El Concierto para piano No 27 se encuentra en Cracovia
Alemania y Polonia pelean por manuscrito de Mozart
“Ultimo prisionero de guerra”, apunta la prensa teutona
Ampliar la imagen Imagen del músico austriaco
Cuando Mozart escribió su Concierto para piano No. 27, con su acostumbrada pulcritud, unos meses antes de morir, jamás se imaginó la travesía que enfrentaría el manuscrito en el futuro. El preciado documento se salvó de bombas y pillajes antes de ser parte de una disputa diplomática en el siglo XXI.
El invaluable documento en que Mozart escribió la pieza (en si bemol) se encuentra actualmente, al lado de la pluma del mismo compositor, protegido con terciopelo verde en la biblioteca universitaria de Cracovia, Polonia, y eso lo convierte en uno de los “últimos prisioneros de guerra alemanes”, según el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung.
Mientras las bombas aliadas llovían sobre Berlín en la Segunda Guerra Mundial, los nazis trasladaron decenas de miles de documentos valiosos de la biblioteca de la capital polaca a los confines orientales del Tercer Reich, para mantenerlos a salvo.
Se trata de unas 500 cajas repletas de tesoros artísticos, que incluían no sólo el concierto de Mozart, sino manuscritos de Goethe. Estos tesoros fueron escondidos en la fortaleza de Ksiaz, en los montes Sudetes, antes de ser trasladados a un monasterio benedictino, en lo que ahora es el estado polaco de Krzeszow.
Algunas fueron destruidas o robadas, pero la mayor parte sobrevivió a la guerra. Cuando regresó la paz y la frontera de Alemania se movió hacia el oeste, los documentos quedaron en territorio polaco, en vez de alemán.
Con el paso del tiempo, la mayor parte de los 100 mil objetos fueron trasladados por las autoridades polacas a la Biblioteca Jagiellonia de Cracovia.
Durante los años 70, varios tesoros fueron devueltos al entonces líder de Alemania Oriental, Erich Honecer, por sus compañeros comunistas en Polonia. Entre los objetos devueltos destacan los pentagramas en que Mozart compuso la música de la ópera La flauta mágica, pero el Concierto para piano No. 27 siguió fuera del alcance de los alemanes.
Las negociaciones entre Berlín y Varsovia por los derechos sobre la colección se han prolongado más de una década, aunque ahora la disputa recuperó brío, debido a recientes quejas expresadas en la prensa alemana, que generaron una rápida respuesta de la cancillería polaca (la semana pasada Cracovia aseguró que el malestar alemán “no tiene fundamento”).
Para muchos polacos, conservar la colección en su país es una compensación menos que apropiada por las pérdidas culturales que sufrió Polonia durante casi seis años de ocupación alemana, en la Segunda Guerra Mundial. Se calcula que 22 millones de libros y cientos de miles de obras de arte fueron destruidos cuando los nazis quemaron y arrasaron todo el país.
“La opinión pública polaca aún recuerda las obras de arte que fueron robadas, las bibliotecas y archivos incendiados; estas son pérdidas por las que nunca se nos compensó”, señaló en una declaración el ministerio del Exterior polaco.
Disputa diplomática
La disputa entre ambas naciones también ha interferido en el plano político. En una cumbre europea celebrada a principios de año, Polonia denunció que el poder de voto que tienen algunos países dentro de la Unión Europea es desproporcionado en comparación con el suyo, y alegó que su población sería mucho más numerosa si Alemania no hubiera dado muerte a 6 millones de polacos durante la guerra.
Independientemente de a quién le corresponda ser guardián del tesoro de Mozart, estas escaramuzas son un ruido de fondo ajeno a la maravilla que implica la existencia del manuscrito original.
“Estas son cosas que los gobiernos deben tratar y resolver por sí mismos. Yo no tengo nada que ver en ello”, dijo desde Cracovia Zdzilsaw Pietrzyk, director de la Biblioteca Jagiellonia.
Para el funcionario lo más importante es que el manuscrito está conservado en condiciones óptimas: está guardado en la colección de objetos más preciados, protegido con candados especiales y vigilancia de circuito cerrado. Sólo puede ser visto por quienes tengan permiso expreso.
La escritura de Mozart, pequeña y nítida, está perfectamente clara y no tiene correcciones y tachaduras que sí presentan manuscritos de contemporáneos suyos, como Beethoven. “Es algo que simplemente lo deja a uno sin aliento”, dijo Pietrzyk.
Traducción: Gabriela Fonseca