Velos tricolores taparon las fotos de AMLO y a su seguidores que aún quedaban a las 11 de la noche
Calderón sólo vio el tercio de Zócalo tomado por el EMP
Dividida con vallas, la Plaza de la Constitución fue testigo del primer Grito del michoacano
Montones de bocinas a ras de tierra acallaron vítores tanto de panistas como de lopezobradoristas
Ampliar la imagen Simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador desplegaron ayer en el Zócalo una larga manta en apoyo al “presidente legítimo”, la cual fue tapada con otra, tricolor, por elementos del Estado Mayor Presidencial momentos antes de la ceremonia del Grito de Independencia encabezada por Felipe Calderón Hinojosa Foto: José Antonio López
Ampliar la imagen El Zócalo capitalino, anoche a la hora del Grito de Felipe Calderón Foto: José Núñez
Ampliar la imagen Jesusa Rodríguez (al micrófono) e integrantes del gabinete del “gobierno legítimo” durante el Grito de los libres, ayer en la Plaza de la Constitución de la ciudad de México Foto: José Carlo González
Ampliar la imagen Euforia, en otro aspecto del Grito de los libres a ras de la plancha del Zócalo. Foto: José Carlo González
Ampliar la imagen Simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón, al término de la ceremonia que encabezó el Presidente de la República en Palacio Nacional Foto: Víctor Camacho
Ampliar la imagen Felipe Calderón con su familia en el balcón central de Palacio Nacional, luego de la ceremonia del Grito Foto: Ariel Gutiérrez /Notimex
Ampliar la imagen Un hombre camina junto a las figuras de personajes de la Independencia que se instalaron en los arcos del GDF para los festejos patrios Foto: José Carlo González
Corramos un discreto velo sobre la parte pecaminosa de esta fiesta, habría escrito el argumentista de cuentos de monitos. El gobierno de Felipe Calderón borra así, con un discreto velo tricolor, los pocos cartelones y fotos de Andrés Manuel López Obrador que quedan a esa hora, las 11 de la noche, para que en su primer grito zocalero, el panista sólo vea el tercio de la plaza tomado por el Estado Mayo Presidencial.
Sólo eso falta. Porque este 15 de septiembre, Calderón pasa del gasolinazo al bocinazo. Y acá en Palacio Nacional las consignas de los pocos lopezobradoristas que permanecen en la Plaza de la Constitución son sólo un rumor. Es decir, Felipe Calderón, su gabinete e invitados ya no las oyen. Y ahora, gracias a las veinticinco mantas tricolores desplegadas al final del tercio calderonista del Zócalo, justo con el balcón central de Palacio como eje, tampoco los ven.
Es decir, les grito, pero ni los veo ni los oigo, homenaje septembrino y patrio a la originalidad del segundo gobierno del cambio.
El bocinazo les cuesta a todos, porque nadie oye nada. Cuatro enormes grúas cargadas de bocinas son completadas con montones de cubos de sonido puestos como dados a ras de tierra. Retiembla el pavimento; retiembla la plaza, no a cañonazos, sino a bocinazo limpio.
Las mantitas desaparecieron de la vista de los invitados y del presidente Felipe Calderón. Unos cuantos carteles insultantes, algunas fotos de El Peje, unos globos blancos, justo cuando el mandatario hizo su aparición para dar el ortodoxo grito que eligió: los héroes esenciales de la Independencia, y nada más.
“Ahí viene, ahí viene!” “¡Uuuuuuuuhhhh!”, vitorean los invitados especiales no tan especiales, es decir, los que pueden ver el Grito no en los balcones, sino abajo, aunque protegidos por filas interminables de soldados vestidos de civil. Hace un año el clamor zocalero era “voto por voto”. Vicente Fox se había ido con la fiesta a otra parte y la plaza era del “movimiento de resistencia civil”. Ahora los gritos se pierden, incluso los muy pocos favorables.
Cuatro o cinco veces, un pequeño grupo de jóvenes detrás de la primera valla exclama, sobre todo en los breves silencios entre una pieza musical y otra: “¡Felipe, Felipe, Felipe!” Cuando la figura de Calderón asoma en el balcón central, los jóvenes se roban la consigna lopezobradorista: “¡Pre-si-den-te, Pre-si-den-te!” Son pocos y la gente de alrededor no los sigue.
