Bajo la Lupa
Apogeo del Grupo de Shanghai: club energético-financiero e incorporación de Irán
Ampliar la imagen Los presidentes de China, Hu Jintao, y Rusia, Vladimir Putin, el viernes 17 en Chelyabinsk Foto: Ap
La Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), conocido como Grupo de Shanghai, todavía en su fase embrionaria, no alcanza su esperado paroxismo glorioso, pero conforma desde ahora el segundo bloque militar más importante del planeta y está a punto de desbancar a la OTAN que ha perdido su cohesión de antaño.
Es notorio que la cumbre de la OCS celebrada en Bishkek (capital de Kirguizistán) ha sido la mejor desde su fundación oficial en Shanghai el 15 de junio de 2001 (casi tres meses antes al montaje hollywoodense del 11 de septiembre), como delatan los rostros de alegría de sus principales promotores: los presidentes de Rusia y China, Vlady Putin y Hu Jintao.
El Grupo de Shanghai de seis miembros (además de las potencias de Rusia y China), comprende otros cuatro países centroasiáticos: Kazajistán, Tayikistán, Uzbekistán y Kirguizistán, dotados de importantes recursos de hidrocarburos.
Cuatro países figuran como observadores -Irán, India, Pakistán y Mongolia-, mientras otras naciones centroasiáticas anhelan su incorporación, como Afganistán y la relevante potencia gasera de Turkmenistán, ribereña del mar Caspio.
La OCS se posiciona como el primer bloque militar-estratégico-geoeconómico de Eurasia: cuatro potencias nucleares (Rusia, China, India y Pakistán); las dos principales potencias gaseras del planeta (Rusia e Irán); mayúsculos consumidores de hidrocarburos (China e India) y relevantes potencias medianas de hidrocarburos (los países centroasiáticos).
En el planeta no existe otro bloque militar-estratégico-geoeconómico similar al Grupo de Shanghai que pueda contrarrestar la brutal embestida de la OTAN en los Balcanes, el Cáucaso, el gran Medio Oriente y Asia Central con el despliegue de sus guerras múltiples y sus bases militares en la periferia inmediata de Rusia, China, India e Irán.
El boicot internacional del régimen torturador bushiano y la propaganda negra desplegada contra la República Islámica de Irán matan de risa hasta a un deprimido. Resulta que el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, mantiene excelentes relaciones con las marionetas que el militarismo estadunidense ha impuesto en Irak (el gobierno Maliki) y en Afganistán (el gobierno Karzai). Lo más doloroso para la fracasada política exterior bushiana es que la estrella de la trascendental cumbre del Grupo de Shanghai en Bishkek haya resultado el presidente iraní, exorcizado por los mendaces multimedia israelí-anglosajones.
Ahmadineyad se reunió públicamente con su homólogo chino, Hu Jintao, lo cual valió la foto en la página principal del rotativo China Daily (16/8/07), para no dejar duda del trascendental encuentro. Sería impensable que el iraní no se haya reunido también con su homólogo ruso, pero lejos de los reflectores para no indisponer algunas susceptibilidades a los crustáceos de Kennebunkport.
Moraleja: conviene ser un exorcizado de Baby Bush, el mandatario más odiado del planeta, según encuestas propias de EU, para gozar de aceptación mundial, como es el caso del iraní Ahmadineyad, quien mantiene cordiales relaciones de colaboración con tres grandes potencias mundiales nucleares y geoeconómicas: Rusia, China e India. ¿Acabó aislado en la cumbre de Bishkek el exorcista aislador de Irán, el régimen torturador bushiano?
Desde el océano Indico, The Daily News (18/8/07), periódico de Sri Lanka, lo cual confiere un carácter de serenidad distante a su importante análisis, detecta con propiedad los alcances geoestratégicos del Grupo de Shanghai como "primer club energético global" con sus proyectos y trayectos para construir la "nueva ruta de la seda" que conecte a toda Eurasia (incluida Europa). El rotativo considera que la emergencia del la OCS representa un "nuevo desafío al dominio estadunidense del mundo" cuando "en forma significativa el ruso Vladimir Putin utilizó (sic) la cumbre para poner fin al abordaje unipolar de los asuntos internacionales" (en clara alusión al unilateralismo bushiano).
Lo cierto es que desde su célebre discurso de Munich (en respuesta a las bravatas bélicas en el mar Báltico del vicepresidente de EU, Dick Cheney), pasando por San Petersburgo, hasta Bishkek, el presidente ruso, uncido por Bajo la Lupa como el zar geoenergético global, ha sido excesivamente consistente. Tampoco habría que soslayar que por enésima vez, haya vuelto a reiterar la necesidad de crear nuevos centros financieros multipolares en Eurasia, que naturalmente van de la mano con sus reservas energéticas.
El periódico de Sri Lanka no oculta su entusiasmo y delata la percepción regional de actores imparciales: la "creciente atracción de la OCS fue evidente por el número de países que forman línea en busca de su membresía".
Mientras el presidente iraní denunciaba hábilmente el despliegue misilístico balístico bushiano en las fronteras rusas como "amenaza para toda Eurasia", el presidente de Kazajistán, Nursultan Nazarbayaev, proclamaba la necesidad imperativa de crear un "club energético" con una red de oleoductos para formar un "mercado asiático de energía", lo cual, a nuestro juicio, propinaría el último clavo en el féretro de la hegemonía petrolera anglosajona mundial de dos siglos.
Con profunda visión geoestratégica, Nazarbayaev esbozó el trazado de un "corredor de transporte trascontinental" entre la OCS y la Unión Europea "que pudiera ser la manifestación de las tradiciones de la Gran Ruta de la Seda, lo cual, a nuestro juicio, aislaría todavía más a la dupla anglosajona de EU y Gran Bretaña que no se quedará con los brazos cruzados para proseguir su política bélica de balcanización euroasiática.
¿Cuales serán las nuevas Bujara y Samarcanda, las miríficas ciudades civilizadas de la antigua ruta de la seda?
El rotativo de marras cita a la corresponsal de la BBC de Londres Natalia Antelava, quien comentó que la nueva alianza se había convertido en un "club regional prestigioso (sic) con ambiciones globales" cuyo principal mensaje fue: "el mundo es mayor que Occidente".
Aunque los mandatarios de Rusia y China se cuidan exageradamente en señalar que la OCS ni es de carácter militar ni está diseñada contra terceros (léase: EU), la realidad es que antes y después de la cumbre se realizaron juegos de guerra de soldados rusos y chinos que iniciaron en Urumqi (la capital de la provincia islámica de Xianjiang, China) y concluyeron en los Urales (en la ciudad de Chelyabinsk, de triste memoria en la etapa soviética), es decir, en los puntos vulnerables donde la perversa dupla anglosajona podría colocar a sus súbditos mahometanos terroristas de Al Qaeda, "Al CIA", para los dilectos lectores de Bajo la Lupa.
Insistimos: sería un grave error de juicio que el nuevo club energético del Grupo de Shanghai se desvincule de Europa continental, primordialmente de Alemania, Francia e Italia. Urge aislar a Baby Bush, presidente al fin y al cabo de una superpotencia barbárica, y atraer simultáneamente a la Europa racional y renacentista a un diálogo energético con los sucesores de las civilizaciones euroasiáticas del Grupo de Shanghai.