Nuevo texto reitera que AMLO ganó la Presidencia
Ceden los chuchos; fraude, vía para consumar la imposición
Ampliar la imagen Las delegadas perredistas tomaron la tribuna. Distribución equitativa de candidaturas y cargos, la demanda Foto: Francisco Olvera
Ampliar la imagen Los perredistas, "por consenso", aprobaron el nuevo documento Foto: José Antonio López
Alejandro Encinas y Jesús Ortega intercambian miradas en medio de los gritos. Se encuentran al centro del pasillo. Abrazo del oso. Los gritos de "¡Encinas!", y "¡Chucho!", dan paso al de "¡unidad!" El cuadro es, sin embargo, la formalización del arranque de la batalla por la presidencia del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
El ex jefe de Gobierno del Distrito Federal y el líder de Nueva Izquierda celebran con su abrazo el último toma y daca de la mesa de línea política: los chuchos ceden y aceptan retirar, del apartado de autocrítica, la inasistencia de Andrés Manuel López Obrador al primer debate televisivo de los candidatos presidenciales.
Los defensores del documento original se dan por bien servidos. "La verdad es que ellos no querían que se incluyera la autocrítica", dice Jesús Ortega.
"Si no reconocemos los errores, y se lo dije a Alejandro Encinas, estamos condenados fatalmente a perder, porque la derecha y los poderosos nunca nos van a dejar llegar al poder", afirma Saúl Escobar.
El nuevo texto, "de consenso", abre con la reiteración de que López Obrador "ganó la Presidencia y un fraude de Estado lo despojó, violentando la voluntad de 15 millones de mexicanos".
Luego enumera los errores: la falta de coordinación entre las estructuras electorales paralelas y el partido, la respuesta tardía a la guerra sucia en los medios, haber lanzado "algunos candidatos" sin representatividad o con "honorabilidad altamente cuestionada", el alejamiento del PRD de los movimientos sociales y "un exceso de confianza generalizado".
Para rematar, el perredismo promete una reflexión "institucional, objetiva y pormenorizada" de la experiencia electoral de 2006. Asunto saldado.
El espinoso tema del comportamiento de legisladores y gobernantes perredistas, en cambio, se cierra en lo formal, pero queda abierto en la realidad. Atiéndase, si no, el siguiente texto: "la movilización social, la acción política-electoral y el debate y la búsqueda de acuerdos en el Congreso son parte de una misma estrategia".
En otro punto, sin embargo, se abre la puerta para que los gobiernos estatales negocien "con el Congreso de la Unión" la posibilidad de gobernar "sin condicionamientos presupuestales" (como si sólo fuera asunto del Congreso y no del gobierno federal).
El plato fuerte en el tema es un punto presentado por el coordinador de los diputados, Javier González Garza, quien recuerda la propuesta propia y define: "el congreso nacional del PRD rechaza la propuesta fiscal de Felipe Calderón y resuelve que sigamos, en el marco del Frente Amplio Progresista, defendiendo nuestra propuesta".
"Sí, es ambiguo, fue una concesión en busca del consenso, pero ¿vamos a estar en contra, por ejemplo, de poner impuestos a las casas de apuestas?", expresa Jesús Ortega, mientras atiende la lectura de los últimos detalles del documento final de línea política.
"No hay ninguna ambigüedad. Ahí dice claramente que rechazamos la reforma fiscal de Calderón. Que el PRI y el PAN paguen el costo de poner más impuestos a la clase media", dice, poco más adelante, Martí Batres.
Con todo, la votación unánime despierta el entusiasmo de los jefes de las corrientes y todos los delegados, quienes celebran con aplausos y gritos de unidad el fin del debate.
"¿Ya ven? ¡Así es el PRD; sólo quienes no lo conocen se ponen nerviosos por sus discusiones internas!", suelta el senador Carlos Navarrete. "¡Hoy la prensa no tiene nota!", completa, acaso acostumbrado a que "la nota" sean los pleitos internos de su partido.
