidad de Iberoamérica y una de las 100 mejores del orbe. La Ciudad Universitaria ha sido considerada patrimonio cultural de la humanidad. Es, en síntesis, un motivo de orgullo para todos los mexicanos.

Eso lo reconocen todos, o casi todos. Cuando el rector De la Fuente acude a algún acto público (cosa que no todos los políticos pueden hacer) recibe el aplauso de los mexicanos, trátese de una plaza de toros, una preparatoria, el estadio de futbol o un concierto. Se le reconoce su honestidad, su talento y su visión acerca de lo que debe ser México. Es la única, o de las pocas personalidades públicas respetadas.

Esto ocurre porque las ideas de Juan Ramón de la Fuente trascienden el ámbito de la universidad. Además de que ha dejado constancia de su capacidad para el manejo de problemas internos y ha logrado el reconocimiento de la comunidad internacional, es, a mi juicio, el único que cuenta con una propuesta correcta para el país. Lo que se requiere es una verdadera revolución educativa. Es la fórmula para acabar con la desigualdad y es la manera en la que México podrá integrarse a la economía del conocimiento, que es la esencia del mundo global. De la Fuente es el único que podría conducir este cambio.

Digo lo que como universitario realmente creo y pienso, aprovechando que Juan Ramón de la Fuente ya se va. Me parece que es justo hacer un reconocimiento a su extraordinaria labor al frente de la UNAM y la esperanza que representa para el futuro del país. También es justo reconocer el trabajo de sus colaboradores. En ocasiones la fuerte presencia de un líder no permite apreciar el trabajo de su equipo, el cual, junto con el rector, termina sus funciones en noviembre.

No me voy a referir a todos, sino a los que conozco más cercanamente. Daniel Barrera, por ocho años secretario administrativo, que por su transparencia y honradez sería un funcionario más que deseable en la administración pública o privada; Alejandro Pisanty, artífice de la modernización de la universidad en el campo de las nuevas tecnologías; Roberto Sozaya, a quien debemos agradecer la paz que se vive en el campus universitario; Néstor Martínez Cristo, en un excelente manejo de la comunicación; Enrique del Val, secretario general, y Rosaura Ruiz, secretaria de Desarrollo Institucional, entre otros. A todos ellos mi reconocimiento como universitario.

 
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