Moscú sugiere que todo es un montaje de los georgianos para “desestabilizar”
Georgia pide al Consejo de Seguridad de la ONU “condenar” el ataque ruso
Tbilisi presenta imágenes que confirman que los cazabombarderos salieron de Rusia
Moscú, 8 de agosto. Mientras Rusia insiste en rechazar que sus aviones violaron el espacio aéreo de Georgia y lanzaron un misil sobre su territorio la noche del domingo anterior, el gobierno de esta pequeña república ex soviética solicitó hoy que se reúna con carácter urgente el Consejo de Seguridad de la ONU para “condenar este acto de agresión a un país soberano”.
Para Tbilisi, se trata de “un ataque que vulnera la Carta de las Naciones Unidas” y de “una intolerable afrenta a los ciudadanos y la soberanía de Georgia”.
Este duro lenguaje se acompañó de nuevas acusaciones puntuales contra Rusia.
El Ministerio de Defensa georgiano dio a conocer imágenes grabadas de sus radares que confirman que los “aviones agresores”, dos cazabombarderos SU-24, se internaron desde territorio ruso, llegaron hasta la región en que se hallaron fragmentos del misil y, cerca de la línea divisoria con la república separatista de Osetia del Sur, modificaron bruscamente su trayectoria para regresar a Rusia.
Por su parte, el Ministerio del Interior de Georgia mostró restos del artefacto de fabricación rusa, según se infiere de las inscripciones con caracteres cirílicos, que los expertos identificaron como misil Raduga J-58, un proyectil teledirigido antirradar de casi cinco metros de largo y 640 kilogramos de peso, de los cuales 140 corresponden a su carga de explosivos.
Georgia asegura que el objetivo del ataque era la estación de radares militares, que entró en funcionamiento hace tres meses en las afueras de Tsitelubani, desde donde controla la mayor parte de su espacio aéreo y, sobre todo, lo referente a cualquier movimiento por aire en Osetia del Sur, en la cual Rusia mantiene un contingente de interposición, igual que en Abjazia, la otra república independentista.
Al no explotar el misil, lo que explica que no haya habido víctimas ni daños materiales, Moscú sugiere que los propios georgianos montaron esta “provocación” para desestabilizar la situación, cancelar las negociaciones que estaba previsto iniciar con los dirigentes surosetios y abjazios, así como para desprestigiar a Rusia y forzar la retirada de sus soldados.
Sin embargo, Georgia precisó este martes que no posee cazabombarderos SU-24 ni misiles J-58.
El Kremlin, por medio de su vocero, Dmitri Peskov, desmintió “categóricamente toda implicación en esos sucesos” y dijo que las acusaciones contra Rusia carecen de fundamento. “No fuimos nosotros, en serio, los que hicieron esto”, recalcó.
Y aquí surge una pregunta que el gobierno ruso preferiría no tener que responder nunca: si las evidencias presentadas por Georgia no son “inventadas” y el Kremlin tampoco autorizó un ataque a todas luces insensato por la repercusión que tendría de modo inevitable, ¿la incursión de los cazabombarderos habrá sido una decisión de los generales no consultada con Moscú?
Ello es impensable. En cambio, no sería descabellado concluir que la decisión sí se consultó, pero sólo con el clan vinculado al aparato de seguridad nacional en el entorno del presidente Vladimir Putin, que promueve un candidato propio de cara a la sucesión en marzo del año siguiente y para el cual habría sido un éxito reivindicador de la grandeza de Rusia hacer saltar por los aires la estación de radares de Tsitelubani.