Penultimatum
Nuevo santo en ciernes
LA MAQUINARIA DEL Vaticano ya trabaja en diseñar un nuevo santo. Se trata del sacerdote estadunidense Mi-chael J. McGivney, un soberano desconocido para la mayoría de los católicos, pero que fundó la orden de los Caballeros de Colón. Esto ocurrió en New Haven, Connecticut, en 1882. Originalmente era una organización exclusivamente para hombres discriminados por su religión y su condición de inmigrantes en Estados Unidos. Actualmente McGivney es para la iglesia un ''siervo de Dios", en reconocimiento a sus virtudes, pero hasta el momento no ha hecho milagro alguno que lo encamine a los altares. Pero la puerta la acaba de abrir el segundo jerarca en importancia del Vaticano, el cardenal y secretario de Estado Tarcisio Bertone.
EN SU PRIMER viaje a Estados Unidos presidió los festejos por el 125 aniversario de la fundación de dicha orden. Allí, luego de oficiar una misa en latín, anunció que abogará por la causa de la canonización de McGivney. Esto quiere decir que pronto aparecerá el milagro necesario para iniciar el proceso respectivo. Igual que sucedió con otros fundadores llevados a los altares por orden superior, como es el caso de Escrivá de Balaguer, creador del Opus Dei. No sucederá igual con otro que muchos en México consideraban un santo (no pocos siguen creyendo en él) antes de caer de la gracia del Altísimo por placeres y abusos terrenales: el padre Marcial Maciel Degollado, fundador y guía moral y espiritual de los Legionarios de Cristo. Los especialistas estiman que el anuncio del cardenal Bertone fue también para inyectar ánimo a una feligresía sacudida por los cientos de casos de curas pederastas, protegidos por la jerarquía católica estadunidense y que poco a poco la justicia del vecino país ha ido sancionando.
Y HABLANDO DE los citados caballeros, en 1960 el dueño de una cantina por el rumbo de San Cosme le puso a su ecuménico lugar el nombre de Los Caballeros de Colón. Ante la protesta del capítulo mexicano de esa orden, el regente de la ciudad, Ernesto P. Uruchurtu, la clausuró hasta que le cambiaran el nombre. Le dieron gusto y la cantina se llamó entonces Las mulas de don Cristóbal. A la reinauguración asistieron conocidos periodistas, encabezados por la plana mayor de la revista Siempre!, la que fundara y dirigiera en su época de oro el maestro José Pagés Llergo.
SEGURAMENTE POR ESTAR ocupado en sacar adelante la reforma fiscal, el licenciado Calderón no recibió en Los Pinos, y como se merece, a Cristian Castro. El hijo de Verónica Castro realiza una campaña nacional en favor de la canción ranchera, el danzón y los boleros. El mismo lanzó hace poco un cd (El indomable se llama) donde interpreta rancheras. Lo promueve vestido de charro. Pero aclara que no quiere emular al único charro cantor que ha dado México, Jorge Negrete. Y menos a Pedro Infante o Javier Solís, los otros dos pilares de la canción mexicana. A Cristian lo atendió Max Cortázar. Le entregó una carta para Calderón donde le pide dedicar una estación de radio exclusivamente a la música tradicional.