Editorial
DF: ejercicio democrático
A poco más de nueve meses de iniciar su gestión al frente del gobierno capitalino, Marcelo Ebrard Casaubon presentó ayer su primer Informe de labores ante el pleno de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), en un encuentro que incluyó el debate directo entre el titular del Ejecutivo local y los legisladores. En el discurso de Ebrard se expresó un proyecto definido de gobierno por parte de la administración capitalina, independientemente de que se esté de acuerdo o no.
En ese sentido, es de resaltar la propuesta de implementar un seguro de desempleo en el Distrito Federal, que incluiría la entrega de mil 500 pesos durante seis meses a miles de desempleados, además de cursos de capacitación para mejorar sus expectativas laborales. La realización de ese proyecto marcaría, sin duda, un hito social en la historia del país. Asimismo, es digno de destacar el anuncio de una iniciativa de ley para sancionar la violencia contra las mujeres, que se inscribe dentro del programa de equidad del Gobierno del Distrito Federal (GDF) y que, según declaró el mandatario, busca que hombres y mujeres “ejerzan y garanticen sus derechos de igual forma”.
Ambas propuestas dan cuenta de un proyecto de sociedad en el que está presente la atención a las desfavorables condiciones socioeconómicas y familiares que enfrentan los desempleados de uno y otro sexos.
Por otra parte, ha de mencionarse que el Informe se presentó en un entorno político caracterizado por lo que fue, a fin de cuentas, un diálogo democrático, en el que el jefe del Gobierno capitalino hubo de escuchar tanto a partidarios como a opositores de su gestión, rendir cuentas y dar explicaciones. Si algo no faltó en el acto de ayer en la ALDF fueron las manifestaciones de inconformidad de los legisladores del Partido Acción Nacional, quienes reclamaron al mandatario local que “gobernara para todos”y cesara la entrega de “apoyos clientelares”, en alusión a los programas sociales del GDF. Sin embargo, todo lo anterior sucedió en un ambiente de convivencia plural, posibilitado por la modalidad del diálogo entre el Ejecutivo y el Legislativo locales, en una atmósfera política confrontada, pero fluida.
Ciertamente, la existencia de un proyecto de gobierno y el dinamismo de sus relaciones con la oposición no garantizan, por sí mismas, una buena administración: lo hecho en los primeros meses es poco comparado con lo que falta por hacer, y los propósitos presentados por Ebrard en su primer Informe parecen positivos, pero deben pasar por la prueba del cumplimiento.
En suma, el acto de ayer en la ALDF demuestra que en la capital de la República es posible la vida institucional democrática, pacífica y tolerante, a pesar de la crispación en el ámbito federal y pese a la manifiesta hostilidad del Ejecutivo federal hacia los capitalinos y sus autoridades, sin desconocer los errores cometidos por la actual administración de la ciudad, como el maltrato a residentes durante las expropiaciones de Tepito o la errática conducta exhibida en la presentación del proyecto de la Torre Bicentenario, por mencionar únicamente dos ejemplos que han sido comentados en este espacio.
Ese clima republicano, que no ha podido construirse en el ámbito federal, se explica en primer lugar porque la autoridad local tiene un sello de legitimidad otorgado por su triunfo electoral indisputado y claro.
La comparación es inevitable, porque es precisamente el déficit de legitimidad del Ejecutivo federal lo que caracteriza sus inciertas y dislocadas relaciones con el Congreso de la Unión, como se exhibió el pasado primero de septiembre.