Usted está aquí: lunes 27 de agosto de 2007 Opinión La pesadilla para víctimas de Dean apenas comienza

Iván Restrepo

La pesadilla para víctimas de Dean apenas comienza

Ocurrente como de costumbre, el licenciado Felipe Calderón dijo que los daños causados por el huracán Dean fueron menores “gracias a Dios, y también gracias a la oportuna tarea preventiva que se desarrolló”. En ese orden de efectividad. Para salvar al país de tanto problema, ¿no sería más conveniente que Dios se mudara a Los Pinos?

Para los pobres de Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Puebla, Hidalgo y Veracruz los daños no fueron menores, sino terribles. Para el gobierno, los graves ocurren si se afecta a los hoteles de las trasnacionales y la infraestructura pública para el turismo extranjero. En 2005, la ayuda prioritaria se canalizó a “rehabilitar” Cancún y no para las víctimas de Stan en Chiapas.

Y hablando de Cancún, luego de estar internado dos semanas en una clínica del Seguro Social, trasladaron a Mérida a mi amigo Roberto para operarlo. Lo acompaña su esposa. Sus tres hijos quedaron a cargo de una comadre para que no perdieran la escuela. El traslado se debió a que la ciudad turística más importante del país no tiene un hospital público de primer nivel. Esto a pesar de que, se supone, pagan sus cuotas miles de trabajadores de la construcción, los que laboran en lujosos hoteles y los grandes centros comerciales. En cambio, el gobierno local festeja con gran publicidad su más reciente logro: convertir Cancún en sede de un equipo de futbol de primera división, fundado hace más de 80 años y venido a menos: el Atlante (¿todavía es del canal de las estrellas?). Y como éste necesitaba un estadio, lo construyeron con dinero público. Hay equipos patrocinados por las dos grandes televisoras, universidades o gobiernos estatales y locales.

Se subsidian equipos de futbol, pero no existe una red hidráulica moderna, por lo que 5 mil habitantes del municipio de Peñamiller, en Querétaro, reciben el líquido contaminado con manganeso, fluor y otros metales pesados que afectan la salud. Asimismo, miles de familias de La Laguna padecen porque el agua contiene arsénico.

Mientras, por falta de medidas para recargar los acuíferos y racionalizar la extracción del líquido del subsuelo sigue hundiéndose la cuenca del valle de México, donde vive uno de cada cuatro mexicanos. Sucede igual en otras zonas urbanas. Destacan al respecto el valle de Toluca, Morelia y la región de el Bajío con sus ciudades emblemáticas: Querétaro, Celaya, Salamanca, Irapuato y León. En todas éstas se reportan daños a la infraestructura urbana y hundimientos que, aseguran especialistas, afectan la red de distribución hidráulica y el mobiliario urbano.

Por su parte, en el estado de Oaxaca organizaciones sociales, comunidades y grupos de investigación hacen frente común para lograr el ordenamiento y restauración de la cadena montañosa que atraviesa de norte a sur los Valles Centrales, donde se asienta la capital y otras poblaciones importantes. Ese sistema montañoso es básico para captar el agua que demandan cientos de miles de habitantes. Es igualmente productor de oxígeno, reúne una riqueza biológica de primer orden y propicia diversas actividades agropecuarias. Pero la deforestación, el crecimiento urbano anárquico, la obra pública, que no tienen en cuenta el medio ambiente, atentan contra la integridad y la conservación del sistema montañoso.

Otros grupos sociales de varios municipios de Oaxaca se organizan ante la posibilidad de que en el paraje Paso de la Reina, sobre el cauce del río Verde, se construya una hidroeléctrica. El Verde beneficia a los municipios por donde se desplaza antes de desembocar en el océano Pacífico. Es el caso de Ixtayutla, Tataltepec, Amoltepec, Cosoaltepec y Tetepec. Los proyectos para construir una presa en ese río datan de hace 40 años y siempre han tenido la oposición de las poblaciones que resultarían afectadas, las cuales se quejan por la falta de información sobre los planes que en materia hidráulica tiene el supremo gobierno, como suelen referirse a las autoridades que despachan en la capital del país.

Luciendo su cachucha de general de cinco estrellas, el licenciado Calderón les dijo a los damnificados de Dean que lo peor ya pasó. Ellos creen que la pesadilla apenas comienza.

 
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