Su diatriba contra notables compositores rusos lo confinó al ostracismo
El funeral del músico Tijon Jrennikov se realizó sin honores de Estado en Moscú
Moscú, 16 de agosto. Personaje contradictorio, con más sombras que luces en su casi centenaria vida, el compositor Tijon Jrennikov -el cual será enterrado en su aldea natal de Yelets, región de Lipetsk, en cumplimiento de su última voluntad, expresada poco antes de morir a los 94 años de edad-, fue el prototipo de creador que, en la época soviética, se consagró más por sus servicios al régimen que por su talento musical.
En este sentido, Jrennikov, quien se cayó de su pedestal el mismo día que se firmó el acta de defunción de la Unión Soviética en 1991, y de patriarca de la música clásica de este país pasó al otro extremo y sufrió los últimos 16 años de su existencia el mayor de los ostracismos, fue todo un símbolo de su tiempo.
Y por una de esas ironías de la historia post-soviética, no es fortuito que el mismo día que falleció este autor de innumerables ballets, sinfonías, bandas sonoras y óperas, consideradas obras menores por los críticos, en el Museo de Historia, junto a la Plaza Roja de Moscú, se inauguró una exposición de pintores del Movimiento No Conformista.
Los adeptos de esta corriente, que rompieron con la doctrina oficial del ''realismo socialista", padecieron los embates de los colegas de Jrennikov en el campo de las artes plásticas, que les cerraron todas las puertas oficiales pero no pudieron acabar con el arte subterráneo de los años 60 y 70 del siglo XX en la Unión Soviética.
Jrennikov, en su momento, encabezó la persecución contra compositores notables, como Serguei Prokofiev, Nikolai Miaskovsky y Dmitri Shostakovich, por citar sólo a los más famosos y a quienes, todavía hace 10 años -en la última entrevista que concedió a un periódico ruso, en ocasión de su 85 aniversario-, seguía llamando ''miembros de una secta, ajena al arte verdadero, el arte del pueblo".
En el primer congreso de los compositores soviéticos, en 1948, Jrennikov, siempre atento a la coyuntura política, emergió como fiel intérprete del pensamiento totalitario de José Stalin: ''Shostakovich es el típico representante de la corriente formalista y antipopular en la música soviética. Está muy vinculado al Occidente burgués y decadente. Su obra es testimonio de marasmo y pobreza de espíritu. Las perversiones seudoinnovadoras de Shostakovich son de por sí peligrosas, y lo son más en la medida en que es profesor del Conservatorio de Moscú (...)", afirmó en el discurso que lo marcó para toda la vida.
Verdugo y víctima
Jrennikov tenía apenas 35 años, una edad impensable para aspirar a una de las posiciones más altas de la jerarquía burocrática soviética, pero la diatriba gustó tanto a Stalin que lo designó por decreto presidente de la Unión de Compositores, cargo que desempeñó durante más de cuatro décadas.
Circula la especie de que Jrennikov, en el ocaso de su vida, se arrepintió de haber pronunciado su demoledor informe sobre ''los compositores formalistas, que dieron la espalda al pueblo", una pieza oratoria deleznable, con el agravante doble de que cubrió de lodo a los compositores soviéticos más brillantes de la época por simple envidia y de que aceptó el premio de conducir la Unión de Compositores de manos de quien, en la carnicería de la represión estaliniana de finales de los años 30, mandó al paredón a dos de sus hermanos, Nikolai y Boris.
Sus defensores dicen que así eran los tiempos de Stalin y que Jrennikov no tuvo otra opción. Lo cierto es que él nunca se desdijo en público de los ataques a Shostakovich, aunque -se comenta- que fue Jrennikov quien insistió ante Leonid Brezhnev para que en la nota necrológica, que anunció su fallecimiento en el diario Pravda, el genio musical de San Petersburgo haya recibido tratamiento de ''grandísimo compositor".
Jrennikov -tras la muerte de Stalin- trató de compensar el daño que causó a sus colegas caídos en desgracia y se asegura que, desde la posición de influencia que le daba el cargo, hizo lo que pudo para que éstos no quedaran excluidos de la repartición de premios del Estado y otros privilegios.
A él se atribuye el mérito de haber invitado a Igor Stravinsky a visitar la Unión Soviética en 1962, 51 años después de que el prominente compositor, una de las figuras más trascendentales de la música del siglo XX, abandonó Rusia de forma definitiva.
Los restos mortales de Tijon Jrennikov fueron expuestos este jueves en la Sala Pequeña del Conservatorio de Moscú, sin los honores de Estado que recibió en la mayor parte de su vida. Inevitable final para alguien que, de alguna manera, fue verdugo y víctima a la vez.