Usted está aquí: sábado 28 de julio de 2007 Política Desfiladero

Desfiladero

Jaime Avilés

No todas las damas son chinas

También las hay en Zamora y con ranchero

Inminente, la victoria calderochuchista en el PRD

Alejandro Aura planta la bota sobre el cáncer

Ampliar la imagen Militantes perredistas emitieron su voto el pasado 15 de julio para elegir consejeros rumbo al décimo congreso nacional del PRD Militantes perredistas emitieron su voto el pasado 15 de julio para elegir consejeros rumbo al décimo congreso nacional del PRD Foto: Cristina Rodríguez

Tras la victoria de la nueva derecha -que paradójicamente se hace llamar Nueva Izquierda- en las elecciones internas del Partido de la Revolución Democrática (PRD) -un fracaso que pone fin a la triste carrera política de Leonel Cota, incapaz que fue de organizar y garantizar un proceso inobjetable y un padrón completo del que nadie fuera rasurado, como multitudinariamente lo fueron los miembros de las corrientes adversas a los chuchos-, Andrés Manuel López Obrador y el movimiento que lo apoya lucharán contra Felipe Calderón en circuntancias aún más adversas.

Según los resultados oficiales que el PRD divulgó esta semana, serán de Nueva Izquierda 80 de cada 100 delegados que asistan al congreso de ese partido para elegir al nuevo presidente de la organización. Esto asegura desde ya la victoria de Jesús Ortega y de quienes consideran que los principios de López Obrador son un obstáculo que les impide hacer negocios más grandes. Cuántos beneficios no habrían obtenido, en lo que va del primero de diciembre a la fecha, si hubieran podido pactar con Calderón o impulsar, como intentaron no hace mucho, candidaturas tan abominables como la de Ana Rosa Payán al gobierno yucateco o la de Jorge Hank Rhon al de Baja California, entre otros.

El triunfo de los chuchos en el próximo congreso no sólo bloqueará el proyecto de refundación que estaba preparando Alejandro Encinas y que era casi misión imposible, sino que, peor aún, le brindará condiciones más propicias a Calderón y a la mafia que se robó la Presidencia para agilizar la venta de Pemex. Semana a semana resulta más obvio que los poderosos consorcios industriales y financieros de Estados Unidos y España incrustraron en Los Pinos a un pelele con clara vocación tiránica para adueñarse de nuestro petróleo, y sobre todo de los yacimientos no explorados. El viraje que se avecina en la cúpula del PRD es ya un paso adelante en su estrategia.

A la luz de esta certeza, los hechos de nuestra historia contemporánea deben ser vistos desde otra perspectiva. La razón de ser del golpe de Estado de 2006 no se reduce a que un ranchero analfabeta quería conservar su inmensa riqueza mal habida y salvar a su esposa y a sus hijastros de la cárcel que merecían por corruptos, ni se complementa con la avidez de un politicastro de cuarta que aspiraba a ser más importante que sus cuñados, ni mucho menos se redondea con la avaricia de unos empresarios vividores y cuentachiles que no estaban dispuestos a ceder un centavo de sus desmesuradas ganancias cotidianas.

No, todos esos factores se subordinaron en función de un objetivo mayor: destruir a la corriente histórica que se opone a la privatización de Pemex y que, desde la Presidencia, la hubiera evitado por quién sabe cuántos años más. Por eso el primer paso consistió en cerrarle el paso a la Presidencia misma; ahora lo que sigue es desarticularla de todas las maneras posibles: sosteniendo a gobernadores asesinos como Ulises Ruiz y canallescos como Mario Marín, reprimiendo con saña impune en todas partes (Guadalajara, Atenco, Oaxaca, Mérida, San Luis Potosí), asfixiando a medios como Monitor, endureciendo las leyes penales contra el descontento público, amenazando y convenciendo al pueblo de que sus reclamos no triunfarán por las malas y mucho menos por las buenas; en suma, construyendo una dictadura y buscando la manera de legitimarla. ¿Cómo? Por ejemplo, con la bendición de la nueva mesa directiva del PRD, que para eso está más que puestísima.

Muchas cosas pueden pasar todavía de aquí al congreso perredista. Entre otras, una negociación entre los líderes de las corrientes alrededor de una bola mágica que muestre el futuro inmediato. Verbigracia, México 2009, elecciones de medio sexenio para diputados federales: los candidatos del PRD que preside Jesús Ortega son barridos en casi todos los distritos, la base les dio la espalda, pese a que el IFE y el PRIAN les regalaron votos para que ese partido no perdiera su registro. En consecuencia, como vacuna contra ese desastre, se apaga la bolita y se acuerda integrar una dirección donde Encinas y los simpatizantes de López Obrador tengan el mismo número de carteras que los chuchos. No es una posibilidad desdeñable pero, ¿sería de alguna utilidad para el país?

Quizá lo mejor de lo mejor sea que el plan calderochuchista avance con ímpetu, que el PRD abrace la causa del neofranquismo y haga suyo el discurso de Cuauhtémoc Cárdenas en favor de la privatización parcial de Pemex: el ciclo, a fin de cuentas, estaría cerrándose; al fundador del partido le cabría el honor de enterrarlo. La ruptura le haría la vida aun más difícil, en términos económicos, al proyecto del gobierno legítimo que de por sí enfrenta crecientes problemas para financiar su programa semanal en televisión y sus gastos. Pero a cambio le ofrecería la envidiable posibilidad de salir a llamar a la formación de una nueva fuerza política nacional, sin pretensiones electorales por el momento, cuya participación en este sentido estaría condicionada a la definición de una reforma profunda en la materia, pero después, después de otras cosas de mayor relevancia.

Esa nueva organización tendría como punto de partida a ese primer millón de personas que ya se han afiliado al gobierno legítimo, pero asimismo dispondría de las pésimas experiencias y nulos resultados que le depararon al movimiento de López Obrador los políticos tradicionales que fracasaron en la articulación de las redes ciudadanas y sus alianzas con los caciques regionales que le dieron menos votos que desprestigio y decepciones, como José Guadarrama Márquez en Hidalgo, y Juan Sabines en Chiapas.

Por lo pronto, si la victoria calderochuchista en las elecciones internas del PRD ha significado un duro golpe para López Obrador, la caída de Zhenli Ye Gon en manos de la policía estadunidense equivale a la coronación de una reina en el juego de damas, donde no todas son chinas: también las hay de Zamora. Ahora Calderón tiene en su contra una ficha que lo atacará a placer saltando por el tablero y comiéndole a cada descuido sus pobres y endebles defensas. Dentro de, y no "tras la cárcel", el protegido de Fox y probable socio de los hermanos Bribiesca Sahagún explicará cómo y por qué guardaba 205 millones de dólares en su casa. Y Washington sabrá por qué el "gobierno" de México se apresuró a lavarlos tan mal, que terminó con las manos más sucias que nunca. La deprimente moraleja de esta fábula es que con esa información bajo la manga, Bush tronará los dedos y su pelele de tiempo compartido no vacilará en correr a preguntarle qué se le ofrece. Pemex, por ejemplo.

Pero también hay un lado amable: el gran poeta Alejandro Aura ha salido airoso de la lucha contra un cáncer de pulmón y para celebrarlo ha creado un blog donde escribe y publica día tras día textos y versos que constituyen un antídoto contra el desaliento. Si alguien quiere comprobarlo váyase a http//alejandroaura.blogspot.com y no me culpe si descubre un espacio de lectura deleitosa.

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