Sorprende la danza de 21 personas sordas que intepretaron Bodhisattva de mil brazos
Triunfa en México el Conjunto Artístico de Minusválidos de China
Incluyen desde antiguos poemas chinos hasta el Jarabe tapatío o Bésame mucho
Ampliar la imagen Aspecto del espectáculo que dio la compañía de minusválidos chinos Foto: Alfredo Domínguez
Una belleza que de tan perfecta hasta producía escalofríos: 42 brazos que se movían en perfecta sincronía y semejaban una flor abriendo y cerrando sus pétalos, las olas del mar, o simplemente a Bodhisattva de mil brazos, tal como se llama la pieza.
Los brazos pertenecían a 21 mujeres y hombres que no podían escuchar la música. Son sordos. La única guía que tenían, además de las seguramente innumerables horas de ensayo, era la mujer que desde una esquina del escenario hacía de conductora, como si se tratara de una orquesta.
Era el espectáculo Mi sueño, interpretado por el Conjunto Artístico de Minusválidos de China, que ha recorrido decenas de países y que estuvieron en México para dar cuatro funciones, tres en el Teatro de la Ciudad (días 20, 21 y 22) y uno en la Plaza de la Constitución (el 22).
A pesar del aguacero que cayó poco antes del show del sábado, el teatro estaba lleno, y entre el público había bastantes chinos, que aplaudían con entusiasmo a sus compatriotas.
Los mexicanos no se quedaban atrás, sobre todo cuando Zhang Jiahuan, en silla de ruedas, cantó Bésame mucho, y cuando un grupo de músicos invidentes tocó –con instrumentos tradicionales chinos, piano de cola y contrabajo– El jarabe tapatío.
El show terminó con el teatro de pie, en una entusiasta ovación. En pantalla se leía el mensaje: “Que compartamos el rayo solar, el viento primaveral y la felicidad”.
La ovación no podía ser escuchada por una parte de los artistas, aunque sí percibida por algunos, mientras otros no podían ver al público aplaudiendo.
El repertorio fue bastante ecléctico. Incluyó desde antiguos poemas chinos hasta la canción ochentera We are the World, interpretado por cantantes ciegos y dos en sillas de ruedas. (Por cierto, durante la interpretación de Nosotros somos el mundo, salieron a escena mexicanos con vestidos nacionales ondeando banderitas de China y México. De fondo: nubes rosas en un cielo azul).
Un elegante maestro de ceremonias era el encargado de llevar al público a través del espectáculo. Decía poemas y presentaba las piezas usando lenguaje de manos, con majestuosos y suaves movimientos de brazos, como si danzara sin mover el resto del cuerpo.
Durante algunas de las canciones, sobre una pantalla, proyectaron un video que mostraba ensayos de los bailarines sordos y otras presentaciones de estos artistas.
El Conjunto Artístico de Minusválidos de China existe desde 1987, pero fue hasta 2003 que iniciaron las giras internacionales. En 2004 participaron en la clausura de los Juegos Olímpicos de Atenas. Su “tutor artístico” es Zhang Jigang, quien actualmente codirige las ceremonias de apertura y clausura de las Olimpiadas de 2008.
El espectáculo está hecho para conmocionar. Tiene los elementos para lograrlo: personas que carecen de alguno de los sentidos o de extremidades y, en cambio, usan al máximo sus demás capacidades: ciegos haciendo música, sordos bailando, un hombre sin brazos que usa sus hombros y sus piernas para danzar con un enorme sombrero.
En ese sentido, el espectáculo ofrece el optimista mensaje de “si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonada”.
Y probablemente alguno por ahí salió del teatro sintiéndose un gran torpe con cinco sentidos y un cuerpo completo.