Investigadores de la BUAP ayudan a construir el Gran Colisionador de Hadrones
Participa México en la recreación del Big Bang, origen del universo
Probaría la existencia de las partículas quark y permitiría crear hoyos negros microscópicos
Por primera vez, un grupo de científicos mexicanos en el área de la física de partículas elementales desempeña un papel de enorme responsabilidad en un proyecto internacional de grandes dimensiones.
El proyecto en el que participan es encabezado por la Organización Europea para Investigación Nuclear (CERN, por sus siglas en francés), el mayor laboratorio dedicado a este tema.
El universo está construido con un reducido número de bloques básicos de construcción, llamados partículas elementales, que son gobernadas por ciertas fuerzas fundamentales. “Algunas de estas partículas son estables y forman la materia normal, otras viven durante fracciones de segundo y luego se descomponen en otras más estables. Todas coexistieron durante unos instantes después del Big Bang”, se lee en la página del CERN (public.web.cern.ch). Son estos bloques, y las fuerzas que los mantienen unidos, lo que investiga el laboratorio, con sede en la frontera franco-suiza.
A partir del Big Bang, “sólo la enorme concentración de energía a la que puede llegar un acelerador puede traer todas las partículas al presente. Así que, de cierta manera, cuando se estudian las colisiones de partículas se recrea el medio ambiente que existía en el origen de nuestro universo. ¿Para qué? Para comprender la formación de las estrellas, la Tierra, los árboles, nosotros”, explica el sitio.
Trabajo bajo tierra
El proyecto en el que participan los investigadores mexicanos, y de decenas de otros países, consiste en crear el acelerador de partículas subnucleares más poderoso que haya existido: el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, Large Hadron Collider). En específico, estos investigadores colaboran en la construcción de uno de los detectores (que permiten que las partículas sean visibles), el llamado ALICE, que mide 16 metros de alto por 20 de largo, ubicado en una caverna artificial a casi 100 metros bajo tierra.
Puede ser que todo esto suene abstracto, pero es necesario mencionar un caso que ya es parte de la vida diaria de cientos de millones de personas en el mundo: el CERN creó la tecnología de la World Wide Web, base de funcionamiento de la Internet.
Además, el estudio de las partículas elementales requiere del desarrollo de alta tecnología, con aplicaciones posteriores en diversos campos, como la informática, la electrónica, en el sector salud (en particular, en terapias contra el cáncer) y el industrial, así como en instrumentos de medición, entre otros. “Actualmente, se desarrolla una nueva tecnología de cómputo, la ‘Grid’, que procesará inmensos volúmenes de datos, como hasta ahora no se han manejado, y que se obtendrán de los experimentos del LHC. Con esta tecnología se podrán compartir recursos de cómputo de todo el mundo”, explicó vía correo electrónico, Cupatitzio Ramírez Romero, director de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (FCFM-BUAP), una de las instituciones que participan en el proyecto conjunto.
Con el LHC “se espera resolver algunos de los problemas más importantes de las partículas elementales. Se busca obtener pruebas directas de la existencia de las partículas quark, componentes fundamentales de los núcleos atómicos, y además se podrían crear hoyos negros microscópicos”, describió Ramírez Romero.
Las instituciones mexicanas involucradas son: el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) en Mérida y la ciudad de México; el Instituto de Ciencias Nucleares, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); el Instituto de Física, de la UNAM; la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas y la Facultad de Ciencias de la Electrónica de la BUAP, y la Universidad Autónoma de Sinaloa. La “agencia financiadora” de la parte mexicana es el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
¿Qué significa para México estar involucrado en esto?
“El estudio de las partículas elementales es clave para el entendimiento de la naturaleza. Dado el grado de desarrollo actual que tiene esta área de la física, los experimentos e investigaciones que se realizan son de una gran complejidad y requieren el uso y desarrollo de tecnología de punta”, explicó, también vía correo electrónico, Arturo Fernández Téllez, investigador de la FCFM-BUAP.
El hecho de que México esté participando revela, para empezar, que “tenemos el nivel científico-académico requerido; permite que los investigadores y los estudiantes de nuestro país hagan contribuciones en la frontera de la ciencia y, al mismo tiempo, usen y desarrollen tecnologías de vanguardia, principalmente en las áreas de electrónica y computación.
Transferencia de tecnología
“La participación mexicana en laboratorios tan prestigiosos como el CERN no se concreta a desarrollar ciencia pura, sino que permite realizar transferencia de tecnología a nuestro país”, escribió.
Y ejemplificó: “El grupo de la BUAP logró diseñar, construir e instrumentar un sistema electrónico que se integró satisfactoriamente al sistema general electrónico del experimento ALICE. Esto ha permitido desarrollar dispositivos electrónicos, con aplicaciones en el área de las telecomunicaciones”.
Reunión de pares
Por su parte, el director de la FCFM-BUAP escribió que “es la primera vez que un grupo mexicano participa en un experimento del CERN a nivel de igualdad con los otros países participantes, en cuanto a que este grupo se encarga de diseñar, construir, instalar, poner en marcha y hacer las pruebas de componentes completos de un experimento”.
Hace unas semanas, el Conacyt firmó un convenio de colaboración con el CERN (www.cern.ch), por medio del cual el primero “se compromete a apoyar al grupo mexicano en ALICE” con un financiamiento de un millón de dólares, durante un lapso de 10 años.
El convenio se firmó en el contexto de una visita al CERN de José Antonio de la Peña, director adjunto de investigación del Conacyt y, por parte del CERN, firmó su director general, Robert Aymar. Además, fue signado por el responsable del proyecto ALICE y los responsables de los grupos mexicanos que participan.
El monto “que pondrá el Conacyt es muy pequeño si lo comparamos con el costo del LHC, de cerca de 2 mil millones de dólares. Esto significa que con un monto relativamente pequeño nuestros investigadores y estudiantes tendrán la oportunidad de participar en un experimento de esta envergadura y, una vez funcionando, tendrán acceso a la gran cantidad de datos generados, para su análisis científico, y serán coautores de los artículos científicos que se publiquen”, escribió Ramírez Romero.