Usted está aquí: martes 17 de julio de 2007 Ciencias Hugo Sánchez

Javier Flores

Hugo Sánchez

Concluyó la Copa América en Venezuela. Brasil ganó el trofeo en un encuentro en el que destrozó al equipo argentino. La selección mexicana obtuvo en este torneo el tercer puesto, luego de vencer, entre otros, al representativo de Uruguay. Brasil, Argentina y México son hoy las mayores potencias futbolísticas en el continente americano. Esta es la realidad. Punto.

Los comentaristas de futbol de la televisión son, salvo contadas excepciones, más que limitados. No saben a quién se están dirigiendo. Siendo condescendiente creo que no les da el IQ (coeficiente intelectual). No quiero ser grosero, pero son como algunos de nuestros políticos: hablan a lo tonto. No ven los partidos, quieren transformar con palabras la realidad, sin tomar en cuenta que está a la vista de todos.

Escribo esto no en carácter de experto, sino como aficionado. Amo el futbol. Lo practiqué incansablemente cuando era niño, y lo he visto y disfrutado toda mi vida. Mi equipo es el de los Pumas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Voy al estadio olímpico de Ciudad Universitaria (que hoy es parte del patrimonio cultural de la humanidad) cada dos domingos a tomarme una cerveza y a ver jugar y alentar a mi equipo.

Hugo Sánchez, a quien critican tanto los comentaristas, fue un futbolista excepcional y es hoy un gran técnico. Ganó dos torneos cortos con Pumas. No fue fácil. Es la primera vez que observo ganar campeonatos en contra de los adversarios y contra el arbitraje. Hugo pensaba en el equipo que tenía enfrente, y en el abanderado corrupto y el silbante que lo odiaban por su actitud crítica. Pudo con todos. Cada tarjeta amarilla era para él un cambio obligado. Conforme avanzaba el torneo, el árbitro tenía que ser menos descarado. En la final todo era más o menos parejo. Contaba con un gran equipo, en el que quiero destacar a uno de los más grandes jugadores que he conocido: Joaquín del Olmo.

¿Qué tiene que ver todo esto con la ciencia? Nada. En el estadio de CU he visto con frecuencia a profesores eméritos en las gradas. He compartido partidos al lado de grandes investigadores con quienes he disfrutado de una gran jugada de nuestro equipo y nos hemos decepcionado cuando nos anotan un gol. Eso es todo. Pero si alguien cree que eso es poco, está equivocado. Hemos disfrutado vencer a grandes equipos (nacionales y extranjeros) y ser campeones. Nada más, pero nada menos. Enfrente, en el palco de honor, donde se encuentra el rector, pasa más o menos lo mismo.

Pero volvamos a la Copa América y sus antecedentes. Nuestra selección es un equipo de integración muy reciente. No hay engaños. Hugo Sánchez lo dijo desde el principio: el equipo tenía que ir evolucionando. Cada encuentro era una preparación para el siguiente. Los comentaristas se quedaban en la superficie; la derrota contra Honduras en la Copa de Oro fue motivo de escándalo para sus limitadas mentes, y perder la final con Estados Unidos constituía motivo de críticas vociferantes contra el técnico nacional. Lo más doloroso, perder la final contra los vecinos del norte. La verdadera revancha contra ese equipo tendrá que ocurrir más adelante: en un campeonato del mundo, no hay más.

En el camino hacia Venezuela hubo varias pérdidas. Sánchez Márquez demostró que nadie es insustituible, los que no quisieron ir no fueron, se lo perdieron; esto permitió que brillaran algunos talentos jóvenes, como Fausto Pinto, Johny Magallón, Israel Castro, Jaime Correa, Fernando Arce y Juan Carlos Cacho. Entre los que se quedaron hay un jugador del que tuvo que prescindirse no porque estuviera cansado, como los otros, sino porque su entrega en los partidos disputados en Estados Unidos le acarreó una lesión: el talentoso goleador Jared Borgeti.

Uno de los mayores logros de Hugo Sánchez es sin duda haber conseguido la incorporación de Nery Castillo al equipo mexicano. El delantero del Olimpiakos de Grecia, quien podría haber ido a la selección de Uruguay por su doble nacionalidad, dio inicio a un interesante proceso de adaptación con el futbol mexicano. Su calidad es indiscutible. Es difícil olvidar el gol anotado contra la selección de Brasil, simplemente genial. Como ha descrito Josetxo Zaldúa en estas páginas, la selección nacional tuvo una sólida columna vertebral, integrada por Rafael Márquez, Gerardo Torrado y Nery Castillo.

Ha sido muy satisfactorio el desempeño del equipo que integró y dirige Hugo Sánchez desde hace apenas seis meses. Jugadores con talento como los jóvenes Andrés Guardado, Omar Bravo y Guillermo Ochoa, y los veteranos Cuauhtémoc Blanco, Ramón Morales y Oswaldo Sánchez.

Muchas de las críticas al técnico nacional se basan no en sus ideas futbolísticas, sino en su personalidad. Los cronistas, ignorantes como son, no toleran su actitud “sobrada” y su “falta de humildad”, cosas que no tienen nada que ver con el futbol. Preferirían en lugar de su actitud ganadora que mordiera avergonzado la esquina de un rebozo. Como aficionado, me siento muy orgulloso del desempeño de la selección mexicana y de su técnico, Hugo Sánchez.

 
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