Una ópera punk
No transcurrió ni un mes entre el estreno, en uno de los recintos culturales más importantes de París, de la ópera punk Tiempo de gitanos, el 26 de junio, y la llegada a México del disco con el audio de esa obra, homónima del filme que consagró a Emir Kusturica en 1989, en Cannes.
Como un integrante más de The No Smoking Orchestra, Kusturica activó su guitarra mientras en escena graznaban gansos, brillaban los colores característicos de sus películas y los personajes solistas entonaban sus papeles a partir del libreto elaborado por Kusturica y Gordan Mihic, mientras la Garbage Serbian Philarmonia (Filarmónica de Basura Serbia) hacía hervir el foso de la orquesta en el mismísimo foro, para muchos una Meca cultural, de la Opera de la Bastilla parisina.
Ironía, megatones de júbilo, alegría, brillantez y el sonido característico de la Orquesta Que No Fuma.
Este nuevo disco de estos músicos de culto mantiene el interés y el júbilo melómano, así se trate de una porción del todo, es decir, solamente la parte musical de un espectáculo escénico-musical concebido como ópera pero atendiendo más a guiños del género estadunidense denominado musical (onda Cats, por ejemplo) con estallidos esporádicos que atienden a una línea narrativa. Hay momentos exquisitos donde entre chistoretes, parodias, guiños sicalípticos, dura crítica política, se entremezclan/ amaridan/entrepiernan los elementos de irresistible encanto de la música gitana con las delicias de un aria de bel canto.
Alguien pudiera añorar las explosiones megatónicas que esta banda bendita despliega en vivo, como en su presentación en México de febrero de 2005, documentada en espléndida crónica en La Jornada por Jorge Caballero (“sonido impresionante, directo a los genitales, epidermis y neuronas a lo largo de 120 minutos donde nunca hubo nivel medio, únicamente máximo”), pero nadie se dirá desilusionado de una música dinamogénica, sexual, tan intensa como la vida misma.
La Orquesta que No Fuma fue fundada al despuntar la década de los años 80 por Dr. Nelle Karajillic y se autodenominó como una “banda punk”, pero más por hacer clara su intención de echar desmadre como en la secundaria que por sus características genéricas, que conjuntan la música de los Balcanes con el rock, el ska, un poco de jazz y, por supuesto, un mucho, mucho punch, de punk.