No todos, sin embargo, comparten el entusiasmo. Los diversos párrafos referidos al comportamiento de los legisladores dejan pie a interpretaciones distintas y no cancelan la posibilidad de un choque frontal de los congresistas con López Obrador.
El sinaloense Juan Guerra Ochoa, vicecoordinador de los diputados, afirma de plano que el acuerdo sobre el tema fiscal "es absurdo. Unos lo interpretan como un no a todo, y otros como la posibilidad de negociar algo. ¡Y al rato nos van a estar juzgando, luego de que no nos dan una línea clara!"
Es el precio de "sacar bien" el congreso: que muera la certeza para que viva la unidad.
A navaja amarilla
Las porras para Encinas y Ortega ocurren poco después de que la mesa de estatutos ha votado la propuesta de que la elección de dirigentes, a celebrarse en marzo de 2008, sea sólo entre militantes y no abierta a los ciudadanos en general.
Los integrantes del Frente Político de Izquierda, especialmente los bejaranistas, hacen bulla y tratan de alargar la discusión, sin éxito. Poco después acusarán a Pablo Gómez de faccioso y de haber violado todos los reglamentos habidos y por haber.
La gritería no logra evitar la votación: 445 por elección cerrada y sólo 93 en contra.
Es decir, la batalla de marzo venidero será a pura navaja amarilla, con todo y que los oradores de uno y otro bando admiten que el padrón de militantes es un desastre.
En las últimas elecciones internas, por ejemplo, no pudo votar uno de cada dos militantes.
"El padrón ya anda por los seis millones, ¿qué tal si estuviera inflado?", chacotea Guadalupe Acosta, en medio de gritos que le exigen "no tener miedo al pueblo".
A pesar de ser uno de los temas más polémicos, se resuelve en apenas una hora. Otros asuntos, candentes siempre, darán la nota que los perredistas creían inexistente.
La revuelta de las Lulús
Hace 10 años, a tono con una ola mundial de acción afirmativa, el PRD acordó que ningún género puede tener más de 70 por ciento de cargos o candidaturas. Desde entonces, en cada congreso de este partido ha vuelto el debate. Usualmente, las mujeres perredistas y sus aliados suben a la tribuna, con la bandera de la equidad, y ganan el debate sólo para después perder la votación.
El décimo congreso no es la excepción. El documento a discusión sostiene lo ya vigente: una relación 70-30. Las delegadas más activas, aquí sí de todas las corrientes, cabildean en los pasillos. El barullo se hace escándalo cuando las otras dos mesas han terminado sus trabajos un buen tiempo atrás.
La prisa del presidente de la mesa, Pablo Gómez, por acelerar los trabajos se suma al error de las delegadas que dejan pasar la votación sin inscribirse como oradoras en favor de la paridad (quieren que el reparto sea mitad y mitad de cargos y candidaturas).
La presencia de la ex diputada Angélica de la Peña, esposa de Jesús Ortega, alborota a las delegadas, quienes para entonces ya se habían agrupado frente a la mesa de debates.
Se apartan por un momento, pero sólo para ponerse de acuerdo y volver a la carga para exigir que se abra el debate sobre el asunto. Emulando a sus diputados toman la tribuna con carteles y una consigna: "¡50-50, 50-50!"
Una delegada que parece sacada de un cómic se planta detrás de Gómez y sostiene su cartelito: "No más clubs de Tobi".
"Terminen su mitin y vamos a debatir", pide Pablo Gómez.
El machismo-perredismo se harta: decenas de delegados lanzan silbidos y otros hasta se organizan para corear: "¡50-30-20!"
Se inscriben oradores. Se repiten los argumentos de hace uno, dos, tres congresos. Votación y revuelta. El asunto ha de pasar a la plenaria, dice la mesa. Pero las delegadas quieren más oradoras. El sainete revienta la reunión. Pablo Gómez decreta un receso. La paridad será uno de los pocos temas reservados para el congreso en pleno. La noche perredista se consume en un viejo tema no resuelto.