Hijo de la periodista rechaza versión de la procuraduría de que el caso está “resuelto”
Rusia: temen impunidad para asesino intelectual de Anna Politkovskaya
Liberan por falta de pruebas a dos de los 10 sospechosos detenidos hace una semana
Moscú, 3 de septiembre. Apenas una semana después del golpe de efecto que para la procuraduría rusa supuso anunciar la detención de 10 implicados en el asesinato de la periodista Anna Politkovskaya, abatida a tiros en esta capital el 7 de octubre anterior, prevalece el pesimismo respecto a que se logre sentar en el banquillo de los acusados al verdadero autor intelectual.
El procurador general, Yuri Chaika, sostiene que las detenciones permiten hablar de un “caso resuelto” y dice tener la “certeza” de que la persona que mandó matar a Politkovskaya “se encuentra fuera de Rusia”.
El hijo de la periodista, Iliá Politkovsky, rechaza esa conclusión y asegura que el autor intelectual es “una figura política de renombre, que por ahora sigue en libertad, igual que el sicario que realizó los disparos”.
Para Politkovsky –que contrasta la versión de la procuraduría con la investigación paralela de Novaya Gazeta, el bisemanario donde escribía su madre–, los 10 detenidos tuvieron distinto grado de implicación, pero no son todos los que participaron en el homicidio.
Aunque Chaika no reveló ningún nombre, alguien con acceso a información clasificada se encargó de que se supiera casi de inmediato a quién se detuvo en relación con este caso, filtración interesada que causó un severo daño a la investigación al poner sobre aviso a los cómplices aún libres y al intermediario que podría conducir hasta el autor intelectual.
La procuraduría considera que el homicida es miembro del grupo mafioso Alazansky, que opera en la capital rusa bajo las órdenes del checheno Josh-Ahmed Nujayev.
En la primavera de 2006, uno de los hombres de confianza de Nujayev en Moscú, Magomed Dimeljanov, recibió de un “individuo aún no identificado” el encargo de matar a Politkovskaya, la cual, con sus denuncias periodísticas, “había ofendido a gente importante en Chechenia”.
Dimeljanov, según la investigación, encomendó el asesinato a los hermanos chechenos Tamerlán, Dzhabrail e Ibrahim Majmudov, quienes utilizaron como chofer a otro checheno, Ahmed Isayev, vendedor de pescado en un mercado.
Para localizar su domicilio y seguir los movimientos de Politkovskaya, Dimeljanov acudió a un viejo conocido suyo, Serguei Hadzhikurbanov, ex policía condenado en 2003 a cuatro años de cárcel por corrupción. En febrero de 2006, su caso fue revisado y, en agosto de ese año, quedó en libertad.
Hadzhikurbanov propuso el “trabajo” a su amigo Pavel Riaguzov, teniente coronel del FSB (el Servicio Federal de Seguridad, nuevo nombre del KGB soviético), y éste incorporó a las tareas de logística a Dmitri Lebedev, Dmitri Grachov y Oleg Akimov, policías en activo, y a Aleksei Berkin, ex policía y empleado de una agencia privada de seguridad.
Pero tan sólo siete días más tarde del espectacular anuncio del procurador Chaika, resulta que dos de los sospechosos –Akimov y Berkin– ya fueron puestos en libertad por falta de pruebas.
El abogado de Dzhabrail Majmudov denuncia que, mediante golpes y amenazas, se intentó hacer confesar a su cliente e involucrar a sus hermanos, mientras el defensor de Isayev asegura que éste, a petición de un amigo común, sólo prestó por unos días su automóvil a Dimeljanov.
Además, dos figuras clave de este pretendido entramado criminal, Nujayev, sin cuya autorización no se podría mover ningún hilo en el grupo mafioso Alazansky, y Hadzhikurbanov, el enlace entre los chechenos y el oficial del FSB y los policías, se encuentran en paradero desconocido. El primero, desde hace años; el segundo, a partir de octubre pasado.
Y, por si fuera poco, una corte de instancia superior aseveró este lunes que se detuvo “sin fundamento legal” a Riaguzov, el funcionario del servicio secreto ruso. Éste permanece entre rejas, pero ahora se le imputan abuso de poder y otros delitos no relacionados con el asesinato de la periodista.
Todo esto hace pensar que la investigación dista de haber terminado y es grande el riesgo de que se quede trunca por conveniencia política.
A la vez, cuando la campaña electoral cobre fuerza, es probable que se trate de endosar el asesinato de Politkovskaya a alguno de los magnates distanciados del Kremlin y que se exiliaron en otros países, bajo el contradictorio argumento de que pretendían desestabilizar Rusia mandando matar a una de las voces más críticas con la gestión del presidente Vladimir Putin.