Reta al Doctor Warner y dice que debe cambiarse de bando
Triunfal regreso del Hijo del Perro Aguayo tras superar una lesión
Ampliar la imagen El Hijo del Perro Aguayo en una pelea contra el Místico Foto: Roberto García Ortiz
La leyenda regresa al cuadrilátero; el Hijo del Perro Aguayo está de vuelta mejor de como se fue hace casi tres meses cuando sufrió la rotura de ligamentos y de meniscos de la rodilla derecha.
De camisa blanca, pantalón de mezclilla, botas vaqueras puntiagudas y cara de maldoso, Pedro Aguayo Ramírez platica emocionado que es muy bueno volver en tan poco tiempo, "la verdad es que quería hacerlo en mejores condiciones de cuando me lesioné, pero eso lo calificará el público".
Afable en el trato, preciso en la palabra, el gladiador regresa con sed de triunfo, con ganas de intercambiar cachetadas, patadas voladoras y toda suerte se artilugios del pancracio nada menos que contra quien ha cultivado una poco caballerosa rivalidad: Doctor Warner hijo, aunque también refiere que quiere integrarlo a su pandilla.
Antes de la plática, se deja fotografiar. Cierra el puño, frunce el ceño, apunta amenazador con el índice, muestra los dientes como canino enfurecido, cruza los brazos y mira con desprecio a su alrededor, pero rompe la maldad emanada con una amplia sonrisa y un meneo de mano, saludo dirigido a las damas presentes.
La dinastía Aguayo continúa
Aunque no es obviamente el único descendiente de luchador que sigue los pasos de su padre, Pedro recuerda que las enseñanzas del Perro Aguayo han sido no muchas, sino "todas", porque desde que "tengo uso de razón me acuerdo haber vivido entre luchadores, los mejores siempre estaban en mi casa, y yo siempre en las arenas. Luego, con más edad, me daba clases y me corregía".
Y aunque niega tener un estilo similar al de su padre, "la gente a veces me dice que sí nos parecemos (pero) la verdad es que quiero hacer mi propia historia, practicar las llaves con mi estilo, pararme a mi manera, pero eso es algo que sólo puede decir la afición", responde, mientras se acicala el cabello.
Sin perder la postura que en cualquiera sería de fanfarrón, pero en él es una actitud de trabajo, piensa que el luchador se debe al público, y no éste a los gladiadores, porque recuerda que la humildad es la mejor arma para conquistar al respetable, "pues es gracias a él que tenemos la manera de salir adelante".
Con estudios de preparatoria, que culminó satisfactoriamente como un profesional, pero de la lucha libre, el Perrito suma 12 años sobre el cuadrilátero en los que ha acumulado una respetable cantidad de pleitos ganados, que incluyen títulos individuales, en pareja o trío no sólo en México, sino en el ámbito internacional, principalmente Estados Unidos y Japón.
Máscara contra cabellera
La rivalidad en el pancracio es el aderezo que vuelve al espectáculo de las luchas su mejor aliado, al promover combates que emocionan a los aficionados. Así, el Hijo del Perro Aguayo lanza públicamente el reto al Doctor Warner, a quien le agradaría despojar de su máscara y apuesta su lacia cabellera negra.
Pese a ser su acérrimo rival, luego de provocarlo al decir "que le hace falta mucho para llegar a los 'cuernos de la luna', aunque sea un excelente luchador. Creo que necesita pasarse a nuestro bando para entonces sí estar completo".
La plática toca varios temas. Las enseñanzas de su padre, pero sobre todo el "don de gente" que les ha inculcado al canino menor y sus hermanas, es lo que "más recuerdo. La verdad, venimos de una cuna humilde, pero mi padre, ora sí que luchando nos sacó adelante a todos".
No le interesan las grillas que empañan la lucha libre mexicana, que casi siempre surgen de la envidia, ni quiere comentarlas, pero advierte que saldrán algunos de sus compañeros de Los Perros del Mal "porque se fue el perro y se quedaron haciendo mal algunas cosas", dice jocoso, y añade que se integrarán otros de calidad, además de regresar a la pantalla chica.
A los 28 años de edad las tentaciones han sido muchas; mujeres, alcohol, drogas, parrandas, pero nada lo ha atrapado, porque sabe que su deporte "cobra facturas bien caras con el físico", además de que "no tenemos ningún derecho de darle un pobre espectáculo a los aficionados. Es nuestra obligación brindarles una función de calidad, real, no una farsa".
Sus 1.75 metros de estatura, 90 kilogramos de peso y la estrategia de combate impusieron de nuevo su ley la noche del viernes cuando, junto con sus perrunos secuaces Héctor Garza y el Hijo de Lismark, dejó fumigados, en relevos australianos, al trío de Místico, Blue Panther y Negro Casas, a quienes no quería derrotar, sino aniquilar para deleite de los escandalosos aficionados que abarrotaron el inmueble de la Doctores.
Fue el desquite hecho batalla el protagonizado por el Perrito que regresó con ganas de no averiguar quién se la hizo, sino cobrársela a los primeros que se le pusieron enfrente.