Es tiempo de cuestionar “mitos y leyendas”, dicen investigadores a La Jornada
Persiste una pugna alrededor de la “historiografía política”
La crisis del proyecto liberal del régimen priísta arrastró a la historia oficial, señala El Fisgón
Como hace 150 años, la derecha defiende privilegios para la Iglesia y el Ejército: Pedro Salmerón
Ampliar la imagen Miguel Hidalgo, el cura de Dolores, en su estudio Foto: Archivo
Actualmente tiene lugar en México una especie de disputa por la historia que es consecuencia de los cambios políticos ocurridos en los años recientes.
La conclusión del régimen priísta ha tenido como efecto paralelo el cuestionamiento a la “historia oficial” que lo sustentaba, una historia llena de “mitos y leyendas”.
Uno de los periodos más debatidos es el siglo XIX. La polémica se ha intensificado en el contexto del bicentenario del natalicio de Benito Juárez, el año pasado, y con vistas a los festejos por el Bicentenario de la Independencia, en 2010.
En consulta realizada por La Jornada entre autores –historiadores, investigadores y escritores– interesados en distintos aspectos de esa época, sobresale la necesidad de revisar y replantear o precisar pasajes de la historia que se tenían por inamovibles.
Historieta de la historia
Rafael Barajas, El Fisgón, ha realizado acuciosas investigaciones en el campo de la caricatura y es autor del libro La bola de la Independencia. Una historieta de la historia.
A la pregunta de si considera que su trabajo al respecto puede tomarse como una prolongación del debate intelectual y político que se dio sobre el proyecto de país en el siglo XIX, el caricaturista expresó: “Me gusta pensar que todo es parte de este debate, un debate vivo, por supuesto. Estoy convencido que un debate por la historia es un debate que no pierde vigencia, porque todo debate histórico es un debate político, siempre ha sido así y nadie puede pretender que no lo sea”.
La constante aparición de títulos que desde distintas ópticas se aproximan al siglo XIX mexicano –sostiene Rafael Barajas– “en parte se debe a que esa época no estaba bien valorada, en parte porque una porción importante de la historiografía mexicana es la que construyeron los liberales. Ocurrió que la visión de los liberales se convirtió en historia oficial. En cuanto entra en crisis ese proyecto liberal nacionalista en que se apoyaba el PRI, por fuerza se tenía que revalorar, que volver a debatir su visión histórica, que estaba llena, como toda historia oficial, de mitos y leyendas”.
Como ejemplo de esos mitos y leyendas que daban una idea distorsionada de los hechos, menciona los festejos por la batalla del 5 de mayo de 1862, en Puebla, contra los franceses: “Eso de ninguna manera representa un triunfo: se ganó una batalla, pero al año regresaron los franceses y tomaron la ciudad a saco, deshicieron la resistencia liberal nacionalista y avanzaron hacia la capital.
“El caso es que se fueron estableciendo estos festejos y un discurso histórico para darle legitimidad al Estado. Todo discurso histórico tiene una intencionalidad.”
Por eso “la historiografía oficial entró en crisis al mismo tiempo que entró en crisis el proyecto histórico liberal priísta. Incluso los mismos priístas buscan rehacer parte de su historia cuando, por ejemplo, ya les resulta imposible justificar todas las acciones de Carlos Salinas con base en la vieja historiografía. Se tienen que inventar una nueva. Y para eso es buenísimo Enrique Krauze, quien realiza su serie Biografías del poder, en la cual ensalza desde Porfirio Díaz hasta Lázaro Cárdenas, que son todos los santones del PRI. Así que todo debate por la historia es un debate político y estos debates por supuesto que tienen que ver con los tiempos políticos que vivimos”.
El historiador Pedro Salmerón, autor de Juárez: la rebelión interminable, coincide con El Fisgón al aceptar que su libro también se inscribe en el mencionado debate: “Sí, porque justamente ahora han salido varios libros de intelectuales de la derecha, en particular dos, Benito Juárez: una visión crítica en el bicentenario de su nacimiento, de José Manuel Villalpando, y sobre todo, La otra historia de México: Juárez y Maximiliano; la roca y el ensueño, de Armando Fuentes Aguirre, Catón. Ambos retoman y lanzan los argumentos de la derecha histórica en contra de Juárez y los liberales decimonónicos”.
El de Fuentes Aguirre “comienza diciendo que va a buscar la reconciliación histórica, que esa guerra ya pasó, que hay que reconciliarnos, pero después de eso presenta a Juárez y a los liberales decimonónicos como traidores a la patria y destructores de la nacionalidad y la soberanía.
“No aporta nada, solamente repite argumentos que tienen 150 años. Hay que recordar que el grito de la derecha histórica en contra de Juárez fue ‘religión y fueros’, para defender las canonjías y privilegios de dos instituciones que ahora están de nuevo en primera línea de la política: la Iglesia y el Ejército. Por eso creo que sí forma parte de un debate actual.”
Organización tardía
La constante producción bibliográfica –historiográfica o literaria– sobre el siglo XIX mexicano le parece a Salmerón “una búsqueda de una explicación del modelo de Estado y sociedad que queremos. Es decir, no hemos resuelto los problemas inherentes al régimen político, al significado de la representatividad, al significado del federalismo, al significado de soberanía y en quién se deposita, al tema de la división de poderes.
“Como no los hemos resuelto, seguimos discutiendo los mismos temas que ellos discutían y con los mismos fundamentos. No hemos sabido aquilatar los aportes que hicieron y hemos vuelto a esa indefinición.”
En cuanto a la forma más conveniente de conmemorar en 2010 el Bicentenario de la Independencia, Rafael Barajas opina: “Hay que festejar, sin duda, pero hay un problema: el festejo se empezó a organizar tarde. En tiempos de Porfirio Díaz, le encomiendan los festejos a Justo Sierra como con 10 años de anticipación. Ahora no veo a ningún Justo Sierra trabajando. Esto tiene que ver con un problema de fondo que es la poca importancia que la derecha le da a la historia; como creen en Dios y la fe y todo eso, le dan muy poca importancia a la historia”.
Pedro Salmerón, por su parte, piensa que tanto los festejos por el Bicentenario de la Independencia como los del Centenario de la Revolución, “deberían convertirse en detonantes de un debate sobre los grandes problemas nacionales, pasando justamente por el debate sobre la historiografía política. Antes de que se acumulen los problemas, de que no se les encuentre salida y finalmente desemboquen en un estallido social incalculable. Las fuerzas de destrucción posible en una sociedad como la actual son mucho mayores que hace 100 y hace 200 años”.