¡Oye Bartola!
En un país con tantas carencias como el nuestro, en que se privilegia la especulación sobre el siempre castigado trabajo (cuando lo hay), y en el que las mayorías sufren lo indecible para salir adelante, parecería superfluo hablar de los dineros que se destinan al arte. No hay tal, porque el derecho a la creación y el disfrute de los productos artísticos debe ser inalienable del bienestar de la población. Si bien indigna que muchas personas hayan perdido sus bienes con el horror llamado Fobaproa, también resulta indignante que el IPAB haya vendido por debajo de sus costos el acervo artístico de los bancos, según la nota de Mónica Mateos-Vega aparecida en La Jornada, pero eso es algo de lo que hablarán los especialistas en artes plásticas, por lo que me limitaré a compartir reflexiones con el lector acerca de la situación del teatro, sobre todo en la capital que es donde vivo y trabajo.
Estamos en el noveno mes de la presente administración y todavía no se hacen públicos los planes y programas de Conaculta para el presente sexenio. Cierto es que su titular, Sergio Vela, ya habló de recursos sin precedente para la cultura y desmintió la información de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados de que hay un subejercicio en el año actual, aunque se cuidó de negar que el estímulo a creadores haya sufrido decremento. Por otra parte, no habló de un plan general que nos permita conocer los presupuestos sobre los que se está trabajando –los diputados hicieron hincapié en que lo destinado a actividades deportivas se mezclan con lo que se debe proporcionar a la cultura artística– y, por supuesto, en los rubros desglosados el teatro brilló por su ausencia. Cuando se piensa en ello, sobre todo con un gobierno que parece despreciar a los bienes artísticos y a quienes disfrutamos de ellos, no se puede menos que recordar la canción de Chava Flores que da pie al título de estas notas.
Ya muy entrado septiembre, el INBA produce poco, aunque se sepa que habrá próximos estrenos, quizás detenidos por la falta de liquidez y los grupos que se presentan en los espacios del Centro Cultural del Bosque, con escenificaciones que se eternizan o que regresan después de su salida de cartelera, según se me dice trabajan a taquilla, es decir, que se reparten las entradas de sus espectáculos. Lo más grave de todo es que no hay señas de la Compañía Nacional de Teatro, sus propuestas y su nuevo titular, si recordamos que, a pesar de cuantos vaivenes se pueden dar en cuanto a calidad y programación, esta compañía significa lo mejor y más representativo del arte teatral que se hace en nuestro país y como tal debe preservarse y a la que se debe dar continuidad. Teresa Franco, a preguntas expresas, habló de que se nos dará una sorpresa con la nueva CNT, pero la expectativa se alarga tanto que es válido preguntarse qué está ocurriendo y el arte de la rumorología sienta sus reales ante la carencia de respuestas que satisfagan a los teatristas.
En la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, gracias a la sensibilidad de su nueva titular Elena Cepeda y al empuje de Mario Espinosa, actualmente encargado de los teatros con que se cuenta en la ciudad –algunos en bienvenida reparación–, se ha entendido que el teatro, el arte todo, es para los profesionales y no para grupos de aficionados de las casas de cultura, como se supuso en la gestión pasada de ingrata memoria. Ya se dio la noticia de que se repondrán algunas de las escenificaciones del llamado Mural con obras de autores mexicanos escenificadas con gran dignidad, que José Caballero implementó cuando estuvo al frente de la CNT, con lo que el público que no pudo acudir al Centro Cultural del Bosque podrá disfrutarlos en otros escenarios y, espero, con boletos más accesibles, aunque cabe recordar la iniciativa de Ignacio Escárcega, titular de la Coordinación Nacional de Teatro, de ofrecer funciones los jueves a precios populares, que llenó los espacios teatrales en demostración de que el público desea ver buen teatro, lo que sin duda esta iniciativa refrendará. Con este nuevo impulso, no se duda que la Secretaría de Cultura podría producir nuevas escenificaciones si la estrangulación económica que está sufriendo el DF (por razones que me niego a llamar políticas porque para mí la política es algo muy alto que vela por el bienestar de todos, sino de la más mezquina de las venganzas por parte de las autoridades federales ante una ciudadanía que se negó a votar por los candidatos panistas y un gobierno de franca oposición) lo permitiera.