Mujeres de México
Ampliar la imagen La Adelita, célebre fotografía tomada por Jerónimo Hernández, en 1912. La emblemática imagen de la Revolución mexicana, cuyo centenario se conmemorará en 2010, fue identificada en el número 27 de la revista Alquimia (mayo-agosto de 2006), mediante un ensayo de Miguel Angel Morales. El investigador descubrió que esa mujer tal vez fue cocinera de las tropas huertistas
Yo te doy agua.
–Yo cargo las ollas y las cazuelas para prepararte tu comida.
–Yo aguanto el metate.
–Yo te lavo tu ropa.
–Yo junto la leña para hacer lumbre.
–Yo te aceito tu fusil.
–Yo cargo tus cartuchos y tu máuser.
–Si a ti te pasa algo, yo disparo.
–Yo te hago casa.
–Yo soy tu colchón de tripas.
–Yo tengo a tu hijo en la trinchera.
Así eran las soldaderas. Seguían a la tropa en movimiento y corrían la misma suerte que los soldados. Subían al tren. Viajaban al lado de su hombre en el techo del vagón, porque los caballos tenían que ir resguardados y los revolucionarios aguantaban las nevadas del norte y el calor del sur, la escarcha, el frío, la tormenta y el sol que derrite. Decididas a todo, las soldaderas eran escudos humanos.
¿Sabemos sus nombres? ¿Las hemos reconocido? ¿Tenemos conciencia de que sin ellas los soldados habrían desertado y no hay Revolución de 1910? En 2007, las mujeres siguen siendo el elemento aglutinador de nuestro país, el pegol, el que impide que México se caiga en mil pedazos. Son ellas las que mantienen firme el árbol de la vida, son ellas las que nutren, enlazan, hacen crecer y enseñan a los hijos a madurar, a ser fieles a sí mismos y a hacerse responsables de su propia vida.
No sabemos sus nombres, son las grandes olvidadas de la historia de México y sin embargo sin ellas no habría México ni historia de México. Hoy, en 2007, 90 por ciento de las mujeres hacen las tareas de la vida diaria. En el caso de las indígenas no sólo muelen el maíz para el nixtamal y echan las tortillas sino que siembran, cosechan, acarrean agua, tejen, bordan además de criar a los hijos. Es imposible pensar en un cambio social sin las mujeres.
María Sabina, la curandera de Huautla de Jiménez, en la sierra Mazateca, la repartidora de hongos alucinantes en Oaxaca, quien murió en 1985, entonaba cantos chamánicos que mucho tienen que ver con aquello que las mujeres sentimos cuando somos jóvenes y nadie, ni la familia, ni el marido, ni la sociedad nos ha mediatizado: esa fuerza explosiva con la que amanecemos y salimos a pisar el día antes de que las formas aprisionen nuestro ímpetu, no, no, no, no, no, tú no, no hagas, no digas, no, qué dirán, a ti no te toco ni modo, no, confórmate. María Sabina supo tomar de la mano y cantar:
“Soy la mujer libre que está debajo
del agua
Porque soy el agua que mira,
Porque soy la mujer sabia en medicina,
Porque soy la mujer yerbera
Porque soy la mujer de la brisa
Porque soy la mujer del rocío.
Vengo con mis trece chuparrosas
Soy mujer que mira hacia adentro
soy mujer que mira hacia adentro
soy mujer que mira hacia adentro
soy mujer día
soy mujer noche
soy mujer que truena
soy mujer de sangre
Porque soy la mujer estrella-Dios
La mujer estrella cruz
Porque puedo nadar en lo grandioso
Porque mi agua es la del infinito
Soy la mujer que resiste
Soy la mujer del bien
soy mujer piedra del sol sagrada
soy mujer que mira hacia adentro
soy la mujer Jesucristo,
soy la mujer Jesucristo,
soy la mujer Jesucristo
Soy mujer que truena
soy mujer estrella grande
soy mujer estrella cruz,
soy mujer luna,
soy mujer de luz”.
Muchas gracias por escuchar.
Texto leído por la escritora y periodista, la noche del jueves, en el contexto de la presentación del proyecto La puerta de las mujeres insurgentes, encabezado por Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del Distrito Federal, en el Centro Cultural Indianilla