India: tribunal para el Banco Mundial
Una de las instituciones más poderosas del mundo, y que raramente rinde cuentas sobre sus acciones, es el Banco Mundial. Sus decisiones afectan a millones de seres humanos, pero sus funcionarios solamente responden a un directorio cerrado y casi nunca son llamados a cuenta por sus errores. La renuncia de Wolfowitz hace dos meses no cambia este estado de cosas, ya que estuvo más relacionada con un ajuste de cuentas en el consejo de directores, que con un cambio real en el funcionamiento del banco. Hoy por hoy, su tecnocracia, fuertemente imbuida en la ideología neoliberal, sigue estando por encima de cualquier procedimiento de rendición de cuentas.
Por eso es importante la iniciativa de un grupo de organizaciones civiles en India para erigir un tribunal independiente para analizar las acciones del banco en ese país (www.worldbanktribunal.org). Esta iniciativa es la culminación de un largo proceso de monitoreo de los proyectos del banco en el país asiático y, en especial, de sus esfuerzos por transformar la política macroeconómica a partir de 1991.
En India el Banco Mundial ha financiado proyectos de infraestructura de todo tipo: desde plantas de energía, hasta caminos y puentes, así como muchas obras relacionadas con la revolución verde. Ese país es el que ha recibido más préstamos de ese organismo (unos 65.7 mil millones de dólares), y aunque muchos proyectos permitieron crecimiento económico, casi todos tuvieron efectos sociales y ambientales negativos.
Uno de los proyectos más controvertidos fue la presa Sardar Sarovar sobre el río Narmada. Según el banco, la estructura permitiría irrigar 1.8 millones de hectáreas, pero esas cifras nunca se pudieron confirmar. En cambio, la obra amenaza con desplazar a más de 320 mil personas y desencadenó uno de los conflictos más serios para el Banco Mundial, el cual, en un alarde de transparencia, designó una comisión para evaluar la marcha del proyecto, pero cuando se dieron a conocer las conclusiones negativas, dio marcha atrás y desconoció los trabajos de la comisión. Hoy el proyecto está suspendido y ha significado un colosal desperdicio de recursos.
En 1991 una crisis en las cuentas externas obligó al gobierno en Nueva Delhi a aceptar el "apoyo" del Banco Mundial para un proceso de ajuste estructural. Esto permitió un viraje en la estrategia económica seguida hasta entonces, instaurando un paquete de reformas neoliberales. El nuevo enfoque incluye un fuerte componente de privatizaciones en los servicios públicos (salud, educación, telefonía, servicios de agua y energía eléctrica), una reorientación hacia las exportaciones y una apertura generalizada para la inversión extranjera que anteriormente se encontraba fuertemente regulada. En materia de política macroeconómica, la nueva orientación culmina con recortes en subsidios de todo tipo y el aumento en las tarifas de bienes y servicios ofrecidos por el sector público.
El debate en el tribunal no será fácil y en algunos puntos claves tendrá que desarrollarse en términos técnicos. Envalentonado por altas tasas de crecimiento en los últimos años, el gobierno sostiene que las reformas neoliberales han sido un éxito. La idea de que el crecimiento experimentado por la economía india en los últimos diez años permite reducir la pobreza de manera sustentable tendrá que someterse a un análisis cuidadoso. Aunque el ministro de Finanzas, Palaniappan Chilambaran, ha ofrecido que para 2040 quedaría abolida la pobreza extrema en India, la expansión de un sector informal, que ahora más que nunca se encuentra atiborrado de mano de obra mal pagada y desprotegida, debe obligar a revisar estas promesas.
Hoy que las instancias del poder son cada vez menos responsables de sus decisiones, la idea de un tribunal independiente constituye un instrumento de gran valor. Si bien éste no puede imponer sanciones, expone a los poderosos al escarnio de un juicio moral que afecta su legitimidad. Claro que para tener credibilidad, el tribunal debe deliberar con criterios de objetividad. Los trabajos de un tribunal independiente, pasando por el desahogo de pruebas y culminando con un veredicto, representan la base de una recuperación de poder de ciudadanos independientes.
Cuando la guerra en Vietnam quemaba la piel con sus noticias sobre masacres y bombardeos, y cuando los pueblos del mundo parecían resignarse frente a la soberbia imperial, Bertrand Russell lanzó la idea de un tribunal independiente para juzgar los crímenes de guerra de Estados Unidos.
Corría el año de 1966 y acababa de publicarse el libro del filósofo inglés sobre crímenes de guerra en el sudeste asiático. Russell invitó a Jean Paul Sartre y juntos organizaron las sesiones del tribunal en Estocolmo y Copenhague. El tribunal internacional sobre crímenes de guerra concluyó sus deliberaciones en 1967 y, aunque fue ignorado por la prensa estadunidense, sirvió para alertar al mundo sobre los horrores que padecía la población vietnamita. Por los tiempos que corren, la idea de constituir tribunales independientes para forzar la rendición de cuentas de los poderosos se antoja un proyecto urgente no sólo en India, sino en todo el mundo.