Salón Palacio
Una tesis de maestría sobre el mural efímero de CU en 1968
EL PROXIMO MES DE octubre se conmemoran 40 años del llamado Movimiento Estudiantil del 68 y son muchos los proyectos que se están preparando para no olvidar la matanza gubernamental ocurrida aquel 2 de octubre. Por lo pronto, Judith Alanís Figueroa nos ha invitado a opinar en torno a su tesis de maestría cuyo tema es muy sugerente, pues se trata de una investigación en torno al mural efímero que sobre láminas de zinc que rodeaban los restos derruídos (por suerte) de una escultura del ex presidente Miguel Alemán que Ignacio Asúnsolo realizó en 1952. Además de rastrear fotografías de este cuadrangular mural colectivo en el que participaron artistas tan diversos como José Luis Cuevas, Benito Messeguer, Fanny Rabel, Manuel Felguérez, Lilia Carrillo, Alfredo Cardona Chacón y Roberto Denís, en esta tesis se incluyen testimonios de varios de los artistas mencionados y se propone un debate en torno al carácter contracultural que significó esta acción efímera y su vinculación con el arte acción y el arte de procesos surgidos en los 60. Judith Alanís, alumna del posgrado en historia del arte de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM lleva varios años investigando sobre dicho mural, cuyos restos, se rumora, aún se encuentran en alguna bodega de Ciudad Universitaria.
Las nalguitas del David y un asalto en la Roma
ERA MI NOCHE DE despedida de todos los excesos. Al menos durante un mes (no se asusten) nada de alcohol y nada de otras "sustancias para resistir la realidad" como se leía en la tarjeta de presentación de un optimista dealer de Guanatos. Después de un primer refuego en la redacción Charles Bukowski nos encaminamos como tantas otras luminosas ocasiones a nuestra cantina Covadonga. Las nalgas refulgentes del David de Miguel Angel se asomaban morbosas entre los árboles de la bellísima avenida Orizaba, aquella en donde vivió Jack Kerouac hace más de 50 años. Eramos siete amigos: un escritor consagrado, tres periodistas, un diplomático buena onda, un fotógrafo y sólo una dama, todos en busca de más cervezas y tequilas y vodkas y la vida desparramada... Al llegar a la esquina de Durango, la calle que cruza la Plaza Río de Janeiro, justo en donde se encuentra el encuerado David, símbolo expropiado ya por el mundo gay (por mi que se lo lleven), aparecieron de pronto tres tipos de cabellera a rape y panzas tipo policiacas. Por ir absorto en las nalgas del David me retrasé algunos metros del grupo y de pronto pensé que nos habíamos topado con otros amigos de farra, pero no: "¡es un asalto!", dijo nervioso el fotógrafo Garo, mientras les quitaban sus celulares a J M Servín y a Jenny; a Salgado sólo su vieja agenda. ¿Quién se atrevía a interrumpir mi última noche etilizada? Salté a medio camellón y mi primer reacción fue gritar en busca de un policía, pero curiosamente ellos nunca están cuando se les requiere y sí en cambio tan sólo baja uno el ziper de su pantalón para una miadita clandestina aparecen como por acto de magia.
COMO LA AYUDA NO llegaría a grito pelón, había que hacer uso de la tecnología y saqué el celular, desde luego que en esos instantes no pensé a quién podría llamarle, más bien, mientras uno de los asaltantes chafas se descolgaba hacia mí con pistola en mano, comencé a hablar con un salvador ficticio: "¡Estás a dos cuadras, pícale, son tres, vienen armados, métete en reversa, ya estás aquí!..." El ratero, seguramente acostumbrado a las pésimas actuaciones de las telenovelas, se creyó mi monólogo y prefirió salir corriendo junto con sus cómplices y a la vuelta de la esquina se subieron a un auto marca Chevy de color azul. Garo, el fotógrafo, corrió varios metros detrás del auto sin soltar su cámara, pero sin tomar fotos (nadie entendió si quería entregarles su moderno equipo fotográfico o pedirles un autógrafo). Después, el silencio y las nalgas del David seguían igual de inútiles y brillosas.
NUESTRA COMPRENSIVA AMIGA Arabella nos invitó en el Covadonga varias rondas para el susto y ya en la madrugada pasamos de nuevo por la escena del crimen antes de llegar al bar Mestizo. Ningún raterillo nos impediría culminar esa noche. Llevo ocho días sin beber y aún amo a la Roma.
No estamos para nadie, escenas de la ciudad y sus delirios
Y JUSTO CUANDO HABLAMOS de estos temas urbanos, nos ha llegado el nuevo libro No estamos para nadie (Cal y arena) de un escritor experimentado en los andares de la noche y sus lugares, nos referimos a Rafael Pérez Gay quien ha reunido textos varios que tienen como hilo conductor a la ciudad de México y sus más íntimos, pero simbólicos acontecimientos cotidianos. Una de las crónicas de Rafa inicia así: "A las doce y veinte de la noche sonaron cinco disparos. No me refiero a esos balazos literarios que resuenan en las páginas de las novelas sino el estruendo terrible de las percusiones de una pistola real..." La historia es divertida como varias del libro, pero me quedo pensando en aquella de nuestro asalto que pudo no haber sido nada feliz... Habría que mencionar que dentro de esta misma colección de Cal y Arena recientemente apareció otro libro cuya propuesta es totalmente distinta, pero cercana por la complicidad amorosa de sus autores, se trata de Gajes del oficio, la pasión de escribir, de Delia Juárez, quien durante dos años tuvo la amorosa paciencia de rastrear las reflexiones vertidas en cartas, ensayos, entrevistas y diarios por medio centenar de escritores consagrados de las más diversas épocas y nacionalidades, pero que compartieron en común el vicio de escribir. Este trabajo de Delia (musa de Rafa Pérez Gay) resulta de una utilidad invaluable para todos esos ilusos que pretenden ser escritores.
Tres poetas perros
ASI SE LLAMA UNA antología de tres poetas que según su prologuista, el maestro Eusebio Ruvalcaba, se podrían comparar con tres perros que escarban la basura para alimentarse. Y si lo dice Eusebio hay que creerle. Ellos, los poetas o los perros, son Carlos Reyes Avila, Carlos Velásquez y Adrián Román, todos tienen menos de 30 años, los dos primeros son de Torreón, Coahuila, el tercero de Iztacalco DF y el libro fue publicado por La Cábula, Ediciones de Hermosillo, Sonora. Mayores informes en [email protected].