El Equipo Argentino de Antropología Forense cumple 20 años de realizar esa labor
Subraya experto la complejidad para identificar cuerpos de desaparecidos
Nunca habíamos enfrentado obstáculos, como los de la búsqueda en Ciudad Juárez y Chihuahua: Darío Olmo
Dictó una conferencia en la feria del libro de Antropología
Ampliar la imagen El antropólogo forense Darío Olmo, el pasado lunes, durante la charla del experto argentino con la prensa en el Museo Nacional de Antropología, recinto donde la tarde del mismo día dictó una conferencia en el contexto de la versión 19 de la Feria del Libro de Antropología e Historia. Foto: Yazmín Ortega Cortés
Ampliar la imagen Una fosa común clandestina con las osamentas de personas desaparecidas Foto: EAAF
La desaparición forzada “es un crimen inconmensurable con efectos políticos concretos y agudos, porque va contra algo elemental como es honrar el cuerpo de los muertos, uno de los pocos rasgos que nos separan de los demás primates”, sentencia Darío Olmo, integrante del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), quien se encuentra en esta capital como invitado a la versión 19 de la Feria del Libro de Antropología e Historia, donde este lunes ofreció una conferencia.
Esta organización científica no gubernamental (ONG), mundialmente reconocida, lleva 20 años en la tarea de identificar, exhumar y recuperar los miles de cuerpos de personas desaparecidas tras los conflictos armados de la segunda mitad del siglo XX, cuando gobiernos dictatoriales, represivos y grupos de diversos países comenzaron a utilizar esa práctica, hoy considerada “crimen de lesa humanidad”.
Sus inicios en la materia tuvieron lugar en 1984, cuando el antropólogo estadunidense Clyde Snow formó un grupo de estudiantes voluntarios para buscar los restos de los cerca de 30 mil desaparecidos tras la dictadura militar (1976-1983) en Argentina.
Tres años después, pese a las críticas de la comunidad académica y la aprobación de las leyes de impunidad (Punto Final, 1986, y Obediencia Debida, 1987), se constituyeron como EAAF y comenzaron con una excavación en el cementerio porteño de Avellaneda, donde de 1988 a 1993 recuperaron 324 cuerpos de 19 fosas comunes y 11 individuales.
Desde allí se multiplicaron las llamadas desde todo el mundo y su primer salida fue a Filipinas y siguieron Chile, El Salvador, Guatemala, Venezuela y Colombia, “donde siempre es difícil trabajar porque el Estado no tiene presencia ni legitimidad en el territorio y no puede ofrecer las condiciones mínimas de seguridad”, relata Olmo.
La lista incluye a 34 países, entre ellos Haití, Surinam, Etiopía, Sierra Leona, Togo, Zimbawe, Timor Oriental, Bosnia, Kosovo, Kurdistán, Croacia y Bolivia, donde participaron de la identificación de los restos de Ernesto Che Guevara (1997).
Centroamérica: inusitada violencia
De la experiencia, Olmo resalta el aterrizaje en Centroamérica en la década de 1990: “Fue muy fuerte, porque allí el conflicto armado es muy diferente al de Sudamérica, la violencia llega a una escala que no habíamos visto nunca, nos encontrábamos con que llegaba el ejército y masacraba a una aldea entera, con mujeres y niños”, al referir a la matanza de El Mozote, en El Salvador, donde 137 de los 138 cuerpos recuperados pertenecían a menores de 17 años.
Los trabajos en Africa les significaron frustración, “porque a veces no puedes hacer gran cosa, como nos pasó en Costa de Marfil, Sudán y Ruanda, donde las condiciones de seguridad o negociación no eran las adecuadas”.
El EAAF, que inicialmente fue de seis personas, reúne hoy a 35 miembros, entre antropólogos, arqueólogos y estudiantes, con oficinas en Nueva York, Buenos Aires y Córdoba.
Hoy monitorean algunos casos donde participaron y trabajan “mucho en Argentina, porque el clima político es propicio”, junto con las investigaciones en Chipre para el diálogo entre griegos y turcos; el intento de reformular el Instituto de Medicina Legal de Chile; exhumaciones en Bolivia; la Comisión de Verdad y Justicia de Paraguay, y la misión conjunta con el Comité Internacional de la Cruz Roja para reconocer a los 11 rehenes enterrados en Colombia; además de Ciudad Juárez y Chihuahua.
El trabajo aquí
En 2001, el EAAF fue convocado a participar de las exhumaciones de mujeres asesinadas en Ciudad Juárez y Chihuahua por intermedio de Amnistía Internacional y otras agencias mundiales de derechos humanos que habían recibido denuncias desde México.
“Al llegar nos encontramos un cuadro complicado: muchos defectos en la investigación, el estudio y la documentación de restos, tanto en Ciudad Juárez como en Chihuahua”, sostiene Olmo.
Y agrega que ello sucede “porque hay una estructura que debería ser eficiente pero no resuelve correctamente. Casi siempre hay irregularidades que obstaculizan el trabajo, pero algo así no nos había pasado casi en ningún lugar del mundo, es muy particular de México”.
Sin embargo, destaca que los casos de feminicidios “son de un escándalo tal que esa situación se ha revertido y hoy se está logrando identificar a muchas mujeres”.
La delegación del EAAF, completamente femenil por expreso pedido de los familiares de las víctimas, destacó además la peculiaridad del caso de la frontera norte.
“Encontramos una forma social muy particular, con todas las secuelas que producen una estructura y redes absolutamente especiales: no son personas nacidas ni criadas en Juárez, sino mujeres que provienen de todo México, quisieron mejorar su situación y se dirigieron a la frontera para tener un futuro. Son personas desvalidas”, concluye.