¿Quiénes son los salvajes?
Raúl Zibechi
Unos cien kilómetros al sur de Concepción, el pequeño pueblo de Cañete es uno de los nudos del conflicto mapuche: en la Navidad de 1553 los mapuche destruyeron el fuerte Tucapel construido por Pedro de Valdivia, y lo ejecutaron. Cinco años después el gran cacique Caupolicán fue llevado a suplicio en la plaza que hoy lleva su nombre, donde se alzan imponentes figuras de madera en homenaje de su pueblo. En esa misma plaza, una mañana lluviosa de abril se concentraron unos 200 mapuche y estudiantes para pedir la libertad de José Huenchunao, dirigente de la Coordinadora de Comunidades en Conflicto Arauco-Malleco (CAM), detenido semanas atrás como parte de una ofensiva del Estado que llevó a prisión a los principales dirigentes de la Coordinadora, entre ellos Héctor Llaitul y José Llanquileo.
Cuando la marcha se disuelve luego de recorrer cinco cuadras rodeada de un amplio dispositivo antidisturbios, los loncos Jorge y Fernando nos acercan hasta su comunidad. A poca distancia de uno de los tantos pueblos de la zona, en una especie de claro entre los pinos, un puñado de casas precarias forman la comunidad Pablo Quintriqueo, "un indígena españolizado que vivió en esta región hacia el 1800", explica Mari, asistente social mapuche que vive en Concepción. Para sorpresa de quien ha visitado comunidades andinas o mayas, está integrada por apenas siete familias y se formó hace sólo ocho años; la pequeña huerta al fondo de las casas no puede abastecer a más de treinta comuneros.
Haciendo circular un mate, explican. Las familias habían emigrado a Concepción y dejaron los predios de sus ancestros en los que habían nacido y vivido hasta hace una década. Mari se casó con un huinka (blanco), tiene dos hijos y un buen trabajo. Muchos jóvenes, como Héctor Llaitul ahora preso en el penal de Angol, se graduaron en la Universidad de Concepción y luego crearon organizaciones en defensa de sus tierras y comunidades. Cuando las forestales avanzaron sobre sus tierras, retornaron para defenderlas. "En total son 1 600 hectáreas en disputa sólo en esta comunidad", aseguran.
No resulta sencillo comprender la realidad mapuche. El lonco Jorge, 35 años, uno de los más jóvenes del grupo, da una pista al señalar que "el proyecto de reestructuración del pueblo mapuche pasa por recuperar el territorio". De ello puede deducirse que los mapuche viven un periodo que otros pueblos indígenas del continente atravesaron hace medio siglo, cuando aseguraron la recuperación y el control de tierras y territorios que les habían pertenecido desde que tienen memoria. En segundo lugar, todo indica que la derrota mapuche es aún demasiado cercana (apenas un siglo) frente a los tres o cinco siglos que pasaron desde la irrupción de los españoles o la derrota de Túpac Amaru, según la cronología que se prefiera. La memoria de la pérdida de la independencia mapuche aún está muy fresca, y ése puede ser el motivo de una tendencia que se repite en una y otra conversación: a diferencia de aymaras, quechuas y mayas, los mapuche se colocan en una posición de víctimas que, no por ser justa, resulta incómoda.
José Huenchunao asegura que las comunidades viven
una nueva situación por la desesperación existente. Y lanza
una advertencia que no parece desmesurada: "Si esta administración
política, si los actores de la sociedad civil no toman en cuenta
nuestra situación, estamos a las puertas de que los conflictos que
se han dado en forma aislada, se reproduzcan con mayor fuerza y de forma
más coordinada. Esto puede ser mucho más grave, puede tener
un costo mucho mayor para esta sociedad que devolver ciertas cantidades
de tierra, que son el mínimo que las comunidades están reclamando".
Para los chilenos del "más abajo" no resulta evidente que la democracia electoral haya mejorado de sus vidas. "La estrategia política de la Concertación, a lo largo de sus 16 años de gobierno, ha estado orientada por el "cambio político y social mínimo" y la ampliación y profundización del capitalismo neoliberal en todas las esferas de la sociedad. La administración concertacionista ha gobernado más al mercado que a la sociedad, acentuando con ello la pésima distribución del ingreso, y llevando a la sociedad chilena a convertirse en la segunda sociedad más desigual --detrás de Brasil-- del continente latinoamericano, sostiene el politólogo Gómez Leytó.
Pero hay síntomas claros de que el tiempo de la Concertación se está agotando. Es posible, además, que la apreciación de Huenchunao sea cierta. La larga resistencia del pueblo mapuche no sólo no se ha apagado sino que renace una y otra vez pese a la represión. Sin embargo, en los últimos años al sur del Bío Bío no son sólo los mapuche los que resisten el modelo neoliberal salvaje. Los pescadores artesanales de Mehuin y los agricultores que ven contaminadas sus aguas ya han realizado varias protestas. A principios de mayo los carabineros dieron muerte a un obrero forestal, Rodrigo Cisternas, que participaba en una huelga por aumento de salarios.
Quizá este hecho represente el comienzo del fin de la Concertación. Durante más de cuarenta días, los obreros de Bosques Arauco, propiedad del Grupo Angelini ubicada en la región Bío Bío, realizaron una huelga a la que se sumaron los tres sindicatos que representan a siete mil trabajadores. Como la empresa había acumulado ganancias del 40 por ciento los obreros reclamaron un aumento de salarios de similar porcentaje. Luego de largas e inútiles negociaciones volvieron a la huelga. Rodearon la planta donde la empresa había concentrado sus tres turnos para desbaratar la huelga. "Al ver que carabineros se divertían destruyendo sus vehículos, se defendieron usando maquinaria pesada, ante lo cual las fuerzas de carabineros asesinaron a balazos a uno de los huelguistas y dejaron a otros gravemente heridos", señala un comunicado del Movimiento por la Asamblea del Pueblo.
En los últimos meses, el gobierno de Michelle Bachelet
ha abierto demasiados frentes. Al conflicto con el pueblo mapuche se suma
la protesta estudiantil contra la ley de educación que el año
pasado provocó manifestaciones de cientos de miles de jóvenes.
A comienzos de 2007 se desató un conflicto aún no resuelto
a raíz de la reestructuración del transporte público
en Santiago, ya que la puesta en marcha del Transantiago perjudica a los
sectores populares. Ahora se suma la muerte de un obrero en una región
caliente. Es posible que, como ya sucedió en otros países
de la región, la población chilena haya comenzado a dar vuelta
la página del neoliberalismo salvaje.