Dividido el Zócalo a la manera de corrales. En la primera parte, pegada a Palacio, están los equipos de sonido, las bandas militares de música, la prensa y los invitados especiales. Tras una primera valla está el grupo de jóvenes gritones. Uno de ellos clama, emocionado: “¡Este sí es el bueno!” Sus amigos lo regañan e intentan corregir: “¡El otro es candidato, el otro es candidato!”
Felipe Calderón cumple el ritual. Toca la campana. Ondea la enseña patria. Los jóvenes lo apoyan aunque no los oiga. Son unos cuantos, pero a ellos sí los ve. Los de atrás han salido de la mirada de los invitados, como Ruth Zavaleta, la presidenta de la Cámara de Diputados, salió de las pantallas el pasado primero de septiembre. Ahora, sin embargo, no podrán decir que fue una falla técnica.
Antes que el cielo se inunde de luces, los jóvenes vuelven a gritar: “¡Viva Felipe Calderón!” “¡Viva!” En medio de ellos levanta el puño derecho y grita con fuerza Mariana Gómez del Campo, presidenta del PAN en el Distrito Federal, y prima de Margarita Zavala, la esposa del Presidente de la República.
¿Lo que las urnas non dan, EMP presta?
Alguna vez, refiriéndose a la cultura política mexicana, Felipe Calderón repitió la vieja frase de que “todos los mexicanos llevamos un priísta dentro”.
Esta noche de Grito parece haber emergido el suyo. Los priístas eran magos en pintar bardas, simular obras, armar fachadas instantáneas para “llenarle el ojo al Presidente”. Caray, hay que reconocer que sí hay cambio.
Hoy los artilugios sirven para que al Presidente no se le llene el ojo de nada, digamos, molesto.
¿Qué gana Felipe Calderón con su guerra de vallas y sonido? Una imagen que ni siquiera las pantallas le regalan, la de un político que puede cumplir con todos los rituales de la Presidencia, así sea a costa de caricaturizar los mismos rituales en que quiere ser consagrado.
Calderón no ha cumplido un año en la silla presidencial y ya ha obsequiado al país un buen número de ceremonias consagratorias de su mando. Pero ¿alguien recuerda su celebración de los primeros 100 días de gobierno? ¿Alguien, fuera del círculo íntimo familiar y partidista, recuerda la conmemoración de su triunfo electoral el pasado 2 de julio? Convencido de que el ritual del Informe presidencial está agotado, Calderón organiza al día siguiente una ceremonia no para informar, sino para relaborar sus promesas de campaña y ensalzar su figura frente a unos cuantos empresarios y los empleados de su gobierno. Todos estos actos han sido posibles, además, gracias a aparatosos despliegues militares y policiacos. Como el de esta noche de Grito.
Lo que las urnas non dan –al menos no a los ojos de algunos millones– el Estado Mayor non presta.
Vallas para los invitados
La seguridad del Presidente y el estilo calderonista igualan clases y posiciones, hay que reconocerlo. Después del Grito, el Presidente baja al patio central de Palacio. Aunque todos son invitados, hay unos más iguales que otros. Y el patio central, con su fuente de Pegaso al centro, está dividida por vallas, como el Zócalo (sólo que las de adentro están forradas de terciopelo). Hay zona presidencial, zona VIP, áreas exclusivas para los militares y otras para el resto de los invitados.
La fiesta es en grande, aunque ya para entonces se ha retirado una invitada especial que compartió el balcón con el gabinete en pleno: la profesora Elba Esther Gordillo. El mariachi de la Secretaría de Marina recibe a Calderón con Caminos de Michoacán. El ballet de Amalia Hernández muestra sus artes. El mariachi Gama 1000 se arranca cuando ya Calderón está sentado con los legisladores Santiago Creel y Cristian Castaño, acompañados de sus respectivas familias.
No hay “besamanos” ni desfile de políticos porque rápidamente el Estado Mayor Presidencial establece un discreto “cerco” para proteger al mandatario de sus invitados. Incluso los meseros se ven en problemas para acercar sopes y quesadillas a las zonas de la very important people.
A las 12:30 el Presidente sigue ahí, celebrando con tequila su primer Grito, su tercio de Zócalo y sus mantas para no ver las escenas incómodas.
Y ojos que no ven… El superasesor presidencial, Juan Camilo Mouriño, se declara feliz y anuncia que el país entero está “tranquilo y en calma”.