Estamos luchando contra los que nos declararon la guerra hace seis años: general Peter Pace
Recuerdan en NY a las 2 mil 750 víctimas de los atentados de 2001
El 11-S resultará en un asalto mayor a los pueblos pobres y oprimidos, vaticinó entonces Chomsky
Nadie recordó ayer a los 600 mil civiles iraquíes muertos y a los más de 2 mil que fallecen al mes
Ampliar la imagen Familiar de una de las víctimas, ayer durante la ceremonia en Nueva York en honor de los muertos por el 11-S Foto: Ap
Nueva York, 11 de septiembre. Mientras tocaba una flauta, seguida por una arpa y un chelo en este día gris y lluvioso, se dio lectura a los 2 mil 750 nombres de las víctimas que perecieron en el World Trade Center frente a la llamada “zona cero”: bomberos, policías, trabajadores, rescatistas, ricos y pobres, con apellidos como Chiang y Chin, Ciccone, Pérez, De Jesús, García, Ortiz, Mohammed, Chowdury, O’Brien, Rosenthal, Parbhu hicieron eco de sus orígenes –latinoamericanos, caribeños, irlandeses, italianos, chinos, africanos, rusos, indios árabes, judíos y musulmanes que estaban juntos en las dos torres esa mañana justo hace seis años.
Familiares llevaban ofrendas al “hoyo” y entre lágrimas y gotas de lluvia, depositaban fotos, rosas, un osito de peluche, y se abrazaban. Una campana sonó para marcar el momento en que el primer avión se estrelló contra una de las Torres Gemelas, otro para el segundo impacto, y otro que marca el momento en que se derrumbó la primera torre; otro para la segunda.
En Washington, el general Peter Pace, jefe del estado mayor, declaró en la ceremonia para conmemorar el ataque contra el Pentágono: “estamos luchando (en Irak y Afganistán) contra los que nos declararon la guerra hace seis años” con la intención de cambiar “nuestra forma de vida”. Agregó que se ganará esta guerra en nombre de los caídos aquí y allá.
Por su parte, el secretario de Defensa, Robert Gates, juró que “no nos detendremos ante nada para defender a nuestro país”.
También se realizó una ceremonia en un campo de Pennsylvania donde ese día se estrelló el cuarto avión, cuando sus pasajeros lograron evitar que llegara a su destino en Washington.
¿Y George W. Bush? Permaneció en Washington y esta mañana asistió a un servicio religioso, y después participó en un momento de silencio en la Casa Blanca.
Venganza, “no en mi nombre”
La solidaridad humana que brotó aquí en las primeras semanas después del 11-S se ha ocultado de nuevo, aunque se expresa de repente en una esquina, en una estación de Metro y momentáneamente sorprende a todos.
Muchos se acuerdan de cómo los políticos llegaron aquí y juraron venganza. Aunque había varios que deseaban nada menos, lo que más se recuerda son las voces de familiares de víctimas que, ante el anuncio de una guerra, respondieron “no en mi nombre”. Pero no fueron escuchados.
Dos días después del 11-S, Noam Chomsky, en entrevista con La Jornada, dijo que el atentado resultaría en un “asalto mayor a los pueblos pobres y oprimidos del mundo. Los palestinos serán aplastados por esto. Es un regalo a la derecha jingoísta en Estados Unidos y también a la de Israel. Y la respuesta que se plantea será… un regalo a Bin Laden… El tipo de acción en represalia que se está planeando es justo lo que Bin Laden y amigos están buscando”.
Y agregó que lo ocurrido también “es un regalo para las contrapartes de Bin Laden aquí, los duros. Esta será una oportunidad maravillosa... para promover los programas que desean aquí, como militarizar el espacio y cosas parecidas... y esperan, desean, lograr aplastar la disidencia interna aquí. En general, la atrocidades y la reacción ante ellas fortalecen a los más brutales y represivos en todas partes”. Seis años después, los pronósticos se han cumplido.
Los atentados de 11-S fueron empleados por la Casa Blanca de Bush y políticos nacionales, republicanos y demócratas, para lanzar una guerra indefinida y aparentemente infinita contra el nuevo enemigo: “el terrorismo”.
Hoy nadie dio lectura a los nombres de las víctimas de esa guerra: los 600 mil civiles iraquíes muertos (según cálculos de Lancet) más a lo menos 2 mil iraquíes que fallecen mensualmente (casi otro 11-S por mes), 2.5 millones refugiados en otros países, otros 2 millones desplazados internos y tantas cifras más que describen el desastre (sin nombres y apellidos).
No sólo eso, sino que el gobierno ha detenido a miles de extranjeros en todo el mundo, y hasta hoy ni uno ha sido condenado legalmente de un delito terrorista. Sin embargo, han sido sujetos de secuestro, tortura e intimidación y muchos podrían ser caracterizados de “desaparecidos”, según el Centro de Derechos Constitucionales.
A la vez, el 11-S también permitió una ofensiva política interna de la derecha que logró ampliar el Poder Ejecutivo a dimensiones sin precedente, anular derechos básicos como el habeas corpus para los acusados por el presidente de “combatiente enemigo”, legalización de la tortura, creación de un campo de concentración en Guantánamo, espionaje a ciudadanos sin previa autorización judicial y la intimidación explícita y/o implícita de disidentes del gobierno.
Fracaso de la estrategia de Bush
Los resultados de esa gran guerra contra el “terrorismo” de seis años son, según el informe de National Intelligence Estimate oficial de julio de 2007, que Al Qaeda se ha reconstituido en Pakistán, los atentados terroristas se han incrementado en frecuencia y mortalidad a escala mundial y se ha multiplicado el número de pequeños grupos terroristas (responsables de ataques en Irak, Londres y Madrid), entre otros indicadores.
David Cole, profesor de la Universidad Georgetown, considera que “la estrategia de Bush ha sido un fracaso colosal, no sólo en términos de principio constitucional sino en seguridad nacional”. En un artículo en The Nation, concluye que la guerra contra el terror no sólo ha sido poco efectiva, “es peor. Nos ha hecho significativamente menos seguros”.
Pero hoy los encargados de la guerra reiteraron hacer más de lo mismo. En Washington, el general David Petraeus y el embajador estadunidense en Irak, Ryan Crocker, continuaron con su misión para convencer a la legislatura y a la opinión pública de que la guerra está “progresando” y se debe mantener la misma estrategia bélica de Bush a pesar de que casi todo indicador demuestra su fracaso.
Muchos analistas concluyen que este gobierno está dispuesto a hacer todo para evadir la palabra “derrota” hasta después del fin de esta presidencia, o sea, pasarle los costos a los que siguen.
Así, el 11-S sigue funcionando como la justificación para crear miles de 11-S en Irak, Afganistán y otras partes del mundo, mientras muy pocos se sienten más seguros seis años después.